Bajo el agua por enésima vez
Para algunos vecinos de Cantabria la lluvia se ha convertido en una pesadilla desde hace unos años y viven con «miedo» la llegada de las precipitaciones porque ven como sus viviendas y negocios quedan anegados
Begoña Negrete | Laredo
«No sé cuántas veces ha pasado, temblamos en cuanto empieza a llover»
Ha perdido la cuenta y no tiene claro ni cuántas veces le ha pasado. Pero la sensación es de que se repite casi «cada año» ... o, al menos, «cada varios», reconoce Begoña Negrete, vecina de Laredo. Por eso «empezamos a temblar» cuando ven unas gotas de lluvia –aunque sean «poquitas»– «porque en cuanto cae dos días seguidos...», cuenta. Además de mantener un ojo en el cielo, también se acercan a mirar el río Pelegrín, cercano a su casa, para controlar el nivel y ver cómo avanza. «Este martes bajaba como una cascada», relata. Y, entre una cosa y otra, saca tiempo para recoger todas las cosas que tiene acumuladas en el bajo de su vivienda o las coloca en alto para intentar limitar los destrozos si el agua finalmente se cuela en casa. Algo que volvió a ocurrir el martes. Por eso, esta cántabra ha invertido la mitad de la semana en limpiar la zona afectada por las inundaciones registradas en el municipio. La historia volvió a repetirse así que el «miedo» de quienes tienen sus hogares y comercios en la zona es «constante». Conviven con él desde hace años.
«El año pasado, en diciembre, tuvimos otra inundación», recuerda Begoña. No obstante, a pesar de la experiencia, «lo de esta vez ha sido muy fuerte», admite. Lo cierto es que la fuerza de la riada «nunca es igual», pero la frustración de toparse con el mismo problema una y otra vez, persiste. En el bajo que ahora usa de trastero, antes «teníamos una tienda de equitación» y era un sinvivir retirar el material en cuanto empezaba a llover:«Estábamos subiendo cosas constantemente», continúa la laredana, que volvió a invertir el jueves en la limpieza del bajo con un aspirador de agua e incluso recogiendo el líquido elemento con jarras para sacarla de casa. Uno de los problemas que percibe Begoña es que «no se limpian los ríos».
Es más, ella misma se acercó a la Policía a avisar de que se había desprendido una columna de piedras y tierra. «Ocurrió hace veinte días y lo dije porque pensé que si venía una riada podía pasar cualquier cosa». A los pocos días fueron a limpiarlo y «menos mal». En caso contrario, el susto habría sido mayor. «No limpian los cauces», insiste, pero «algo habrá que hacer» para tratar de poner solución a un asunto que persigue a los vecinos del barrio: «¿Vamos a sufrir esto todos los años?», se pregunta Begoña. Una situación que para ellos supone una mezcla de «impotencia y frustración».
Jairo Flores | Ampuero
«Desde hace unos años el campo se inunda con cada tromba de agua»
La sensación es de que ocurre desde hace unos años y el resultado es siempre el mismo: «Cada vez que cae una tromba de agua, el campo se ve afectado», explica Jairo Flores, coordinador deportivo del Ampuero Fútbol Club. «No sabemos cuál es el motivo», añade. Pero el resultado es que ocurre. La última vez fue este pasado martes aunque, eso sí, «mejor que el año pasado». Menos destrozos. Esta semana las fuertes precipitaciones han afectado únicamente al campo de fútbol. En anteriores ocasiones el agua llegó hasta los vestuarios y se llevó «todo por delante», añade Jairo. Al menos este 2023 estaban ya en alerta con la previsión y aprovecharon para sacar el material y cambiarlo de sitio por lo que, por fortuna, no hubo que lastimar ningún daño más allá del terreno.
El responsable del club indica que el problema de esta semana ha sido que «ha llovido mucho en poco tiempo y el terreno no es capaz de filtrar el agua, así que se hace piscina». Pero no se ha repetido la imagen del río Asón pasando por encima del campo. No ha tenido tanta culpa como en otras ocasiones. También es cierto que la experiencia es un grado y que «ahora estamos más preparados», admite. No solo ellos , también las empresas ubicadas alrededor, que instalaron varias bombas de achique para sacar agua en caso de repetirse.
No obstante, más allá de los destrozos, uno de los problemas con los que se topan en esa zona cada vez que llueve es que, al afectar al campo, los equipos no puede entrenar, «se tienen que desplazar» a localidades vecinas y eso implica organizar familias y chavales para que vayan a Ramales de la Victoria o Carranza, en función del momento. Las inundaciones afectan igualmente a los vecinos. Tanto es así que sobre la mesa hay ya un proyecto municipal para mejorar la prevención ante futuras crecidas del río y que ha obtenido 3,3 millones de fondos europeos. No obstante, aquí les surge otro conflicto y es que ese plan prevé «desmantelar» el campo de fútbol y, por ende, se quedarán sin espacio donde jugar. «El proyecto está bien, hay que limpiar, sacar tierra y ampliar la zona. Pero nos quedamos sin campo y no vemos la solución», explica Jairo. Por el momento, el Ayuntamiento de Ampuero no tiene en propiedad un «terreno no inundable» en el que poder construir las nuevas instalaciones. En ese caso bastaría con licitar la obra, pero el primer paso es conseguir ese espacio.
