Fernando Navarro
El reconocido creador es un asiduo a los veranos cántabros, en los que aprovecha para inspirarse y disfrutar del Cantábrico
Tras varios años disfrutando del verano en Cantabria, el guionista y escritor Fernando Navarro (Granada, 1980) ya se siente un cántabro más. Aunque lo suyo ... no son vacaciones en el sentido estricto de la palabra, porque durante sus largas visitas continúa trabajando en sus próximos proyectos. Guionista de películas de gran éxito como 'Toro', 'Verónica' o 'Segunda premio' y autor de dos libros –'Malaventura' y 'Crisálida' –, durante sus estancias en la región también consigue sacar ratos para perderse por los valles cántabros, disfrutar de la gastronomía local y visitar sus playas favoritas. Este año, además, ha descubierto el placer de navegar por la bahía.
–¿Qué tiene el verano en Cantabria que le hace repetir cada año? ¿Tiene algo que ver con los calores granadinos?
–Al principio me atraía sobre todo el clima, porque tengo medio antepasados escoceses y todo lo norteño me gusta. Digamos que me gustaba la lluvia en verano, aunque eso aquí pueda resultar de mal gusto,pero a mí me atraía mucho que hubiera días de lluvia en verano. No que lloviera todos los días, sino el hecho de que cada tantos días las vacaciones se vieran interrumpidas por un día de lluvia, lo cual te obligaba a hacer otras cosas, como ir a la Filmoteca -que tiene una programación excelente, por cierto-, a ver exposiciones, o simplemente a pasear por las calles. Eso es muy bonito, porque si te tiras muchos días en un sitio donde solo hay sol, al final parece que no hay otra cosa que ir a la playa.
–Es usted anfibio. Le gustan las playas pero también le encanta recorrer el interior de la comunidad.
–Sí, Cantabria me gusta por muchos motivos. También por los amigos que fui haciendo y los lugares a los que iba yendo. Me gustaban los valles y los pueblos, y también hice muchos amigos en los sitios a los que iba a comer. Me fui haciendo amigos en la en la hostelería y ya lo convertí en una casa adoptiva. Para mí Cantabria es más es que más tracción de los veranos, porque los veranos vengo siempre, pero es algo que está por encima de los veranos. Es un sitio al que vengo y siento que estoy en casa.
«Nos metíamos en el coche y nos dedicábamos a investigar y a descubrir playas que muchas veces ni sabíamos cómo se llamaban»
–¿Cómo descubrió Cantabria y todo lo que ofrece?
–Conocí Cantabria en un coche sin mirar nunca los mapas, así que íbamos encontrándonos las cosas sin saberlo. Siempre he tenido una relación con la tecnología y con el mundo contemporáneo muy reaccionaria. No tengo redes sociales, tengo un móvil un poco viejo, compro material más que digital, es decir, discos, vinilos, CDs, libros… Y con Cantabria fue parecido. En aquellos primeros viajes no usábamos mapas porque éste es es un sitio cómodo, es pequeño, cercano y acogedor. Por eso nos metíamos en el coche y nos dedicábamos a investigar y a descubrir playas que muchas veces ni sabíamos cómo se llamaban. A veces estaban vacías y a veces estaban llenas. Me acuerdo mucho de Langre y de la Arnía, por ejemplo. La Arnía la descubrimos por accidente.
–Un buen accidente...
–Desde luego. Me pasó algo parecido también con los valles, a los que suelo ir mucho, como los valles pasiegos, me encanta adentrarme allí. Una vez casi llegamos hasta los Machucos con el coche y fue una aventura, porque nos asustamos y nos dimos la vuelta. Era una sensación de contacto con la naturaleza vernos metidos entre unas montañas tan profundas, tan solitarias en medio del verano, cuando todo el mundo está en bañador… Esos viajes que hice en coche fueron únicos y no se repetirán.
–Ahora que conoce bien esta tierra, ¿qué lugares y qué planes recomendaría a la gente que viene aquí a disfrutar del verano?
–Yo invitaría a eso, a descubrir el territorio desde la sorpresa, no desde saber a dónde vas. Sin ver una guía ni nada. Ahora está difícil porque todo mundo va con Google Maps. Pero esta forma me parece más auténtica y divertida.
–Le va a la aventura.
–En realidad nunca me propuse hacerlo así, simplemente ocurrió, fue ponerse a viajar e ir descubriendo lugares. Esa sensación de estar en una carretera o en un camino sin saber dónde estás es mucho más intensa. Creo que en parte el amor que le tengo a la tierra tiene que ver con una conexión real. También por eso nunca he hecho fotos aquí. Quizás no tengo ese recuerdo ni puedo mostrar los lugares en los que estuve, pero es porque yo estaba allí para vivirlo, para sentir el olor de las bostas, del césped y del verde cántabro. Ese olor es irrepetible.
