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Beatriz Pellón. Roberto Ruiz
'Match ball' y juego

'Match ball' y juego

Beatriz Pellón | Número 12 del PP al Ayuntamiento de Santander. Es una de las más importantes deportistas que ha dado Cantabria. Ahora lo que quiere es que los santanderinos integren el deporte como una forma indispensable de sus vidas.

Nieves Bolado

Santander

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Martes, 21 de mayo 2019, 07:16

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Cuando hoy ser mujer es una valor en alza, al menos en la foto de las listas electorales, esta santanderina de pura cepa, bregada en el esfuerzo diario, cuyas manos están llenas de callos por los agarres de las raquetas, se ha atrevido a dar el paso definitivo -esta vez en la política- «con la única intención de que Santander tenga lo que se merece en deporte». Número 12 en la lista del PP, nació en 1960 en el seno de una de esas familias de 'El Tenis', pero su camino no ha sido tan fácil como transitar desde el Paseo de Pereda al elitista club.

Si le debe algo a alguien Beatriz Pellón Fernández Fontecha, es a su padre, Jesús, gerente del influyente centro farmacéutico, y a Chicha -Concepción-, su madre, que fue la directora de compras de los inolvidables almacenes Lainz de Santander. Sus pinitos con la raqueta no se sitúan sólo en el club de su niñez y adolescencia, sino «en una terracita que había en casa, donde poníamos unas banquetas a modo de red, y con las palas, jugábamos a una especie de tenis». Nada, o casi nada, es fortuito en esta vida, tampoco en la de Beatriz. Su padre era un virtuoso del deporte que enseguida vio que su niña valía oro. Estudió en el colegio de Las Esclavas de Santander, pero no llegó a bañarse con el uniforme en El Sardi por dos razones: «Porque en cuarto de Bachiller dejé el colegio y porque entonces estas cosas no se llevaban».

Así que con 16 años dejó de mirar la bahía de sus amores para transportarse a la Barcelona de las citas deportivas de primer orden. Entonces no había 'veedores', esos personajes silenciosos que frecuentan los campos de fútbol y las plazas de toros para descubrir talentos provincianos, pero alguien vio que justito al lado de La Magdalena había un brillante en bruto que era necesario pulir. Así que el 'veedor' habló con Jesús y Chicha y les propuso llevarse a la cría a Barcelona, donde se formaban los mejores deportistas de la España que entonces quería deslumbrar en el mundo, al menos, a través del deporte.

El Club de Tenis, donde se formó, le ha impedido ser maestra de nuevos tenistas. El alcalde Piñeiro no quiso perder este brillante ya pulido en las pistas y ahora la candidata Igual ha ido más lejos integrándola en su lista

Después de vacilaciones, quizás algún miedo, y muchas dudas, permitieron que Beatriz entrara en la escuela que el apellido Blume hizo legendaria para formarse con lo mejor de lo mejor. Comenzaba, pues, para Beatriz, una vida de leyenda. Entre 1976 y 1980 estuvo formándose en la élite del alto rendimiento. Volvió a su ciudad con una medallero que haría temblar a cualquier deportista con visos de futuro. Pero como tantos que han salido de su tierra sin ser profetas, Beatriz, cogió sus raquetas, su maleta y su amor propio, posiblemente herido, y se fue a Madrid a triunfar por todo lo alto, al Club de Campo, donde durante 23 años los 15.000 socios que tenía, le mimaron como lo que era, una gran deportista, poniendo todas las raquetas a sus pies. Pero como buena santanderina, le tiraba esa bahía regresó a su tierra y nuevamente 'El Tenis', que posiblemente añoraba los tiempos de la bola negra, volvió a cerrarle las puertas como profesional y docente, «los socios no podíamos ser empleados». Medievalismo en estado casi puro.

Fue entonces cuando al alcalde Piñeiro se le encendió la luz y vio que aquella deportista -internacional en tres especialidades hockey, tenis y panel-, cargada de oro y plata, no se le podía escapar y la fichó la para escuela de deportes del Ayuntamiento de Santander. Introductora del pádel en Cantabria -«¡Lo que me costó convencer a Cotorro y Campos de que este era un deporte con futuro!»-, actualmente dedica su vida a enseñar a los jóvenes a amar los deportes.

Ahora Gema la ha incluido en su lista electoral -número doce- dando a Beatriz 24 horas para admitir o rechazar su propuesta. «Me fundí en un mar de dudas y al final, dije sí, llena de ilusión y ganas de trabajar por esta ciudad, mi ciudad». Sabe mejor que nadie que es muy difícil ser profeta en la propia tierra y no se siente un objeto decorativo en una lista 'cremallera' de hombres y mujeres, y firma en el aire un compromiso: «Si no soy capaz de ayudar a mejorar nuestra ciudad, no hace falta que nadie me eche, me voy yo sola». Sabe que su mayor bagaje es la experiencia y cree que el deporte se ha ido imbricado en la vida de los santanderinos los que le ha hecho una convencida de que «debe sacarse a la calle, donde está la gente». Le da igual que la ciudad, a la que ha cantado alguno de los mejores estribillos de su historia deportiva, no le haya puesto una placa -«la mejor, es la que te pone cada día la gente que reconoce tu trabajo», dice- y aunque sabe que la envidia es el 'otro' deporte nacional, no sufre por haber quedado silenciada en tantos momentos.

Beatriz Pellón Fernández-Fontecha. Quizás en Gran Bretaña ya sería 'Lady' o en Francia miembro de la Orden de la Legión Francesa, pero vivimos en España, en Santander. Es lo que hay en una ciudad «donde por más que usted me pregunte, no encuentro un rincón que no sea bello». Match-ball y juego, campeona.

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