«La situación de la mujer es el mayor cambio vivido en la sociedad española»
Mujer pionera en las Cortes, en el cargo de ministra o en la Alcaldía de Sevilla, presenta sus memorias en el Ateneo Soledad Becerril Expolítica
Ha sido prudente escribiendo y lo es hablando. Alejada de la actualidad política, prefiere pasar a la siguiente pregunta si toca valorar las andaluzas o ... pronosticar si habrá elecciones generales anticipadas. «Ya no estoy ahí, no tengo datos». Y tanto que ha estado. oledad Becerril (Madrid, 1944) fue diputada ya en el 77 y primera mujer ministra (de Cultura, en 1981) ya como Monarquía parlamentaria. También primera alcaldesa de Sevilla y, posteriormente, defensora del pueblo. Hoy estará en el Ateneo (19.30 horas) para hablar de 'Años de soledad', un libro de memorias. Hablará de eso y de la «vinculación antigua, histórica y familiar con Cantabria». De madre santanderina cuenta que, en casa, «siempre se habló de la montaña».
–'Años de soledad' es el título. ¿Tiene que ver con la soledad al dejar la primera línea?
–No. Se siente una sola en los momentos en que hay que tomar decisiones importantes. Una es responsable de la decisión, del sí o del no, aunque tengas quien te ayude. Al final, tú eres la persona que decide.
–En política ha sido la primera en casi todo. Leí que le ha salido un libro «muy feminista».
–Eso me han comentado. Pero más que eso lo que me dicen es que se nota que está escrito por una mujer. Supongo que una se fija en cosas distintas, tiene una sensibilidad para algunos problemas más acusada que un hombre... En fin, que, afortunadamente, se nota.
–¿Pero se considera feminista?
–No he pertenecido a ninguna organización como tal, pero creo que, junto con otras muchas, hemos dado muchas batallas por avanzar, por suprimir desigualdades... Por lograr la equiparación en derechos.
–¿Tuvo que aguantar mucho por ser mujer pionera en política?
–Yo no sufrí discriminación y creo que mis compañeras de aquellos años en las primeras legislaturas, tampoco. Trabajamos en lo que queríamos, en lo que creíamos que podíamos ser útiles, en las materias que conocíamos... Pero el ser tan pocas –en el 77, en la legislatura constituyente, éramos 21 diputadas– indicaba claramente que era muy difícil llegar a la vida pública, a las Cortes Generales.
–Algún comentario sí que había...
–Sí, comentarios un poco frívolos. Más bien superficiales. Más que pensar o considerar lo que una hacía o decía, se centraban en el aspecto físico o la indumentaria, el vestuario... Era algo en lo que se fijaban. Algunos colegas suyos de la época.
–¿Los periodistas?
–Sí. También
–¿Y sigue siendo la política un territorio más 'fácil' para el hombre?
–Ahora la presencia en Congreso y Senado está muy proporcionada. En los cargos públicos de comunidades autónomas también. Y en la vida profesional. Ha cambiado mucho la situación de la mujer. Ha sido un gran avance a partir de la Constitución. Desde el punto de vista sociológico es el cambio más grande que ha habido en la sociedad española. Pero quedan muchas cosas. Y hoy las mujeres se encuentran con otros problemas. Uno, como vemos, muy grave es la violencia hacia ellas.
«La transición nos ha proporcionado los mejore s años de la historia de España»
–¿Hizo huelga el día 8 de marzo?
–Estoy apartada de la vida pública. Terminé mi mandato como Defensora del Pueblo y este último año he colaborado con alguna ONG y he escrito el libro. Pero mi vida pública ya la di por concluida cuando pensé que había llegado el momento.
–¿Pero apoyaba el planteamiento?
–Ya no apoyo nada. Estoy apartada. Lo que tengo son otros instrumentos. Puedo escribir, dar conferencias, impartir clase... Tengo otras herramientas para decir lo que pienso.
–¿Y si le pregunto por la campaña electoral en Andalucía?
–He participado en unas cuantas, pero ahora estoy distanciada del día a día. En todo caso, me preocupan otras cuestiones. Fundamentalmente, pensando en el futuro próximo, dos. Una, el nacionalismo. El que hay en la izquierda y en la derecha. Que lo hay. Que lo hay en Estados Unidos, en la Unión Europea, en España. Es un retroceso. Creer que todo lo que viene de fuera, que el que viene de fuera o el extranjero, es peor, es de otra condición y hay que ponerle fronteras, vallas y muros. Y que lo propio es mejor. Me preocupa eso y el que haya un gobierno en España, en la comunidad autónoma de Cataluña, que piense y gobierne no para todos, sino para una minoría. Es muy grave, muy importante.
–Da la sensación, como espectadores de la política, que hay demasiada avaricia. Que se cede poco.
–En las grandes cuestiones, lo más indicado es llegar a un acuerdo. En los grandes asuntos que hay que resolver para tener una convivencia pacífica, porque la democracia es convivencia, es muy preciso llegar a acuerdos. Y hay que tener dosis de generosidad, también de inteligencia, y saber mirar al futuro, al largo plazo. No es el día a día, es mirar sobre el devenir de la nación y el futuro de los ciudadanos. Los acuerdos son necesarios y convenientes. Cuando yo era joven participé en muchos y muy importantes. La transición fue un gran acuerdo.
–¿Y qué opina de la corriente que pone cada vez más en tela de juicio el relato de la transición?
–Yo participé, pero además he leído a historiadores españoles, a personas muy solventes –y no españoles también–, decir que fue un periodo extraordinario. Que fue un acierto. Con la dirección que marcó el Rey y con el papel muy importante del presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, pero seguidos, animados y empujados por la inmensa mayoría de los españoles. Y aquella decisión, ese tránsito nos ha proporcionado los mejores años de la historia de España.
–¿Esa fue la etapa más interesante de su carrera profesional?
–Los tiempos más intensos, los vividos más intensamente, fueron los de alcaldesa. Una alcaldesa lo es las 24 horas. No puede tomar un día libre y no hay una hora en la que no tenga que responder a un problema de un ciudadano. Pero cada etapa de mi vida pública ha tenido su afán y su mucho de pasión por mi parte.
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