«Disfruto mucho de la fuerza del mar y de esa violencia del Cantábrico, que tiene una serenidad y un color que me interesan mucho»
–Cantabria es para usted un punto de fuga...
–Sí, me gusta mucho venir porque sigue siendo uno de los sitios donde a veces no uso el teléfono. Puedo dejarlo donde sea y no le hago caso y ya está. Eso no lo puedo hacer en muchos sitios. Para mí ese es uno de los grandes encantos de estar aquí, pero claro, otros te dirán que para ellos son otras cosas.
–Si tiene que elegir, ¿playa o montaña?
–Yo soy de playa. A mí me gustaba ir a Berria, por ejemplo, porque me gustan mucho las playas de surf, las playas con mucha ola y con corriente, que a veces son un poco peligrosas, pero en ellas disfruto mucho de la fuerza del mar y de esa violencia que tiene el mar Cantábrico, que tampoco es la violencia del mar Atlántico. El Cantábrico tiene una serenidad y un color que me interesa mucho más.
–Además dicen que los guiones se escriben mejor con los pies a remojo…
–Sí, la verdad es que sí (ríe). Frente al mar se piensa más y además te permite pararte y pensar de otra manera. A mí los veranos siempre me han resultado muy inspiradores. Yo escribí 'Crisálida' el verano pasado aquí. Hay algo en el verano que te invita a ello, o por lo menos a mí me da ganas de escribir. De hecho, la primera vez que tuve ganas de escribir fue en un verano siendo adolescente mientras leía 'Cosecha roja' de Dashiell Hammett. Al leerlo me dije: «Cómo me gusta esto, qué bien me lo estoy pasando, qué tranquilidad...« Fue entonces cuando pensé que me gustaría escribir. Eso fue siendo muy niño o adolescente.
«Aquí ya hay un nivel muy alto. Aquí te cuidan y tengo muchos amigos hosteleros que lo demuestran»
–Dice que tiene amigos hosteleros. ¿Cuáles son sus lugares preferidos para comer bien?
–Cuando en un sitio se come bien, todos compiten por dar de comer bien. Y eso hace que se coma siempre bien, porque aquí ya hay un nivel muy alto. Aquí sí que te cuidan, y tengo muchos amigos que lo demuestran. Por ejemplo, me encanta ir a las piscinas de Fonso, en Villacarriedo, y comer allí las carnes que tiene, que son increíbles. O ir a Las Redes en San Vicente y ponerme en manos de ellos y de Pedro, que saca unos vinos increíbles. También hay que comer, por supuesto, las rabas y las gambas de El Puerto en Santander, y todo lo que pongan en La Bombi, como el bonito con tomate. También suelo ir mucho a la Hermosa de Alba y a Tricio, en El Puntal.
–Como guionista y escritor, habrá venido con algún libro en la maleta.
–Pues me traje bastante y como se me han ido acabando he tenido que ir a reponer (ríe). Por suerte en Santander está Gil, que es una de las mejores libhrerías de España. A los que nos gustan estos paisajes solemos leer libros marineros a menudo, y en este caso ha sido 'Los náufragos del Wager', de David Wang. Es un libro sobre el naufragio de un barco británico, y es una crónica pero parece una novela. También me traje 'Billy Budd, marinero' de Herman Melville, que también es de marinería. El último que he leído ha sido 'El contorno del abismo', la biografía de Leopoldo María Panero, y ahora voy a empezar otro libro sobre el mar, 'Laberinto mar', de Noemí Sabugal.
–Es usted muy aficionado a la música. ¿Cuál es para usted la banda sonora del verano en Cantabria?
–Muchas veces suelen ser las canciones de mi amigo Quique González, que me acompaña cuando estoy aquí. Muchas veces también tiene que ver con el libro que esté escribiendo. El año pasado escribí 'Crisálida' usando música electrónica, y este año he estado trabajando en un guión muy complejo, para el que he estado escuchando mucha música clásica contemporánea, porque me ayuda a conectar con lo que estoy escribiendo. En mis paseos escucho los discos que voy comprando. Hace unos días fui a Torrelavega a ver a Teenage Fanclub y Lagartija Nick y estuve escuchándolos bastante. Y este año he descubierto algunos discos que no conocía del sello ECM como 'Extensions' de Dave Holland o 'To be continued' de Terje Rypdal.
«Todas las ciudades tienen una responsabilidad con los turistas y sobre todo con los ciudadanos, con los que viven y con los que pagan impuestos todo el año»
–¿Cómo afronta el auge de visitantes durante el verano?
