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Domingo, 4 de mayo 2025, 07:33
Mario Mañana, catedrático de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Cantabria, compara el sistema eléctrico con un trazado de carreteras: así resulta mucho más fácil ... de imaginar y entender para el profano. Las autopistas equivaldrían a las líneas que transportan energía a la tensión más alta, conectadas con carreteras 'nacionales' y 'regionales', que conformarían la red de distribución, cada cual con una capacidad distinta.
«En el sistema eléctrico operan varios agentes, por un lado están los generadores y, por otro, dos grandes protagonistas: Red Eléctrica, el 'transportista', responsable de esas 'autopistas' de energía que vertebran España de norte a sur y de este a oeste, y las distintas distribuidoras, que gestionan las 'nacionales' y 'regionales'. Clásicamente, la energía iba de las grandes centrales de generación a través de esas 'autopistas', las redes de transporte, hacia los puntos de consumo, conectados a ellas por las redes de distribución». Apunta que, tras la llegada de las renovables, ese flujo unidireccional de las grandes líneas a la red de distribución ya no siempre es así, y hay momentos en que se invierte, cuando esos nuevos generadores de energía, conectados a las redes de distribución, la inyectan 'aguas arriba', y no hacia el consumidor. Red Eléctrica y las distribuidoras –en Cantabria, fundamentalmente, Viesgo e Iberdrola–, son responsables de la infraestructura de transporte y distribución de la electricidad, pero no de su generación o consumo, áreas, estas últimas, donde se producen habitualmente los problemas –de los que, a menudo, se les culpa injustamente–
Red Eléctrica tiene un doble papel, ya que, además de gestionar la red de autopistas y el transporte es el operador del sistema. «La idea es sencilla, pero compleja su ejecución: la generación eléctrica es un mercado liberalizado, que se regula mediante una subasta. Los generadores ofertan cantidades de energía a un precio mínimo a sobre cerrado, y los grandes consumidores ofrecen, también a sobre cerrado, un precio máximo. El punto en que ambas coinciden marca el precio marginal. Esa es la operación económica, que Red Eléctrica valida si es técnicamente viable». Todo esto puede resultar más complicado, ante la posibilidad de que surja cualquier imprevisto, como un aumento súbito de demanda o una merma de la producción de algún generador. En casos así, Red Eléctrica se encarga de equilibrar la situación, buscar alternativas, acudir a otros suministradores –con los que también hay que ajustar precio– y, en definitiva, asegurarse de que su red pueda transportar toda la energía que se precisa.
En Cantabria, el trazado de las principales autopistas eléctricas se asemeja al de las autovías reales –la del Cantábrico y la de la Meseta–, dibujando una 'T': una línea cruza la región de este a oeste, y otra, de norte a sur, con la subestación de Penagos como corazón del sistema, donde se unen ambas. Por el oeste, la línea conecta con la central térmica asturiana de Soto de Ribera –por señalar un punto de generación de referencia, unido a su vez a la gran red de transporte–;por el este, llega desde los nodos de Güeñes y Abanto, conectados directamente con la central de Garoña. Por el sur, la línea, que pasa por la central de Aguayo, llegaba desde la térmica de Velilla, recientemente desmantelada, integrada en esa red de alta tensión. Estos tres serían los principales puntos de entrada de energía a Cantabria, fundamentales en la recuperación del servicio tras el apagón del lunes.
En total, esas grandes líneas de transporte de energía que dependen de Red Eléctrica forman un entramado de circuitos que en Cantabria tiene una longitud total de 573 kilómetros (241 kilómetros para la tensión de 400kV y 333 de 200kV). La red de distribución, con su capilaridad para llevar luz a todos los hogares, multiplica esas cifras: la infraestructura de Viesgo, que centra su actividad en la región, aunque también opera en zonas de Castilla y León, Asturias y Galicia, tiene casi 22.000 kilómetros.
Así como en la provincia de Guipúzcoa es fácil deducir que su vuelta a la normalidad se debió a su conexión directa con Francia –a través de Hernani–, que le devolvió el suministro, en Cantabria, a falta de una explicación oficial de cuáles fueron las fases para levantar de nuevo el sistema, no es descartable que la progresiva recuperación comenzara desde el este, aunque es sólo una hipótesis.
En vez de imaginar una estructura en árbol, desde el tronco y las ramas hasta las hojas, en el sistema eléctrico hay que pensar en una malla interconectada;el trazado radial corresponde únicamente al último tramo del circuito, el que lleva la electricidad a los hogares. La estructura de red es la que permite, ante cualquier interrupción del suministro, encontrar otro camino para poder hacer llegar la electricidad a la zona afectada por el corte.
El transporte de la electricidad por esas autopistas se hace en alta tensión (400kV y 220kV) porque de esa manera se reducen las pérdidas de energía. Entre esas líneas y los consumidores existen nodos, que son las subestaciones y los centros de transformación. Las primeras, son infraestructuras con interruptores que abren y cierran el paso de la corriente y transformadores para cambiar el nivel de tensión. Los centros de transformación –prácticamente hay uno en cada barrio– también reducen la tensión y permiten que podamos utilizar la electricidad sin peligro: la media de tensión de esa red es de 12kV. y la electricidad en una vivienda es de 230V.
El Hospital Valdecilla pudo continuar su actividad sin excesivos problemas gracias a que disponía de su propio sistema de alimentación. Esto se debe a que la ley establece que las instalaciones donde la seguridad de las personas o la continuidad del servicio sea crítica debe preverse una fuente de energía de seguridad.
