Lo mínimo pero inmenso
Estreno. Nueva temporada. Movistar+ ·
Su continuidad es fruto de la coherencia y persiste en hacer de lo cotidiano un campo minado de humor agudo. La insignificancia trascendentePequeños milagros cotidianos. Lo mínimo, inmenso. El poder, ya se sabe, nos mira desde arriba y no nos reconoce. Y, pocas veces, desciende para mirarnos ... a la cara y nunca está a la altura. 'Poquita fe' ha vuelto y los supervivientes, desde la resiliencia sin residencia, desde la rebeldía silenciosa e íntima, siguen siendo los mismos.
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Año 2025
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Serie 8 episodios. 15 min.
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Creadores y guionistas Pepón Montero y Juan Maidagán
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Reparto Raúl Cimas, Esperanza Pedreño, Chani Martín, Julia de Castro
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Género Comedia
Lo mejor de la serie en su regreso es que nunca se traiciona. No existe ánimo de estirar lo sabido y al tiempo elude cualquier efecto de artificio, incluso de zona de confort. El hábitat de su comicidad, a veces muy amarga, dotada de ternura siempre, es un estado y ahora en esta nueva temporada más corta, condensada, igual de costumbrista y jocosa, mantiene las constantes vitales de sus criaturas y su ecosistema. Raúl Cimas y Esperanza Pedreño, José Ramón y Berta, son cercanas figuras reconocibles, gente corriente, y en su desesperado combate cotidiano edifican una comedia nada afectada, con sus armas arrojadizas de humor contundente sobre la convivencia.
Frente a la grandilocuencia y las hipérboles de series vacías, 'Poquita fe' nos garantiza unas breves dosis de rutina rebozada de extrañeza, de contrastes y situaciones, de exaltación de lo mínimo y de elocuentes incomodidades ordinarias. Es una serie seria porque nos obliga a reírnos de nosotros mismos y es jubilosa porque aún hay margen para asombrarnos de lo que somos y no de lo que quieren que seamos. Y no hace falta rebuscar ni perseguir fantasmas. Bastaba mirar alrededor. La vivienda, por ejemplo. Y ahí surge otro acicate para la complicidad y la empatía, tantas veces manipulada y socorrida. La sonrisa y la carcajada, mientras se atraviesa un campo minado sobre el que solo cabe troncharse o descojonarse. La ficción creada por Pepón Montero y Juan Maidagán vuelve a subrayar esa insignificancia trascendente, ese detalle grave que acaba por ser inane. Con más ahínco en el terreno de los secundarios, pero sin distraerse del barrio, de la crisis de pareja, de la familia, suegros y cuñada, de ese entorno agotador pero casi siempre necesario. Lo coral fundido en la diversidad de miradas. Y, sobre todo, esa manta de humor afilado, tan agudo como absurdo, que sirve de motor aparentemente sencillo, vaporoso y penetrante, perspicaz. Una comunidad de personajes que, sin embargo, no destilan lugares comunes sino espejos y reflejos de miserias, desgracias y alegrías propias y ajenas. Un retrato tan real que suena sobrenatural. ¿Y la vivienda? Pues igual.
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