Más de 3.000 embarcaciones para convivir en la bahía
La invasión de la canal de navegación al paso de un buque mercante es la mayor situación de peligro que puede originarse | Hasta trescientas embarcaciones de recreo pueden coincidir en la bahía durante un buen día de verano
LAS CIFRAS
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3.000 embarcaciones de recreo -yates, motoras y veleros-, navegan por la bahía de Santander, según la estimación de los entendidos en el sector.
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12 buques mercantes pueden entrar y salir del puerto de Santander en una semana cualquiera.
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80 embarcaciones pone en el agua la escuela de vela del Real Club Marítimo de Santander, incluyendo también en esa cifra las lanchas neumáticas de apoyo.
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50 motos de agua navegan por la bahía, y buena parte de ellas pertenecen a las empresas de alquiler.
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24 frecuencias diarias (y otras tantas vueltas) ofrecen Los Reginas en su servicio de lanchas entre Santander, Pedreña y Somo. Hay que añadir las excursiones turísticas que realizan por la bahía.
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20 idas y vueltas diarias realiza el servicio de lanchas entre Santander y la playa de El Puntal durante toda la temporada de verano.
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11 embarcaciones componen la flota de pesca de artes menores con base en el puerto de Santander.
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87 embarcaciones de recreo se matricularon en Cantabria durante el pasado año.
Desde el puente de mando de un mercante no se alcanza a ver lo que hay justo delante de la proa, la visibilidad empieza cincuenta ... metros más adelante; a veces, según las dimensiones del barco, incluso más lejos. Así que cada vez que Francisco Vuelta, práctico de Santander, entra o sale con un buque del puerto y ve que una motora cruza por delante de él, casi tiene que aguantar la respiración hasta que la ve aparecer por la otra banda. Es habitual escuchar cómo los navíos hacen sonar sus sirenas: los veraneantes pueden pensar que se despiden de la ciudad con alegría, pero lo habitual es que estén avisando para que despejen su camino.
La bahía es un espejo de agua de 22 kilómetros cuadrados en donde conviven más de 3.000 embarcaciones. El catálogo es amplio: los mercantes y los ferris son los barcos de más porte; los siguen, en tamaño, los de Salvamento Marítimo, Guardia Civil, Aduanas, los remolcadores, los pesqueros de arrastre, las pedreñeras, la flota de pesca artesanal, las embarcaciones de recreo -yates, veleros y motoras-, los botes, los barcos de vela ligera, las motos de agua... y se podría seguir con las traineras, piraguas y kayaks, las tablas de paddle surf, las de kite surf y wind foil y cualquier cosa que flote y se pueda propulsar de una u otra manera. Y lo cierto es que, con tanto trasiego, pocas veces se tiene noticia de un incidente grave.
«¿Has oído lo de que Dios existe?», contesta Francisco Vuelta cuando se le pregunta por qué no hay accidentes serios. «Muchas veces es Dios; muchas veces también que tenemos que ir con la motora por la proa de nuestro barco intentando evitarlos, quitando barcos que se quedan en mitad de la canal parados, o sin viento en las velas, o piraguas, o de remo, o botes que están pescando... gracias a eso vamos quitando y abriendo camino».
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Para entender por qué los demás tienen que ceder el paso a un barco grande podría bastar la comparación que hace Vuelta: «Si vas con una bicicleta no te pones delante de un camión aunque tengas preferencia, ¿no?». Es obvio que en la bahía no hay peligro comparable a ser embestido por un coloso de acero de miles de toneladas. Para quien no sea suficiente, ahí está el reglamento de prevención de abordajes -como un código de circulación para barcos-, que en su regla 9, relativa a los canales angostos, indica que los buques de una eslora inferior a veinte metros no estorbarán el tránsito de aquellos que sólo puedan navegar con seguridad dentro de un paso estrecho. Para los menos familiarizados con la bahía hay que recordar que los mercantes, en su camino a puerto, deben recorrer una canal que en algunos puntos no tiene más de cien metros de anchura -un ferri tiene una manga de treinta-, con el muelle de Santander a un lado y el páramo, sin profundidad suficiente, a otro y, por tanto, sin posibilidad de maniobra.
«En un mercante el tiempo es de otra manera: puedo estar viendo que me voy a dar un golpe en cuatro minutos y no puedo hacer nada por evitarlo»
Francisco Vuelta
Práctico de Santander
«En la práctica, es un sálvese quien pueda. Muchos cruzan por la proa porque piensan que no van a tener problema, que hay tiempo, y no se dan cuenta de que en un mercante ese tiempo es de otra manera, porque no hay inmediatez para frenar o cambiar de rumbo: puedo estar viendo que me voy a dar un golpe en cuatro minutos y no puedo hacer nada por evitarlo, todo va mucho más despacio. Si vemos que en una maniobra vamos a tener un obstáculo delante, sólo podemos pitar y que se aparte el obstáculo», explica.
El verano es la época más conflictiva, cuando todo el mundo echa su barco al agua. José Antonio Ortiz, en la gasolinera de Marina del Cantábrico, dice que durante estos meses «las ventas de combustible pueden aumentar un 80%». «En invierno atiendo a tres o cuatro barcos cada día; ahora son cien o doscientos».
Hay que puntualizar, no obstante, que aunque haya esos miles de embarcaciones -Jaime Piris, de Yates & Cosas, es el que calcula que puede haber unos 3.000 barcos de recreo en el ámbito de la bahía-, no todas salen a navegar al mismo tiempo. «El día perfecto, un sábado increíble de buen tiempo, en pleno verano, lo más gordo que podríamos encontrar son doscientos o trescientos».
