Cinco guadañas sobre Raúl Alegría
El ilusionista cántabro superó un nuevo reto en la Plaza del Ayuntamiento como homenaje a los espectáculos clásicos de Houdini
Cada año, como prólogo del Festival de Magia y lo Visual que él mismo dirige y organiza, el cántabro Raúl Alegría pone a prueba sus ... límites con un reto extremo en directo. Un número que, desde hace ya quince ediciones, suele ser un homenaje a su admirado Houdini, construido siempre ante la mirada del público y con un componente real de riesgo. Pero anoche en la Plaza del Ayuntamiento de nuevo –en los últimos años se llevó a cabo en distintas localizaciones de la ciudad–, algo cambió. Y esa novedad convirtió el espectáculo en uno de los más comentados de su trayectoria.
Por primera vez Alegría no se encadenó, ni se esposó, ni quedó atrapado en estructuras imposibles como sus seguidores bien saben. En esta ocasión abandonó el escapismo clásico para adentrarse en un territorio más incierto: el del tiempo.
Su nuevo número, titulado 'El juicio del tiempo' precisamente, proponía una ruleta rusa monumental en la que las protagonistas eran cinco enormes guadañas de cuatro metros suspendidas sobre él. No había candados que abrir ni cierres que sortear, sino un desafío en el que el peligro caía –literalmente–desde el aire.
La puesta en escena sorprendió al público desde el primer instante. Raúl Alegría quiso rendir homenaje a aquellos espectáculos ambulantes con los que Houdini recorría plazas de pueblos y ciudades. Por eso el número tenía un aire cálido, casi ritual, con antorchas, luz de fuego y la presencia de un maestro de ceremonias: el actor Gustavo del Moral que fue el encargado de preparar a los espectadores que, como se hacía en las viejas funciones itinerantes aguardaban en círculo antes de que el mago se tumbara en el centro.
Sobre una especie de cama, sin ataduras ni sujeciones, Raúl Alegría quedó a merced de la gran máquina con cinco guadañas entrelazadas mediante cuerdas tensadas dentro de una caja de madera, una maquina que como en ediciones anteriores el protagonista del reto se ha traído de Las Vegas.
El funcionamiento era simple y aterrador: cada cuerda sostenía una de las hojas, y su ruptura provocaría su caída sobre el cuerpo del mago. La más peligrosa, la que pendía justo sobre su vientre, debía evitarse a toda costa.
Cinco espectadores elegidos al azar fueron los encargados de quemar esas cuerdas, una a una, con un soplete. Cada vez que la llama tocaba la cuerda, la plaza contenía la respiración.
Una, dos, tres, cuatro… Las guadañas fueron cayendo, y Alegría, inmóvil, apostaba su suerte a la última: la mortal.
Cuando solo quedaba esa hoja final, el mago se incorporó, colocó un melón sobre la cama y se apartó. La guadaña cayó con violencia y lo partió en dos, acabando así con la tensión del público.
Más que un número de escapismo, el reto de esta edición fue una reflexión escénica sobre el azar, la fortuna y la relatividad del tiempo. ¿Tenemos un tiempo asignado? ¿Vivimos bajo un límite invisible? Anoche, entre aplausos y asombro, Alegría desafió a ese reloj incierto.
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