–Es difícil decirle a alguien que deje de ganar dinero con algo, o pretender que un sitio deje de generar riqueza. Hace poco leí un titular de una entrevista de Antonio Muñoz Molina en el que decía que igual tendríamos que volver a acostumbrarnos a la escasez. Me pareció que por un lado tenía algo de atrevido y un poco provocador, pero de alguna forma encaja con esa sensación de alienación que provoca el crecimiento masificado. Siempre sería mejor esa escasez que el crecimiento masificado y sin control. Me pregunto si no es mejor el decrecimiento leve que el crecimiento descontrolado. Creo que todas las ciudades tienen una responsabilidad con los turistas pero sobre todo con los ciudadanos, con los que viven y con los que pagan impuestos todo el año. Y que igual deberían de convivir de una manera más ordenada. Es un tema complejo, porque a todos nos gustaría que las ciudades que nos gustan estuvieran vacías para disfrutarlas más nosotros.
–Poner a todo el mundo de acuerdo es difícil.
–Yo siempre he preferido renunciar a cosas, pero creo que la renuncia no se le puede imponer a nadie. En todo caso se debería legislar de alguna forma específica o ser más imaginativo, proponer otras cosas. Yo vengo aquí muy a menudo y es un sitio del que disfruto y en el que me siento muy integrado, me siento parte de Santander, pero realmente cualquiera que venga no tiene menos derecho que otro a venir aquí. Creo que uno de los problemas puede ser más bien cómo venimos, el no integrarse en la vida de una ciudad de una forma cívica, sino tomarla como un campo de juego, como un sitio al que la gente llega, destroza, arrasa y se va sin llegar a formar parte de la ciudad. Creo que formar parte de un lugar es mejor que tomarlo como un lugar por el que pasar y dejar un rastro de destrucción.
–Tiene la extraña costumbre de venir aquí de vacaciones y no dejar nunca de trabajar. ¿Qué proyectos tiene ahora entre manos?
–Tengo una idea para un próximo libro,que espero escribir aquí el año que viene aunque por ahora solo he empezado a tomar notas. Estoy trabajando en lo que será una especie de segunda parte de 'Segundo premio'. Esta era la primera parte de una serie de películas sobre la ciudad de Granada, que curiosamente están escritas y pensadas en parte en Santander juanto a mi amigo, el productor Cristóbal García. Al mismo tiempo estoy acabando otro guión que he tenido que escribir a un ritmo rápido ya que fue un encargo por sorpresa al que no he podido decir que no y que he encajado quitándome tiempo de vacaciones.
–Repito que tiene usted un extraño concepto de las vacaciones. Algo hará que no sea escribir.
–En los últimos dos o tres años he descubierto aquí el placer de navegar por la bahía y por la Isla de Santa Marina. Ha sido gracias a algunos amigos que me han invitado algunos días. Es una cosa que nunca había hecho y es toda una experiencia. También por eso ahora me apetece más leer libros de barco y libros de mar.
–No tiene mucho que ver con todo esto, pero me gustaría saber qué piensa como creativo del auge de la inteligencia artificial.
–Yo no la uso. Parece ser que puede ser muy útil en temas como la medicina, por ejemplo, o para la administración de Justicia. Todo lo que haga que sea para bien y que ayude a la gente es positivo, pero en lo que se refiere a la escritura o a la generación de historia no entiendo su uso. Me parece que van a verse perjudicados los que ya escribían imitando o queriendo formar parte del mercado.
–¿Por qué?
–Creo que lo que no va a poder imitar la IA son nuestras limitaciones. Todos los defectos que yo tengo como escritor o como guionista no los puede imitar. Y son muchos, pero esos defectos son parte de la auténtica esencia de las historias. Hay algunos escritores que dicen que la usan y eso es algo que no puedo entender, porque para mí lo divertido de la escritura es la escritura en sí, no el resultado. Yo podría no publicar lo que escribo y me lo pasaría igual de bien, porque cuando estás escribiendo lo que te gusta es resolver problemas. Y me ocurre como a los matemáticos, que odian las calculadoras porque les gusta operar por sí mismos. Esto igual, para mí se trata de la escritura en sí, no del resultado. Pero la IA es resultadista y hay mucha gente que solo quiere tener resultados. Yo quiero disfrutar de los procesos con todos sus errores. Por eso me siento más cercano a un artesano que a un artista. Yo no quiero perder el proceso, porque si en el proceso no soy nada.
–Una última pregunta. Si hiciera una película o un libro sobre el verano en Cantabria, ¿cómo lo titularía?
–Empecé a escribir la segunda parte de 'Malaventura' antes de escribir 'Crisálida', y toda la primera parte transcurría en la escuela de surf de Santa Ana. Él título tendría que ver con esa idea, así que la llamaría 'Costa Quebrada'. Me parecen dos palabras muy bonitas y que tienen algo que ver con el uso de la naturaleza com personaje, y que en el caso de mi libro se convierte en un malvado.
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