Según Piris, el balance de accidentes -o la ausencia de ellos- en la bahía «es una muy buena medida para saber si es peligrosa la navegación y cómo es la convivencia. Creo que en Santander se respetan muy bien las normas, y la gente está concienciada y bien formada. Yo no tengo noticias de incidentes con barcos de marina mercante, y mira si podría estar recibiendo multitud de vídeos y comentarios si sucediera algo, y creo que no pasa. Quizás haya puntos algo más conflictivos, como el tema de El Puntal, donde igual hay que controlar un poco más, pero no deja de ser algo parecido a las fiestas y los coches: el otro día, por ejemplo, hubo un control de alcoholemia en el Alto Miranda después de las fiestas de Tetuán y no hay más problema».
«Creo que en Santander se respetan muy bien las normas, y la gente está concienciada y formada. No tengo noticia de incidentes con mercantes»
Jaime Piris
Yates & Cosas
En su opinión, una buena formación es la manera más sencilla de mejorar la seguridad en el mar. «Lo que yo haría sería permitir que conseguir una licencia básica siga siendo fácil: que no haga falta un examen de patrón como el del PNB o el PER, pero tampoco puede ser que en una hora de formación obtengas el título. Se necesita una formación de dos o tres días completos para que te den la licencia sabiendo unas normas. Es lo mismo que sucede con los patinetes eléctricos: también es necesario conocer las normas de tráfico y circulación para no generar accidentes».
Esa formación es la que echa en falta Celestino Trueba, patrón de las pedreñeras de Los Reginas, que durante el verano refuerza el servicio a la playa de El Puntal. «No es que la bahía esté saturada de barcos: está saturada de gente que lleva mal un barco», opina.
«No es que la bahía esté saturada de barcos: está saturada de gente que lleva mal un barco. El mar es un medio hostil y hay que tener cuidado»
Celestino Trueba
Patrón de Los Reginas
«Creo que no pasa más sobre todo porque los que entendemos un poco más del tema de estar en la bahía somos un poco ángeles custodios y evitamos también muchos percances. Hay mucha gente que lleva mal los barcos, que no mira y no tiene cuidado; los veleros de la escuela de vela van a lo loco, ven un barco y no se apartan: aunque ellos tengan preferencia, en el mar tienes que estar vigilando todo lo que tienes alrededor, no es que tengas preferencia y eso te exima de cualquier responsabilidad. El mar es un medio hostil y hay que tener mucho cuidado».
«Hay dos o tres semanas complicadas a finales de julio y principios de agosto, cuando más embarcaciones hay en la bahía -indica Santiago López-Vázquez, director del Club Marítimo de Santander-; cuando hay cursillos de la escuela de vela intentamos escalonarlo: si hay marea, es más fácil convivir todos porque hay más espacio; si no, es más complicado. Siempre estamos en coordinación con tráfico marítimo, controlando el tráfico de mercantes para no interferir en la canal de navegación». Apunta que, en los momentos más intensos, el Club puede tener casi medio centenar de barcos en el agua.
López-Vázquez reconoce que «hay muchísimo tráfico» en la bahía y, por tanto, la posibilidad de que haya accidentes es alta, «pero no pasa prácticamente nada». Él no piensa que sea cuestión de milagros: «Por nuestra parte, la gente que se forma aquí tiene bastante control. Además, aunque no lo parezca, hay muchísima coordinación: Guardia Civil, control del puerto, Salvamento Marítimo, Capitanía Marítima... Somos una bahía pequeña, pero también hay muchos medios mirando y mucha gente profesional que quizás no se vea pero hace que las cosas funcionen». A su juicio, son las motos de agua, «que van muy rápido y a veces protagonizan algún incidente, algún abordaje», las que provocan más situaciones peligrosas.
«La bahía se carga bastante pero, si todos tenemos un poquito de sentido común, el verano se termina sin disgustos y sin sustos»
Ángel Estébanez
Ocean Jet
Ángel Estébanez, responsable de Ocean Jet, empresa de alquiler de motos acuáticas, es consciente de la mala prensa que tienen estas embarcaciones, pero él tiene argumentos de sobra para rebatir las críticas. «Es la embarcación más versátil y con más capacidad de reacción de las que se pueden mover por el mar. Esa mala prensa la pueden haber generado las personas que manejan estas embarcaciones de manera temeraria, como puede ocurrir con lanchas y fuerabordas, con capacidad de mucha aceleración y de alcanzar velocidades altas, pero son particulares que no están debidamente regulados ni controlados».
Estébanez repasa todas las medidas de seguridad que cumple su negocio, en el que los clientes reciben una formación básica, salen acompañados de un monitor, navegan por recorridos marcados por Capitanía Marítima, con motos con potencia limitada y que deben guardar una separación de cincuenta metros entre ellas. «La bahía se carga bastante en esta temporada, pero si todos cumplimos el mínimo de seguridad y tenemos un poquito de sentido común, el verano se termina sin disgustos y sin sustos».
«Nosotros tenemos un negocio y damos un servicio; los que molestan son los particulares», insiste. Otra cosa es quien, sencillamente, tiene manía a las motos de agua. «Eso es como los que van a los pueblos de vacaciones y les molesta el olor a boñiga, y quieren que no saquen las vacas. Todo el mundo tiene derecho a disfrutar del mar».
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