«Me tuvieron tres días trabajando sin descanso y sin apenas comer»
El testimonio ·
Una mujer que logró escapar del negocio de la prostitución comparte su historia desde el anonimato:«Quiero ayudar a otras que sufren lo mismo que sufrí yo»Al otro lado del teléfono se escucha la voz de una mujer joven con acento incierto, que entrelaza el gaditano con el madrileño. No revela ... su nombre porque dice, lo importante es su historia:el periplo lamentable de una joven nacida en el sur de España, de padres migrantes africanos, que viajó a Madrid con 19 años y terminó prostituyéndose en el famoso número 127 de la calle Delicias. «Me engañaron. Me dijeron que había contraído una deuda con ellos y amenazaron a mi familia. No pude escapar», relata. Pasó seis años atrapada en aquellas habitaciones donde le obligaron a consumir droga y a trabajar jornadas maratonianas. Ahora, liberada de aquella pesadilla, y con una hija pequeña, emprende en Santander una nueva vida gracias a Médicos del Mundo.
–¿La amenaza es lo que le llevó al precipicio?
–Me llevaron engañada, diciéndome que era un negocio de limpieza cuando se trataba de otra cosa. Amenazaron con mentirle a mis padres, con decirles que estaba haciendo cosas horribles. Mi familia es musulmana y especialmente mi padre podría sufrir mucho si le contaban esto.
«Quiero que otras vean que se puede salir, porque si yo lo conseguí, ellas también pueden»
–¿Luego vinieron las drogas?
–Sí, me obligaban a consumir cocaína y otras cosas. Al final me hice adicta y luego pasaron más cosas. Un día se rompió un preservativo y me quedé embarazada. Decidí tener el bebé y ahora es mi hija pequeña. Aquel lugar era inmenso. Es famosísimo. Viene gente de todo Madrid y no para en ningún momento. Hay clientes que pueden pasar allí como tres días seguidos. Es impresionante.
–Las chicas allí están atrapadas y sin embargo la Justicia no puede cerrar el local.
–La Policía logró clausurar la última planta pero el resto continúa operando. El problema es que muchas de las chicas que están allí no tienen otra forma de vida. Ese es el asunto, que hay que seguir trabajando para que no se den esos casos. Porque además muchas son españolas. Hay cada vez más españolas en situación de vulnerabilidad que se ven obligadas a trabajar en esto.
–¿Qué es lo peor que ha visto?
–Han pasado todo tipo de cosas, pero de lo peor que hay allí es el ritmo al que se le obliga a las mujeres a trabajar. Para hacerse una idea, no se detiene en ningún momento. A mí me tuvieron tres días trabajando sin descanso, y sin apenas comer. No podíamos ni ducharnos tampoco. Es una explotación inhumana.
–¿Las secuelas son insalvables?
–Los fantasmas están ahí a día de hoy, me persiguen. Muchas noches me quedo sentada en el suelo pensando en lo que viví y llorando, pese a que estoy trabajándolo mucho con el psiquiatra. Me da mucha pena que la cultura continúa fomentando esto, porque he visto muchos latinos yendo con sus hijos al cumplir los 18 años para estrenarse. Eso tiene que cambiar. Y me da mucha rabia también las compañeras veteranas que explotan a las recién llegadas.
–¿Quiénes?
–Este local, como otros muchos, continúan abiertos después de décadas y son las prostitutas que entraron jóvenes hace 30 años las que ahora llevan el negocio. Yo quiero otra cosa para mi vida. Quiero estudiar educación social y trabajar para ayudar a otras que pasaron por lo mismo que yo. Quiero ayudar a las que sufren lo mismo que sufrí yo. Quiero que otras chicas vean que se puede salir, porque si yo lo he conseguido, ellas también pueden hacerlo. No es imposible, aunque desde dentro parezca muy difícil.
–¿Por eso está en Santander?
–Eso es. Porque aunque dejase el negocio, en Madrid terminas encontrándote a clientes por la calle, y eso genera una ansiedad inaguantable.
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