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Antes de 'La verbena de la Paloma', el elenco interpreta a modo de prólogo el sainete 'Adiós Apolo'. Daniel Pedriza

El alma de la zarzuela, entre luces, mantones y balcones entreabiertos

La emblemática 'Verbena de la Paloma' cobra vida en el ensayo general que tuvo lugar en la Sala Argenta, entre coros, pasiones y tipismo madrileño

Rosa M. Ruiz

Santander

Jueves, 5 de junio 2025, 02:00

En el escenario de la Sala Argenta ya flota en el aire el murmullo de la verbena, el calor del mantón bordado, y ese inconfundible ... perfume de zarzuela: celos, chismes, habaneras y luna sobre Lavapiés. El ensayo general de 'La verbena de la Paloma', la producción del Teatro de la Zarzuela que ofrece mañana y el sábado a las 19.30 horas en el Palacio de Festivales, no solo fue ayer la antesala de una función: sino la invocación de un espíritu colectivo, de una manera de cantar, sentir y contar Madrid que aún hoy -más de un siglo después del estreno- sigue haciendo vibrar. Sus directoras, Nuria Castejón que se encarga de todo lo escénico y la coreografía, y Lucía Marín, de la parte musical, ya habían avisado que antes de que Susana, Casta o Don Hilarión subieran al escenario para interpretar el libreto de Ricardo de la Vega con la música de Tomás Bretón, el público -porque el ensayo contó con más de un centenar de invitados en la sala entre ellos todos los integrantes del Coro Joven que dirige César Marañón- iba a presenciar un sainete que, a modo de prólogo, iba a «poner en bandeja» todo lo que después iban a ver. Una obra de media hora en la que los mismos intérpretes de 'La verbena de la Paloma' que se interpreta a continuación se meten en la piel de la compañía del Teatro Apolo justo antes de interpretar la última función. El objeto de esta pieza de Álvaro Tato, ambientada en 1929 cuando cerró el mítico teatro, tiene el propósito de homenajear a aquellos intérpretes, pero también permite ver otros roles más alejados de los tradicionales retratados en 'La verbena'. Las vedettes por ejemplo son feministas y se respira un ambiente de modernidad. Y tras ese prólogo, los mantones de manila, los claveles en las solapas, las chulapas y las habaneras ocuparon la Sala Argenta para trasladar a los espectadores hasta el Madrid más castizo, en una calurosa noche de un 15 de agosto.

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