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El Soplao, dos décadas de visitas y cuatro millones de asombros
La cueva, que se abrió como recurso turístico en 2005, alcanza los veinte años habiendo estabilizado en más de 200.000 la cifra anual de turistas
Es posible entrar en la cueva de El Soplao con la duda del qué me voy a encontrar, pero es indudable que se saldrá con ... la boca abierta. Ya van casi cuatro millones de personas que, al acabar cualquiera de las modalidades de visita (el recorrido en trenecito más sencillo o alguna de las opciones más aventureras), ha comentado su asombro por unas galerías que primero fueron mineras y, actualmente, son uno de los tractores turísticos de Cantabria. La enorme cavidad -que se extiende por terrenos de Herrerías, Valdáliga y Rionansa- cumple este mes 20 años abierta al público y, en su balance, conviven la ambición de los alcaldes de la zona que quisieran que hubiera generado más movimiento y el discurso oficial que el consejero de Cultura Luis Martínez Abad avanza así: «Es un ejemplo de turismo responsable donde se mezclan ocio e investigación con magníficos resultados».
También es modelo de colaboración público privada. Porque fue SIEC la constructora que acondicionó la cavidad entre 2004 y 2005 «a un ritmo inhumano» y, después, la firma de Juan de Miguel se quedaría con su gestión por medio de una sociedad creada ex-profeso, Turismo del Nansa (Turnansa). La Administración regional, por su parte, dirige toda la parte social y científica, lo que significa que se ocupa de su promoción y de su estudio con tan solo cinco trabajadores en nómina en la actualidad, según fuentes oficiales. Entre ellos, un director recién nombrado Gustavo González que coge el testigo -por este orden- de Fermín Unzúe (el encargado de ponerla en marcha en su día), de Jacobo Jofre, de Alfredo Argumosa y de Juan Carlos Ruiz Jimeno, todos sus responsables a lo largo del tiempo.
Si hablamos de números, El Soplao está aún lejos de los del Parque de la Naturaleza de Cabárceno (recibe anualmente una tercera parte de los visitantes que pagan entrada en aquel), pero está al nivel (ahí, ahí en cifras) con los interesados en la neocueva de Altamira, un complejo donde la cueva original es Patrimonio de la Humanidad desde 1985. La cavidad del Nansa ha logrado sumar cada ejercicio alrededor de 200.000 visitantes, con algunos años algo más flojos. En estas dos décadas, su mejor año fue 2017, cuando recibió 241.683 visitantes y, el peor, lógicamente, el 2020 de la pandemia (bajó hasta los 108.710).
Pero esta empresa es especial, sobre todo, por la cantidad de ramas que le salen en varias direcciones. De un lado está su pasado minero, que da para escribir libros de historia. De otro, su interés geológico, que se explora por medio de convenios con prestigiosas universidades. Más aún: allí se descubrió un yacimiento de ámbar de importancia mundial en 2008 y de formar paralela a la investigación paleontológica se están catalogando los insectos hallados en su interior. A día de hoy se mantienen líneas de investigación con las universidades de Cantabria, Barcelona , Complutense de Madrid y Almería. Es frecuente encontrarse una referencia a El Soplao en revistas especializadas, además de que se sigue tipografiando la cavidad.
Al lugar se le ve tanto potencial que, en todo su ciclo vital, han sido numerosas las ideas surgidas para seguir elevándolo: que si se podría completar con un parque temático de la minería, que si podría construirse un un teleférico desde el pueblo de Celis, que si pide a gritos un museo del ámbar... De momento, ninguno de estos planes va para delante. Lo que no quiere decir que no se hayan abordado inversiones de menor calado desde la apertura. Por ejemplo, se acaba mejorar el recorrido de la ferrata minera en la antigua mina de La Florida. Esta es la única ferrata subterránea de España y la única en Europa con dos tirolinas y un puente tibetano subterráneo. También están previstas obras para contar con una salida de emergencia por la bocamina de Cereceo y en las vías del tren minero.
Esta cueva ha sido protagonista, por otra parte, del ensayo de una publicidad innovadora para la norma cántabra, basada en la organización de conciertos para grupos de 300 personas. Ha habido casi uno al año (se han celebrado 18 en total) con artistas como Ainoa Arteta, Víctor Manuel, Los Secretos, Teresa Berganza, Nando Agüeros, Diana Navarro, Loquillo, Pablo López y Ara Malikian, por citar solo algunos. El de Bertín Osborne en 2016, que provocó una denuncia por su coste, fue uno de los más sonados. Y ya metidos en nombres: la lista de personas conocidas que han querido pisar este espacio deslumbrante está nutrida. Algunas son estas: los ahora Reyes de España Don Felipe y Doña Leticia, en 2009. El presidente del Gobierno Felipe González, el expresidente de la Generalitat catalana Pascual Maragall y el recientemente fallecido Pepe Mújica, expresidente de Uruguay, que la visitó guiado por Revilla.
