Los rescates más singulares de un verano «frenético»
Emergencias. Encontrar a un fallecido por su mochila reflectante o pasar la noche en el monte con una pareja accidentada: así son los casos que han marcado la temporada
A falta de que el Gobierno ofrezca los datos oficiales al cierre de septiembre, lo que ya se sabe es que a mediados de verano ... el servicio de emergencias ya había rebasado la cifra de rescates de todo el pasado año. Turistas nacionales y extranjeros han llegado en masa a la región y se han sumado a todos los cántabros que han subido más que nunca a la montaña, que se han bañado en ríos y playas, y que se han accidentado de todas las formas posibles. Ha habido que salvar la vida de personas enriscadas en el monte, de gente desorientada, de excursionistas precipitados en acantilados, en riesgo de ahogarse o de quienes practicaban deporte aventura. Son situaciones que han mantenido a los bomberos y rescatadores del Gobierno en alerta continuada.
«Ha sido frenético», cuenta Miguel Rodríguez, jefe de bomberos del parque de Tama, que relata dos de los casos que más recuerda de este verano por su dificultad o singularidad. El primero de ellos fue el que terminó con la muerte de Johan Herman, un senderista holandés de 70 años, desaparecido el 17 de junio en Picos de Europa. «Aquel caso no lo olvido. Tanto la víctima como su mujer estaban descendiendo desde el mirador del cable. Ella decidió bajar en el teleférico pero él dijo que lo haría andando;pero pasadas las horas, cuando casi se había hecho de noche, ella avisó a emergencias porque no terminaba de aparecer», recuerda el responsable de los bomberos de Tama.
Apenas comenzada la búsqueda se hizo de noche. «No encontraron a nadie ni tampoco rastro del hombre, y en nada cayó el sol. No podíamos usar el helicóptero y no había manera de seguir. Entonces se me iluminó la cabeza». No sabían si Herman estaba vivo o muerto por lo que el tiempo apremiaba. «La mujer me enseñó un vídeo del hombre en el que se le veía una mochila con bandas reflectantes y entonces se me ocurrió hacer el camino de bajada iluminando las cunetas. Les dije a los compañeros que si veían algo brillar, que buscaran allí. Yasí le encontraron, lamentablemente ya fallecido», recuerda Rodríguez.
Hubo un segundo caso que marcó este verano, el del excursionista alemán herido grave tras despeñarse 30 metros en la vía ferrata de La Hermida el pasado 18 de junio. «En este caso iba acompañado de otro compañero y dos chicas. Confundieron el camino al descender y la víctima se acercó a un lugar peligroso y se precipitó». Sufrió un fuerte traumatismo en la cabeza que le fracturó un pómulo y «tenía la rótula totalmente arrancada». Los dolores eran insoportables. «Lo primero que hicimos fue bajar con el médico y estabilizarle porque estaba sufriendo muchísimo», recuerda Rodríguez. «Tuvimos un susto tremendo porque le pusieron fentanilo para el dolor y entró en parada. Pero con adrenalina recuperó y se estabilizó». Los ejercicios para sacarle en grúa con el helicóptero fueron muy delicados. «Hubo que trasladarle primero a otro punto porque donde se encontraba, en un saliente de roca, era muy difícil izarle porque por arriba había más rocas y vegetación que impedían poder subirle». Resultó un rescate muy complejo en lo técnico y también muy largo.
Los rescates
Senderista 17 de junio
Picos de Europa
Un holandés de 70 años fallecido fue localizado por la noche gracias a que llevaba una mochila reflectante
Excursionista 18 de junio
Vía ferrata de La Hermida
Un alemán se precipitó más de 30 metros y tuvo que ser evacuado con dificultad con el helicóptero.
Parapentista 17 de julio
Playa de Gerra
Un parapentista pierde el control del vuelo y se estampa contra los acantilados. Le evacúan en helicóptero
Senderistas 24 de agosto
Los Collados del Asón
Los rescatadores tuvieron que pasar la noche con una pareja accidentada y evacuarlos al día siguiente
Más espectacular, al menos por la cantidad de personas que lo presenciaron en medio de la playa de Gerra (San Vicente de la Barquera), el 27 de julio, fue el tremendo golpe que sufrió un parapentista francés de cuarenta años que se precipitó sobre los acantilados cuando una racha de viento le hizo perder el control del vuelo. «Se dio muy, muy fuerte. Tenía las muñecas rotas, lo mismo que los tobillos, la pelvis, la cadera y varias costillas... Estaba pasando unos dolores fuertes porque encima no podía moverse al estar metido en el saco del parapente», cuenta Miguel Gómez, rescatador del helicóptero del Gobierno de Cantabria.
«Teníamos que actuar rápido porque estaba en una zona de la que podía caer en cualquier momento, y era peligroso porque teníamos que sacarle en la aeronave y con los parapentes es complicado, porque puedes inflar la vela y hacerle volar de nuevo sin control». Fue un trabajo minucioso para desabrochar todo el cordaje y colocarle en la camilla, que luego se evacuó con seguridad con la aeronave. «Estábamos en medio de la playa, con las miradas de toda la gente y con el peligro que supone meter un helicóptero en un sitio así», recuerda Gómez, que evoca otro de los rescates curiosos de este verano, en este caso, sin daños personales.
Fue el 24 de agosto en los Collados del Asón, en Arredondo. «Una pareja se había extraviado y el hombre había sufrido una fractura de tobillo. Como era cerca del ocaso, el helicóptero ya no podía volar y entonces tomamos la determinación de que los rescatadores les llevaran comida y agua y todos se quedaron a dormir en una cabaña que había en el monte». Fue el colofón a un día en que habían efectuado cuatro rescates importantes.
«Aquel día –recuerda– fue agotador». A la mañana siguiente el helicóptero los evacuó. Y son sólo algunas de las intervenciones más relevantes de este verano, que ha sido uno de los más complicados para los servicios cántabros de rescate.
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