'MISS CANARIAS'Y LA HISTORIA PUNK
Cuenta el periodista Joaquín Bardavío, en su interesante biografía del personaje, que, como el general Francisco Franco Bahamonde se hiciera de rogar ante el golpe ... que contra la República estaban preparando en 1936 varios altos mandos militares, estos dieron en referirse a él, burlonamente, como 'Miss Islas Canarias', por la plaza que entonces tenía encomendada. De este título jocoso pasaría en muy poco tiempo al superlativo 'Generalísimo', como Manuel Godoy en tiempo de Carlos IV.
El Gobierno planifica ahora un desentierro que sólo puede ser la exhumación simultánea del 'Generalísimo' y de 'Miss Canarias'. Pues quien desentierra una moneda saca a la vez la cruz y la cara. En este caso, la exaltación del monopolio personal de la violencia estatal y la idiosincrática maña que explica la longevidad de la dictadura (y de sus anacronías). Aunque algunos querrían inhumar la historia científica de España en el hueco que quede libre en el Valle de los Caídos, convirtiendo la operación en el «alzamiento editorial» de otro relato fantástico más, ideológico como los de la primera hora (que al menos gozaban de la atenuante de las pasiones del momento), quizá sería mejor aprovechar la ocasión para una reflexión más rigurosa sobre la España contemporánea.
La historia es, como recordaba Salvador de Madariaga, «una dehesa de aprovechamiento común», por lo que las apropiaciones particulares vienen a ser privatizaciones partidistas de un patrimonio común, que es el pasado. Madariaga se refería entonces, en su 'España. Ensayo de historia contemporánea', al empeño de los historiadores catalanes catalanistas (pues los hay no catalanistas) en «aprovecharse más que el castellano», al partir siempre del postulado nacionalista que condiciona toda la interpretación de los datos. Así también hay quienes, por la derecha o por la izquierda, quieren «aprovecharse más» que el «castellano» de turno a la hora de considerar la evolución de España. Y así se hace, más que historia, lo que Américo Castro denominaba «improperiología» y nosotros, tomando nota de los sabios juicios históricos del Rey del Pollo Frito, «historia punk».
Dónde acabe el hiperbólico 'Generalísimo', es asunto que imagino preocupará sobremanera a sus deudos y nostálgicos, o a los cazafantasmas que le buscan en Google Maps nuevo reposo, sustituyendo una tumba hoy irrelevante por otra más famosa mañana (se llama 'efecto bumerán': desde mayo las visitas al Valle de los Caídos han aumentado un 50%). Sin embargo, para los españoles puede ser más trascendente dónde termine el tropo 'Miss Islas Canarias'. Señalaba el liberal y exiliado Madariaga: «La política extranjera del general Franco resultó ser en su conjunto menos mala que su política interior, porque en política interior era el general Franco casi omnipotente, mientras que en política extranjera limitaban y aun a veces determinaban el ámbito de su actividad formidables fuerzas que tenían que estimular su prudencia nativa». No obstante, la cuestión es que también la política interior fue eficaz, desde el punto de vista del puro egoísmo de la prolongación del régimen. Y en la aplicación interior de criterios de especulativa prudencia como los que Madariaga observaba en política exterior, el marino santoñés Luis Carrero Blanco desempeñó un papel de primera magnitud. Él fue, según Bardavío, quien aconsejó a Franco destituir a su cuñado Ramón Serrano Súñer, pro-hitleriano. Madariaga, a su vez, reconoce en Carrero el «alter ego» del dictador.
Pero la metáfora de 'Miss Islas Canarias' también apunta a un interrogante histórico: por qué, habiendo fallado durante el primer tercio del siglo XX hasta tres intentos sucesivos de estabilización de la modernización de España (la Restauración, la Dictadura, la República), fue posible después de la guerra civil estabilizar el régimen franquista. Una explicación es que, precisamente, «porque» se había producido la contienda, con su efecto devastador e inmovilizador para los derrotados. Pero sobre esta indudable base de exclusión o «paz de los cementerios» hubo algo más. El maniobrerismo en exteriores evitó que los triunfantes Aliados conquistaran España para restaurar un gobierno republicano (como en vano esperaba desde el exilio el cerebro «largocaballerista» Luis Araquistáin, nacido en Bárcena de Pie de Concha, de familia montañesa por línea materna). Y la habilidad interior mantuvo los equilibrios entre las «familias» políticas de aquel sistema: falangistas, monárquicos, militares, tradicionalistas, catolicistas, tecnócratas. Sin este equilibrio entre facciones y sin algún logro social modernizador (acción social en la que el ministro falangista José Antonio Girón de Velasco, mentor de un joven «camarada» cántabro que llegaría a ser escritor famoso, desempeñó una función principal), el régimen no hubiese perdurado.
Esa España era, ciertamente, una «sociedad del miedo»: de los de abajo a la represión y de los de arriba a la reversión. De ahí la necesidad material y mental de complementos más positivos. En primer lugar, la compensación efectiva de la protección del contrato de trabajo, del cautivo mercado interno, y la seguridad social; en segundo, la compensación simbólica de la «sociedad de la ilusión», con los deportes, espectáculos, loterías y nuevos medios de masas. Con estos dos mecanismos romanos de «panem et circenses», más la crucial válvula de escape migratoria, los españoles sobrellevaron el miedo basal y, últimamente, fueron ellos quienes ejercieron de 'Miss Islas Canarias'. Se dejaron querer y en el momento propicio se manifestaron irreversiblemente por la democracia. Ese fue el verdadero entierro de Franco.
Total, que el Gobierno pronto lo habrá exhumado, pero no, por ejemplo, a sus víctimas de Cantabria que aún yacen en lugares por averiguar (investigadores de la UC estiman que hay un centenar de emplazamientos, de los que solo se han esclarecido unos pocos). Aun en la muerte hay clases: el poderoso conocido sigue teniendo prioridad sobre el humilde por conocer. A este no se le hace el homenaje de dar importancia moral a sus huesos; al otro, sí: sus tibias y peronés son cuestión de estado, 'point d'honneur'. Araquistáin consideraba al final que solo existían dos clases de españoles, los que querían hacer las paces de la guerra civil y los que no. Pronto se cumplirán 60 años de su fallecimiento en Ginebra, pero su clasificación le sobrevive con aceptable salud, debida a nuestra enfermedad.
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