Fábula vecinal con luz
Embajadores. Santander. ·
Tras su relato con vistas al mar desde una barriada, coinciden redención, justicia y un toque pícaro. Uno sale con ganas de escuchar La marsellesaEs fruto de una curiosa mezcla de experiencia, fidelidad, coherencia e intuición, envuelta en el toque indefinido del creador que no busca traicionarse. Decir Robert ... Guédiguian equivale a adentrarse en un microcosmos sin fisuras donde asoman una geografía, unas personas y un tono casi siempre idéntico pero diferente. Una radiografía social funde todos los factores que constituyen la marca del cineasta: Marsella, su ciudad natal, como un particular Macondo; y Ariane Ascaride, su compañera y musa, una actriz dotada de una extraña naturalidad luminosa que suele mutar en esqueje o prótesis de la dirección. Una intérprete que en su simbiosis con el cineasta evoca en ocasiones el vínculo de Giulietta Masina y Fellini.
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Año 2024
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País Francia
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Dirección Robert Guédiguian
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Guion Guédiguian y Serge Valletti
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Reparto Guédiguian y Serge Valletti
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Género Drama
'Mi querida ladrona', lo último del tándem francés, no es una excepción. Esta fábula social, aparentemente sencilla, es un cuento moral sobre la desigualdad, las sensaciones y gestos que subyacen bajo el sistema capitalista y tras una serie de convenciones que parecen ajenas al detalle, a los deseos, a las pequeñas cosas. Una cinta madura y sin aspavientos, pero irregular en su epicentro por acumulación indebida, flanqueada por dos extremos, principio y fin, absolutamente encantadores.
Al cineasta de 'Marius y Jeannette' no le importa mostrarse a veces naif o melifluo, incluso preso de una premura narrativa, salpicada de reiteraciones. El propio argumento resulta anecdótico y trascendente a partes iguales y para afrontarlo la película discurre entre la levedad más inocua y una sucesión de breves, fugaces signos de trascendencia. Es un retrato de buena gente cuyas vidas transcurren bajo la sombra de una mala gente aparentemente invisible. El argumento (pequeños hurtos para una causa mayor) huele a cuento de sueños y deseos, pero bajo ese barniz de cierta inocencia e ingenuidad habita todo un caudal de luces y sombras morales que construyen nuestra cotidianidad. Lo de Guédiguian es como una sesión de espiritismo. Convoca e invoca a su pequeña comunidad cinematográfica, y a Ascaride se suman Meylan y Darroussin. Con Victor Hugo al fondo, el cineasta de Marsella tras su relato con vistas al mar desde una barriada, un lugar en el mundo, coinciden en tiempo y espacio redención, justicia, piedad y un toque pícaro. Uno sale con ganas de escuchar La marsellesa.
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