Julia Renedo | Cabezón de la Sal
«Si llueve estoy alerta. El agua bloquea el acceso a casa varias veces al año»
Cuántas veces le ha pasado?Resopla. «No sé, muchísimas», responde Julia Renedo, vecina de Cabezón de la Sal. Aunque le resulta complicado dar un número, sí sabe hacer un recuento: «Varias veces al año». La única diferencia entre unas inundaciones y otras es el alcance de los destrozos. «Algunas son menores», pero el miedo a que ocurra de nuevo es constante. «Al final, si llueve estás alerta. Es algo con lo que convives» y, de alguna manera, casi «aprendes» a vivir con ello, añade resignada. En su caso su problema con el agua está relacionado con la entrada a su casa. Para acceder hay que atravesar un puente, si el río se desborda en ese punto, se inunda la entrada y «el acceso se bloquea». Es decir, si le pilla fuera de la vivienda no puede volver y si las lluvias coinciden mientras está en casa, no le queda más remedio que quedarse en el interior hasta que el temporal amaine. «Y se me inunda el patio», comenta. Así que cada dos por tres toca esperar y empezar con las labores de limpieza.
Además, si el desbordamiento comienza antes, «un poco más atrás de mi casa», señala, entonces el problema termina siendo más grave porque el agua sí entra en la vivienda. Por fortuna, eso solo ha pasado una vez. Sin embargo, lo de ver la entrada bloqueada es algo casi habitual. «A mis vecinos les entra en casa, en la planta baja. Igual que les pasa a los bajos comerciales», explica Julia sobre el resto de residentes con quienes comparte barrio. Y es un problema que, admite, «ha pasado siempre», pero que en los últimos años «es más continuo». «Aquí hay un regato pequeño con poco cauce, pero cuando llueve recoge aguas en el monte y se desborda», explica la vecina. Porque su caudal se multiplica. Además, añade, hay otro conflicto que ya ha denunciado en varias ocasiones y es la tala que hizo un particular de una zona alta. «La maleza se ha ido cayendo y no lo limpia», se acumula. Julia comprende que el acceso a esa zona es «difícil», pero advierte de que «hay que tener cuidado, porque todo eso se arrastra, bloquea el tubo en el que desemboca y el agua ya no pasa». Es un círculo que no parece encontrar solución porque «nadie hace nada», valora.
El Ayuntamiento insiste en que la limpieza no entra dentro de sus competencias. Nadie asume la responsabilidad y la sensación compartida en la zona es de encontrarse en «un limbo» que no parece tener salida. Y, hasta que la solución no llegue, a Julia no le queda más remedio que aprender a convivir con la lluvia, el río y su caudal.
Antonio López | Laredo
«Vives nervioso; cuando entra agua en la tienda, me destroza el calzado»
Cuando alguien se topa con el mismo problema varias veces, al final es inevitable vivir con «miedo» a que la situación vuelva a repetirse. Por eso Antonio López, de la tienda Deportes Record, ubicada en Laredo junto a la Alameda Miramar, se pone «nervioso»si ve que empieza a llover mucho. Aunque las precipitaciones no le supongan siempre un problema, ya es la tercera vez que ve inundado su negocio. El agua entra, coge una altura de «unos veinte centímetros y me destroza el calzado», comenta el comerciante. La última, esta misma semana, con una riada que hizo estragos en su local. En concreto, ha perdido 238 pares de zapatillas que tenía almacenados. Y es producto que se pierde porque debe esperar a que el perito valore los daños y, en ese tiempo, la humedad hace que el calzado ya no pueda utilizarse. «Cuando llueve mucho y de forma intensa, el río se desborda» y llegan los destrozos. No falla.
Si se asoma a la calle de su negocio y ve que empieza a acumularse el agua, el comerciante ya se preocupa porque el agua cruce su puerta aunque el espacio no termine anegado. Así que se ha equipado. «Un vecino ha preparado una tabla y un producto espumoso para que no entre. Voy a adquirirlo y me iré a casa más tranquilo cada vez que llueva», explica Antonio, popularmente conocido como Toñín. Eso sí, vive prácticamente con un ojo en el cielo, pendiente de las precipitaciones, y con otro en el río, por si baja con fuerza. Además, tiene doble problema y es que el comerciante vive en Liendo, otro municipio afectado. Así que mientras se inundaba Laredo, él ya se topó con el agua a las puertas de su casa: «Me llega cerca, pero por suerte no entra. Llega al pie de la vivienda, pero por ahora no ha entrado nunca».
Y así no hay quien se quite ese miedo del cuerpo. Él achaca el problema de Laredo a dos factores. Por un lado habla del estado de la playa. En concreto a la acumulación de arena. «Antes mantenía un nivel más bajo porque se sacaban toneladas de arena de aquí. Ahora ya no se hace y está por encima de la localidad», explica Antonio. Y, por otro lado, tal y como opinan también otros tantos vecinos, considera que habría que insistir en las tareas de limpieza: «Con hacer saneamiento un par de veces al año y canalizar el río, creo que se solucionaría el problema», valora. A falta de un remedio, la historia vuelve a repetirse y ahora se mantiene de nuevo a la espera de que el seguro determine el alcance de los daños en su tienda.
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