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Ni unidad ni poderío

Podemos libra su enésimo conflicto interno antes de dirimir la confluencia de la izquierda que afrontará las elecciones con el riesgo de perder la representación parlamentaria

Jesús Serrera

Santander

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Jueves, 1 de enero 1970

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A Unidos Podemos se le tambalea todo en Cantabria, hasta las dos ideas que sustentan su marca. Ni hay unidad ni se ve poderío. Los podemitas libran la enésima guerra interna, antes de dirimir a cara de perro los términos de la confluencia con Izquierda Unida para competir en las elecciones de mayo con el riesgo evidente de perder la representación parlamentaria que estrenaron en 2015.

La división ha sido la norma en Podemos en sus cuatro años largos de vida activa, con la sucesión vertiginosa de dirigentes en el aparato y los enfrentamientos entre sus tres diputados en el Parlamento de Cantabria. Y no es que su impronta haya sido menor en esta legislatura porque han tenido un peso decisivo en la constitución del Gobierno Revilla, luego en su control parlamentario y ahora en la negociación de los Presupuestos 2019 con el PSOE, pero el ruido de las disputas personales ha oscurecido el trabajo político.

El último escándalo, la denuncia por acoso de tres mujeres –la diputada Verónica Ordóñez, la dirigente santanderina Lydia Alegría y la periodista contratada por el partido Lucía Reguilón– contra el también diputado José Ramón Blanco profundiza el deterioro de Podemos en un tema de especial sensibilidad en el cuerpo ideológico del partido y en su electorado. El episodio grabado por las denunciantes trascendió a los pocos días de que Blanco anunciase su intención de concurrir a las primarias electorales del partido. Al parlamentario le faltó tiempo para pedir disculpas y anunciar su renuncia al escaño y a la carrera de las primarias. No cabía mucha defensa con semejante material explosivo, que probablemente tendrá nuevas entregas. Los partidarios de Blanco no lo disculpan, pero sí afean a Verónica Ordóñez, quien sí concurrirá a la elección interna, las grabaciones al 'estilo Villarejo' difundidas para acabar con su oponente. Es esta pelea todos pierden, sobre todo Podemos, y más cuando las urnas ya están tan cerca.

Tras la dimisión de Blanco, la diputada nacional Rosana Alonso se ha visto forzada a tomar el testigo de su lugarteniente y dar el paso de presentarse a las primarias electorales. Alonso ya ganó la secretaría general a Ordóñez en abril por 42 votos de diferencia. Quienes la apoyan creen que su liderazgo se ha fortalecido desde entonces y en el otro bando creen justamente lo contrario, que se ha desvanecido mucho porque su escaño en Madrid le resta presencia y actividad política en Cantabria. La elección de hace siete meses, a la que Ordóñez concurría como favorita y perdió, demostró la poca fiabilidad de los pronósticos en un proceso en el que participaron menos de mil inscritos por internet.

La repetición del duelo Alonso-Ordóñez se jugará en campo embarrado, con el foco puesto en el caso de la denuncia por acoso y las grabaciones, en un conflicto interno que se ha hecho crónico en Podemos, sin que aparezcan alternativas de liderazgo que favorezcan la pacificación y un nuevo impulso político. Un triste paisaje que acentúa el hastío y la desmovilización de círculos y militantes, cuando uno de los desafíos principales de esta legislatura era precisamente expandir la implantación del partido al conjunto de la comunidad.

En Izquierda Unida observan expectantes las peleas de los 'primos' mientras afrontan sus propias primarias, formalmente más civilizadas aunque tampoco faltan intrigas y maniobras. Israel Ruiz cuenta con el respaldo de lo más granado del aparato y de sus representantes municipales y María Jesús Santamaría apela a las bases con el apoyo de quien fuera coordinador del partido, Jorge Crespo.

El manual político sugiere que IU intentará sacar partido del deterioro de Podemos para mejorar posiciones en las listas en la negociación de la confluencia electoral. Cuando estrenaron la alianza en las generales, el partido morado copó todos los puestos nobles por ser la formación dominante y dejó a sus socios menores, IU y Equo, los de relleno.

Una posibilidad que se maneja ahora es que Podemos mantenga la supremacía en la candidatura autonómica y sea más generoso en Santander. En la capital conversan desde hace meses IU, con el concejal Miguel Saro al frente; Ganemos Santander Sí Puede, con el edil Antonio Mantecón, y la líder local de Podemos, Lydia Alegría, hasta hace poco tiempo vinculada al oficialismo de Alonso y Blanco, luego distanciada y ahora codenunciante del acoso del diputado. El pronóstico más optimista es que la confluencia puede darles tres plazas en la Corporación, pero también pueden ser menos, así que el orden de la lista será esencial en la negociación definitiva.

Los partidos de la confluencia de izquierdas admiten que la coyuntura es todavía más difícil en las elecciones autonómicas. Los sondeos les sitúan sobre el filo de la navaja del 5% de los votos en Cantabria, el umbral que deben alcanzar para no quedarse sin representación parlamentaria.

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