Se aplica, por ejemplo, en hospitales, aeropuertos o túneles, que deben disponer de fuentes autónomas como grupos electrógenos o sistemas de alimentación ininterrumpida.
En los edificios de pública concurrencia se exige iluminación de emergencia, que implica contar con un suministro alternativo para garantizarla.
En cuanto a la generación de electricidad, Cantabria está muy lejos de la independencia energética: en el año 2023, su consumo alcanzó los 3.467GWh, y su producción fue de 1.599GWh, menos de la mitad, según datos de Red Eléctrica. El mayor generador de electricidad en la región es la central de Aguayo, una central hidráulica reversible, que puede turbinar en la caída y también bombear el agua a la presa superior, acumulando energía potencial para transformarla en electricidad cuando sea necesario. Generalmente, aprovecha los momentos en que el precio de la luz es más bajo para bombear agua al embalse de Mediajo y produce electricidad cuando se vende más cara. También puede funcionar como soporte del sistema eléctrico. Cantabria cuenta además con otras centrales hidráulicas situadas en saltos de agua, algunas con más de un siglo de antigüedad –y renovada tecnología, por supuesto–: Torina, Urdón, Rozadío,...
Según Red Eléctrica, Cantabria dispone de 803MW de energía instalada o, dicho de otro modo, es su capacidad máxima de producir electricidad. El 45% de esta potencia instalada corresponde a Aguayo –en el gráfico adjunto aparece como 'bombeo puro'–, y el resto de hidráulicas sumarían un 12% de esa capacidad.
La siguiente gran fuente de electricidad en Cantabria es la cogeneración, que se produce en industrias que disponen de este sistema. Consiste en aprovechar el calor residual que se origina en un proceso industrial para mover una turbina y generar electricidad, es decir que la producción de esa energía no es el objetivo primario de la empresa. Su porcentaje, en la potencia instalada, es del 35%.
La potencia instalada no tiene por qué coincidir con la electricidad producida: un equipamiento puede tener capacidad de generar esa energía, pero si no está en funcionamiento no aporta nada. «Es lo que está sucediendo con la cogeneración, que en Cantabria prácticamente ha dejado de funcionar porque no resulta rentable», apunta el catedrático de Ingeniería Eléctrica.
En comparación, las aportaciones del resto de energías es mucho menor: la eólica representa el 4% –en la actualidad, se reduce al parque de Cañoneras y el solitario molino de Vestas en Campoo–; los residuos renovables y no renovables suponen, cada uno, un 1%, como la solar fotovoltaica. En total, la energía renovable suma un 20% de esa potencia instalada.
Estos porcentajes variarán en los próximos años si se siguen las directrices del Plan de Sostenibilidad Energética de Cantabria, que el Gobierno regional prevé aprobar durante este año. El documento fijará topes a la producción de energías en Cantabria por cada fuente de producción. Habrá un máximo de 1.500 megavatios de potencia hidroeléctrica, 700 MW de energía eólica terrestre y 70 MW de fotovoltaica y 50 MW de eólica marina. Este plan estratégico no contempla grandes plantas de generación solar, pero sí se apuesta por ella para zonas rurales y ligada a cooperativas y al autoconsumo. En la eólica marina, aunque no se descarta que haya pequeños proyectos comerciales, la región la impulsará en la próxima década desde el ámbito de la investigación.
Con la vista puesta en 2030, establece una serie de actuaciones para una reducción de alrededor del 25% de la emisión de gases de efecto invernadero, así como alcanzar un 45% de consumo de origen renovable.
Las obras de construcción del polígono eólico de El Escudo, iniciadas el año pasado, ya pusieron fin a un periodo de más de una década sin ningún nuevo proyecto de este tipo en Cantabria. Si las empresas no cambian sus planes y no surgen contratiempos, a lo largo del presente año podrían ponerse en marcha también los trabajos para otros seis parques más: cinco de ellos autorizados por el Gobierno regional y otro más, el de mayor potencia de todos ellos, dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Este último es el de Bustatur, ubicado en el municipio campurriano de Las Rozas de Valdearroyo, que ya ha obtenido los últimos permisos.
Los otros cinco parques que comenzarán a construirse en 2025, según el Gobierno regional, son los de Somaloma-Las Quemadas, Alsa, Cuesta Mayor, Campo Alto y La Costana. Este despliegue de energía eólica supondrá una inversión de más de 300 millones de euros, según los cálculos del Gobierno regional.
Respecto a la energía producida en Cantabria, en 2024, atendiendo a las cifras que proporciona la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), el 31,16% tuvo su origen en la cogeneración (en 2020 era el 69%), y un 28,36% fue hidráulica, Aguayo incluido (en 2020 representaba menos de la mitad, el 11,44%). En ese mismo periodo de tiempo, la aportación del resto de energías ha evolucionado de esta manera: la de residuos ha pasado del 6,73 al 15,75%; la de biomasa, del 6,54 al 12,69%; la eólica ha crecido desde el 6,13% hasta el 10,98%, y el desarrollo de la solar ha incrementado su porcentaje del 0,17 al 1,05%.
En cualquier caso, Mario Mañana se confiesa reacio a hacer balance de esa generación en términos geográficos. «No es posible fijar esos límites, porque no coinciden y no tienen por qué, no hay una justificación. Se trata de que esté distribuido lo más homogéneamente posible, pero las energías renovables están donde están, y hay comunidades que, tradicionalmente, han tenido más peso en algunas que nosotros».
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