Sergio López-Rivera
El maquillador cántabro, ganador de un Oscar en 2021 por su trabajo en la película 'La madre del blues', sueña con regresar a Cantabria para disfrutar de un largo verano
Aunque hace más de 30 años que abandonó Santander para perseguir el sueño de ser maquillador profesional, Sergio López-Rivera regresa siempre que puede a ... Cantabria, en especial para disfrutar de las Navidades y del verano con su familia y amigos. Por el camino le dio tiempo a conseguir algo que muy pocos logran: ganar un Oscar de la Academia de Cine estadounidense en 2021 por su trabajo en la película 'La madre del blues'. Asentado en Los Ángeles, este año no ha podido cumplir la tradición, lo que, reconoce, hace que eche aún más de menos Santander.
–Este año no le hemos visto disfrutando de su bahía favorita.
–En los últimos años, por cuestión de trabajo, he venido más en Navidades porque eran más populares en mi familia. En verano voy cada dos o tres años, y lo echo mucho de menos. En mi pensamiento todavía persigo esa ilusión de tener un verano allí de esos de tres meses, de los que teníamos cuando éramos niños. Siempre me digo que cuando me jubile lo tendré. Tendré un verano de esos en los que incluso te aburres, en los que te aburres de pasarlo bien (ríe).
–Mucho pide usted…
–No, porque me voy a jubilar dentro de poco y tengo decidido mudarme a vivir a España.
–¿Y eso? ¿Va a dejar usted la Meca del cine?
–Sí, porque ahora mismo las cosas no están demasiado bien. Primero fue la pandemia, luego llegaron las dos huelgas brutales de guionistas y de actores y este año los incendios de Los Ángeles. Se ha juntado un montón de cosas y ahora mismo hay un poco de pánico en la industria porque son cambios sísmicos. Hay una crisis de confianza en la industria y entre eso y el ambiente político y todo lo que está pasando en Estados Unidos, que es superdeprimente, voy a coger una prejubilación y mi marido y yo nos mudaremos a Madrid el año que viene.
«Desde niño me llamaba la atención lo bonito que es Santander. Es una ciudad sencillamente espectacular»
–Entonces tendrá Cantabria a cuatro horas…
–¡No me lo recuerdes! Eso va a ser lo más lo más chocante para mí, tener a mi familia y mis amigos tan cerca. La facilidad de coger un tren y plantarme en Cantabria, en Valencia o donde sea… Es algo que me apetece mucho y tengo mucha curiosidad y mucha ilusión por saber qué pasará una vez que cierre este capítulo de mi vida.
–¿No echará demasiado de menos los rodajes?
–Voy a ir a Madrid porque voy a seguir trabajando. Cuando me salga una película con Violet Davis cogeré el avión y me iré a donde tenga que ir, pero ya será otra cosa, otro ritmo. Estos próximos tres años voy a estar yendo y viniendo, pero mi casa y mi paz estarán en España.
–Santander y sus veranos le estarán esperando, aunque llueva o sople el sur.
–En Santander parece que la gente nunca está contenta. Si hace calor, porque hace mucho calor, y si llueve, porque llueve (ríe). Esa conversación es parte del tejido social. Pero haga el tiempo que haga lo disfrutaré, porque siempre recuerdo que ya desde niño era consciente y me llamaba la atención lo bonito que es Santander. Es una ciudad sencillamente espectacular.
–Que lo diga usted, que ha viajado y visto tantos lugares, le da más valor…
–Solamente por haber viajado un poquito fuera de Santander o de España, al volver te das cuenta de eso. Es que Santander es mil veces mejor que Mónaco, que Niza, que cualquier sitio. Es preciosa, es maravillosa. Sus luces, sus colores, la naturaleza, el agua, las playas y las rocas, los barcos… Lo tiene todo.
–¿Qué recuerdos tiene de sus veranos en Cantabria?
–Me acuerdo de intentar hacer mis pinitos con el windsurf en la playa de Los Peligros. De cogerme la lancha para ver los fuegos artificiales desde la Bahía, y también de las hogueras de San Juan. Tengo unos recuerdos tan bonitos… Me acuerdo mucho de las playas, porque me encanta El Puntal pero también la Arnía y en general todas las playas de la zona de Costa Quebrada.
«Los colores de esta tierra son el azul del mar, el verde de las montañas y el dorado de las playas»
–Queda claro que es usted más de costa que de montaña.
–Sí, para mí el mar siempre gana, pero el interior de Cantabria también me encanta. Disfruto mucho de la paz de las montañas, y los árboles también me cautivan. Si tengo ansiedad, preocupaciones o lo que sea, me doy un paseo por un bosque y al salir ya está, se me quitan todos los males.
