Casares-Zuloaga: de socios a enemigos
Tras la victoria de 2017 y las elecciones de 2019, la alianza entre ellos se deterioró y se agravó con la lucha por la Delegación del Gobierno
«No hay un momento concreto en el que Pablo Zuloaga y yo nos distanciamos. Fueron la suma de muchas cosas, de muchas decisiones equivocadas. ... Y he aguantado y me he callado por responsabilidad». Pedro Casares no recuerda o no reconoce el instante exacto en el que su relación con el líder del PSOE cántabro saltó por los aires, pero en los últimos siete años sí han existido capítulos muy identificables en los que se gestó un conflicto que, ahora, ha derivado en una batalla interna por el control del partido.
Los inicios de sus carreras políticas fueron casi en paralelo, desde la militancia de base a la responsabilidad municipal -uno en Bezana, el otro en Santander-, pasando por papeles secundarios en la Ejecutiva regional de Eva Díaz Tezanos. Son muchas las fotos en las que aparecen juntos antes de 2017, momento en el que ambos se asociaron para 'matar' a sus padres políticos y encabezar una revolución generacional en el socialismo cántabro. Pero la alegría duró apenas dos años. Tras ganar aquel traumático Congreso y convertirse en los símbolos de ese nuevo PSOE, el momento álgido de su alianza llegó con las elecciones de 2019, los dos como cabeza de cartel, uno en Cantabria y el otro en Santander. A partir de entonces todo fue cuesta abajo.
Las primeras grietas aparecieron cuando Casares sustituyó a Luis Clemente como candidato al Congreso en 2019
La llegada de Ainoa Quiñones a la Delegación y su relevo por Eugenia Gómez de Diego marcaron un antes y un después
Las primeras grietas asomaron con la repetición de las elecciones generales en 2019. Casares, que se había quedado en la oposición en el Ayuntamiento de Santander tras el pacto PP-Cs, quiso dar el salto a Madrid y sustituyó al histórico de UGT Luis Clemente como candidato al Congreso. Un movimiento inesperado en Santander y que no gustó nada a Zuloaga, sobre todo porque suponía disgustar a un sindicato con mucha ascendencia en el PSOE regional y que le había respaldado en el Congreso.
Pero fue a comienzos de 2020, cuando quedaban pocas semanas para el confinamiento por la pandemia, cuando los puentes entre ambos se quemaron definitivamente. Solo unas pocas semanas después de que el PSOE cántabro amenazara al PRC con romper el pacto de gobierno si votaba en contra de la investidura de Pedro Sánchez -un órdago que no llegó a cumplir-, Zuloaga vio como Casares colocaba a Ainoa Quiñones al frente de la Delegación del Gobierno. De nuevo, en detrimento de otro protegido suyo, Eduardo Echevarría. Con la llegada, también en ese momento, de Daniel Fernández a la Portavocía de Santander, todas las piezas del núcleo de confianza de Casares ya estaban colocadas.
Protagonismo
Durante todo el año siguiente, Zuloaga vio desde la Vicepresidencia del Gobierno de Cantabria como Quiñones ganaba mucho protagonismo ejerciendo de altavoz de Sánchez y de las políticas del Estado en la región. En el PSOE observaban los primeros pasos de la delegada con inquietud y desconfianza, sobre todo cuando las posiciones no coincidían o eran francamente contradictorias, como en la crisis de Sniace o la solución a los problemas de seguridad en el Puerto. Era ya tan evidente y público el distanciamiento y la existencia de una bicefalia que hasta el PRC llegó a bromear sobre con quién tenía que despachar reclamaciones como la deuda de Valdecilla o dinero para infraestructuras.
Si hasta ese momento Casares le sacaba ventaja a Zuloaga en estos escarceos por la cuota de poder, el líder del PSOE tomó la revancha en los años siguientes, impulsado por las buenas relaciones que empezaba a consolidar en Ferraz en el entorno de José Luis Ábalos. En 2021 se celebraron un Congreso Federal y otro Regional en el partido. En Cantabria le salieron dos rivales a Zuloaga: para el primero, Teresa Montero; para el segundo, Judith Pérez. Casares no apoyó ninguno de los dos movimientos y Zuloaga reafirmó su posición al frente del PSOE, no sin antes devolver los agravios pasados dejando a Ainoa Quiñones fuera de cualquier representación orgánica.
Aquello fue un aviso de lo que llegaría en diciembre de 2023, cuando el líder socialista maniobró en Madrid para cesar a Quiñones como delegada y sustituirla por una persona de su total confianza: Eugenia Gómez de Diego. Aquello marcó un antes y un después entre dos amigos, dos socios, dos aliados por conveniencia que ahora se disputan el PSOE cántabro.
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