Dunham menos Dunham
Serie. Estreno. Netflix. ·
Cabe el ingenio pero falta argamasa más personal y ese acicate de orden en el caos y desorden en lo previsible que suele zarandear a los lugares comunes«He venido a encontrarme», confiesa la protagonista en un determinado pasaje. Y su creadora y toda la serie parecen adscribirse a esa misma intención ... constructiva. Lo personal y generacional de Lena Dunham y de la propia idea del romance en la ficción, sus metas, sus desengaños, su desubicación. 'Sin medida' (el too much a lo Trueba del original), ironiza sobre el mundo que se abre tras una ruptura sentimental (yo a Londres, tú a...). Pero la desmesura de la que habla el título posee precisamente algo de frenazo y casi todo parece quedarse a medias.
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Año 2025
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País Reino Unido
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Dirección Lena Dunham
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Guion Dunham y Luis Felber
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Reparto Megan Stalter, Will Sharpe, Michael Zegen, Janicza Bravo
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Género Comedia
La artífice de 'Girls' ha regresado con diez episodios que no se sabe muy bien si buscan provocar otro fenómeno o ajustar cuentas personales. Lo cierto es que la serie de Netflix es, sobre todo, la presencia de Megan Stalter, alter ego de libro, y más que protagonista una sherpa que vehicula a todas las criaturas. Respecto a 'Girls', sobrevive la cansina autoficción, también el tratamiento especial de la comedia de situación, pero todo –serán los tiempos, apenas ocho años después– más melifluo y flácido. Lo autobiográfico, una mudanza (Nueva York-Londres) y un matrimonio, asoman en la vida real de la creadora.
En pantalla hay mucha indulgencia, y el demasiado podría definir antes que nada a la hipérbole que envuelve a los protagonistas. Hay verborrea, lo cual no es malo si no conduce a lo exacerbado. En cambio, aunque se plantee en otro sentido, sus criaturas sí reflejan un síntoma de nuestro presente: Todo el mundo parece escuchar pero nadie lo hace. 'Sin medida', a veces, parece que va a dar un triple salto mortal y otras resulta agotador. Los diálogos son brillantes pero las situaciones, los juegos de ambigüedad no tanto. Algo chirría en el interior de esta baraja de estereotipos a los que se les trata de dar la vuelta, enfrentados a una colisión cultural entre las señas de identidad estadounidense y británica, y la inmersión en la comedia romántica 'made in' Dunham pura y dura. Pero lo más llamativo es que la aparente huida de lo encorsetado se traduce en un conservadurismo que desencaja todo el humor como material subversivo. No hay nada que pueda revelarse como señal de este tiempo. Cabe el ingenio pero falta argamasa narrativa y ese acicate de orden en el caos y desorden en lo previsible que suele zarandear a los lugares comunes. En realidad, lo que subyace es lo de siempre, una pieza más o menos afinada sobre la soledad y un interrogante sobre quién desafina: uno o los otros.
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