–El próximo verano que venga va a notar que hay más gente de la que recuerda. Cantabria está de moda.
–Creo que el auge de gente en Cantabria y Santander en verano es una circunstancia temporal, del verano. Eso hace que en esos meses no haya quien saque el coche y que haya otros problemas debido a la cantidad de gente que hay, pero es una cuestión puntual. En cuanto acaba el verano y cambia el tiempo ya no hay tanta gente. Así que esa meteorología que cabrea a tanta gente es lo que nos protege, y además esto no sería tan bonito si no fuera precisamente por ese tiempo que tenemos.
–Usted es un artista y de colores entiende bastante. ¿Cómo definiría el cromatismo del verano cántabro?
–En Cantabria siempre hay todo un universo entre el verde y el azul, con todos los colores que hay en medio. Si pones una banda de color azul en un lado y otra banda de color verde en el otro y empiezas a mezclarlos hacia el centro, te vas a encontrar con todos los colores del agua del mar y del cielo de Santander, y se van a tocar con el verde de las montañas, que es un verde que casi te hace daño a los ojos, un verde que está vivo, que es único. También está la arena de las playas, ese color cálido y dorado en contraste con el color azul y el verde.
–¿Cómo recuerda los veranos de su niñez y su juventud?
–Siempre quedaba en Puertochico con mi amigo Ricardo Pascual y nos dedicábamos a dar el paseo de turno, a tomar unos vinos y también unos pinchos. Cuando salíamos íbamos a bares como El Emboque, La Calle, toda esa zona de Cañadío y la calle del Martillo. Otros días quedábamos por la mañana para coger la lancha e íbamos a El Puntal. Ahora mismo es lo que más añoro, ese lujo que teníamos entonces, que era tener tiempo. Nos daba tiempo a hacer de todo e incluso a aburrirnos. Ahora, en mi madurez, he descubierto que el aburrimiento es importante. Que tiene un punto terapéutico.
«Cuando traigo a mis amigos norteamericanos no se esperan lo que se encuentran aquí. Alucinan, se quedan boquiabiertos»
–También echará de menos la gastronomía cántabra. ¿Cuáles son sus recomendaciones en la materia?
–Soy muy fan de La Mulata, que tiene un revuelto de langostinos que es una maravilla, y también me encanta su salpicón. También del Asador de Aranda para tomarte unos riñones de cordero impresionantes. El bacalao con tomate de El Riojano también es espectacular. He tenido el placer de traer a muchos amigos míos a Santander y de verles las caras cuando comen. Ellos piensan más en lugares como Madrid y Barcelona y no se esperan lo que se encuentran aquí. Alucinan, se quedan boquiabiertos.
–A este paso vamos a tener que nombrarle embajador honorífico...
–¡Que va! Santander enamora por sí misma. Siempre hago con ellos el paseo por el frente marítimo hasta el Faro, que es mi preferido, y no se pueden creer que esto sea tan bonito.
–Más allá del trabajo y de su amor por su tierra, ¿no echará algo de menos California después de vivir tantos años allí?
–Va a ser un cambio importante, pero lo afronto con ilusión. Tienes que ponerte en la mentalidad de un de un chico gay que cuando que se dio cuenta de que era así también se dio cuenta también de que el ambiente que le rodeaba era un poco peligroso. Yo me fui de aquí con la idea de poder salir al mundo para vivir libre. Para tener una perspectiva distinta, para saber quién soy. Me vine aquí a finales de los años 80, al lugar en el que se hacían las películas y donde era estaba aceptado ser homosexual o cualquier otra cosa. Era en la promesa de América. Aquí me encontré auténticamente a mí mismo y he podido vivir mi vida a mi manera.
«Las cosas en América nunca han sido increíbles para todo el mundo, este país ha sido increíble solo para cierto grupo de gente»
–¿Qué ha cambiado?
–Ahora se han cambiado de posiciones los dos países, y por eso estoy prácticamente huyendo de Estados Unidos. Y me lanzo a los brazos de una nación como España, que ha cambiado tantísimo en los últimos 40 años. Ahora mismo es irreconocible con los derechos que hay en el colectivo LGTBQ, con los planteamientos con el cambio climático, con las leyes.
–¿Qué está pasando en Estados Unidos?
–Lo que Trump está haciendo con los derechos humanos en este país es vergonzoso. Nosotros tenemos la suerte de poder tener un plan B y por eso nos vamos a España, pero aquí hay mucha gente que no tiene esa oportunidad. Las cosas en América nunca han sido increíbles para todo el mundo, ¿sabes? América ha sido increíble solo para cierto grupo de gente.
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