Apertura por etapas
En su día, la cueva se abrió por etapas. Hubo una inauguración oficial el 1 de julio, en la que las autoridades competentes (el presidente Miguel Ángel Revilla y su consejero de Cultura, Javier López Marcano, básicamente) agotaron los adjetivos superlativos, absolutamente entusiasmados. Eran otros tiempos: el acto central consistió en una misa cantada por la Coral Salvé de Laredo y un recorrido por la cueva que causó sensación entre los 300 invitados. En la comitiva iban diputados de la región, alcaldes de toda Cantabria y gentes del mundo empresarial y cultural. Se esperaba que acudiera alguien del Gobierno central, pero no se presentó nadie. Eso sí, a Revilla le acompañó Alberto Aza, jefe de la Casa Real por entonces. Y el hombre del tiempo de RTVE del momento, José Antonio Maldonado, referencia de la información meteorológica del país en los primeros años 2000, dio las previsiones del día desde allí.
Durante la semana fueron pasando por allí otros grupos de interés para el Ejecutivo, (empresas turísticas a las que había que mostrarles la joya, vecinos de los ayuntamientos del entorno para que constataran por sí mismos las posibilidades, instituciones varias...) hasta que el día 6 de julio se dio acceso al pueblo llano. En el primer día de actividad normalizada, recorrieron la cavidad más de un millar de personas: las 1.130 que habían sacado su entrada con antelación y todos los espontáneos que se presentaron. Era un miércoles y las crónicas relataron que se montaron caravanas de coches para llegar.
Un empeño muy personal
El Soplao fue un empeño muy personal de López Marcano, que siempre confió en que aquella «maravilla geológica» pegaría fuerte y podría brindar alegrías de sobra a una comarca muy ganadera en unos años en los que ya se veía cercana una reconversión de ese sector. 20 años después, quien fuera consejero de Cultura no retrocede ni un milímetro en el entusiasmo por la que un día calificó como 'niña de sus ojos': «El Soplao es tal como lo preví, uno de los grandes colosos de las instalaciones públicas turísticas de Cantabria junto con Cabárceno y Altamira y, en otra dimensión, Fuente Dé».
El diputado regionalista (que, por cierto, da nombre a un insecto hallado en el ámbar, ya que uno de los entomólogos le clasificó como Cantabroraphidia marconoi y tiene hasta su propia entrada en Wikipedia) defiende que la apuesta política por convertir la antigua mina en un polo de atracción era algo que «merecía mucho la pena». El plan le tocaba la fibra porque combinaba el reconocimiento a la gente que dio vida a la explotación minera y, al tiempo, «rinde tributo a nuestra historia geológica. El pasado de Cantabria está lleno de aventuras mineras y este es un punto especial porque reúne paisaje y paisanaje, además de sus otros muchos valores».
El gran impulsor de El Soplao coincide «parcialmente» con los alcaldes del entorno cuando se lamentan de que los visitantes de la cueva no se quedan en sus pueblos y son viajeros de ida y vuelta, de unas horas. «No hay que olvidar que el turismo es promoción, promoción y promoción. Lo que nosotros llamamos Territorio Soplao incluye la cueva de Chufín, la ferrería de Cades, el conjunto protegido de Tudanca, el Cristo de Bielva, cerca pasa el Camino Lebaniego...». El valle del Nansa, a ojos de Marcano, «está sobrado de atractivos, pero exige un esfuerzo de promoción ineludible y hay que volcarse con las ofertas en hoteles, casonas y casas rurales para fijar al turista. Los alcaldes hacen bien en ser ambiciosos, porque queda mucho por hacer: tejo y tajo. Se ha recorrido un gran trecho, pero también sé que se puede seguir».
Dentro de unos días, el Gobierno de Cantabria tiene previsto conmemorar este cumpleaños y quizá ese sea el momento de renovar los votos de futuro con El Soplao, esa «joya de Cantabria» que se habilitó con 600 puntos de luz y tramos totalmente accesibles a 83 kilómetros de Santander y 60 de Torrelavega para que todo el que la recorre se deje llevar por la que han llamado «sueño mágico» y «catedral de la ecología».
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