Pulpa de tamarismo
Estreno. Miniserie. Netflix ·
El cántabro Nacho Vigalondo se arriesga y mezcla entraña y extraña en su mirada sobre lo excéntrico, en una ficción irregular solventada con un gran repartoYurena. Tamara. Yurena. «No cambié». «No cambié». Estamos ante un aparente retrato humano de lo cutre, lo friki, pero menos. El cineasta y realizador de ... Cabezón de la Sal, como en casi toda su trayectoria siempre ha asumido algo de riesgo, y en este caso aún más, a la hora de adentrarse en sus ficciones envueltas en un halo de extrañeza, desde 'Los cronocrímenes'. Su disección de personajes, unas criaturas que atraen y repelen a partes iguales y que parecen fagocitar su rareza mediante mimesis o contagio, es un álbum y pasarela ilustrada que puede tomarse tanto como un serio desembarco en lo excéntrico, como un irónico caleidoscopio social sobre hipocresías, apariencias, espejos y reflejos, vidas maquilladas y mucho material de derribo entonando un canto de supervivencia.
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Año 2025
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País España
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Dirección Nacho Vigalondo
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Guion Vigalondo, Claudia Costafreda, Paco Bezerra, María Bastarós, Natalia Boadas
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Género Drama
En realidad, en 'Superestar' hay tantas miradas posibles como personajes. La ecuación entre un creador diferente como Vigalondo, tan juguetón como a veces resabiado, casi siempre seductor y perseguidor; y los Javis, cada vez con más peso que la mera producción –ya ultiman su rodaje en Cantabria–, auguraba otra 'Veneno', pero quizás se esté más cerca de 'La Mesías', sustituyendo el vídeo viral de aquella, por el fenómeno del tamarismo, con raíces televisivas en 'Crónicas Marcianas'.
Pero al cineasta de la reciente 'Daniela Forever', otra personalísima mirada de Vigalondo muy infravalorada, no le interesa lo friki como tal, sino lo que cabe de verdad y mentira, de caricatura y de autenticidad, hasta llegar a otorgar algo de poesía sobre el barniz resbaladizo de un delirio extravagante, exento de poso. Hay desde el arranque también un deje ternurista, sin olvidar que toda la serie está perfumada por el sentido del humor sin saber si acotar o no el patetismo en una mezcla que entraña y extraña. Hay riesgo, sí, pero Vigalondo oscila y se mece difuso sin claridad en el tono, con un distanciamiento emocional que opaca sus pretensiones. A cambio, la serie se eleva por una ristra de actrices y actores que rozan la excelencia. A modo de visiones, la de la madre sobre su hija, por ejemplo, el delirio adquiere cuerpo. Pero la ambigüedad y lo errante reinan y no acaba de intuirse qué hay tras el diálogo visual del esperpento y las gotas surreales. Los Dantés,Porras, Genil... son como una baraja con la que, tras repartir sus naipes, nadie supiera a qué jugar. Quizás se trataba de eso. Una dosis de realidad, otra de fantasía. Pulpa, mucha, de tamarismo. Pero seguimos sin saber cuál es su zumo.
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