Susurrar a los caballos
Ateneo. Ciclo ·
Una de las nueve simbiosis entre Redford y Pollack, entre la nostalgia del western y la fábula ecologista. El actor y Jane Fonda celebran su reencuentro con personajes opuestosMucho antes de que Robert Redford susurrara a los caballos había dado una lección de paisaje y naturaleza en 'Las aventuras de Jeremiah Johnson' y ... siete años después cerraba la década de los setenta diciéndole cosas al oído a Jane Fonda. Hay momentos en esta colaboración entre el actor y el director Sidney Pollack – de las nueve que firmaron– que se duda entre el drama aferrado a la tierra, la aventura del desarraigo o la comedia. Una especie de 'la fiera de mi niña' pero, en lugar de leopardo, con caballo. Podría incluso haber sido un western crepuscular pero el cineasta de 'Tootsie' optó por un híbrido entre la crónica, la crítica al sensacionalismo y ese aire de fábula ecologista tan del gusto del actor y del director. Además supuso el reencuentro entre Redford y Fonda, que trece años antes habían paseado por la pantalla y 'Descalzos por el parque'. Ahora el escenario es tanto el del periodismo de sucesos, las leyendas, también los bulos, y las referencias a las viejas glorias de los rodeos.
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Año 1979
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País Estados Unidos
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Dirección Sydney Pollack
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Guion Robert Garland, Paul Gaer
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Reparto Robert Redford, Jane Fonda, Valerie Perrine, Willie Nelson
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Género Drama / Aventura
Como en tantas otras ocasiones el trasfondo apela a ese ansia de libertad, a la búsqueda de una especie de epopeya sobre los deseos cumplidos, los sueños rotos y la decadencia inevitable. Un filme irregular pero sólido en la entrega profesional de sus factores técnicos y humanos.
A priori, cabía esperar un romanticismo más hondo y una química más cercana que lo puramente pegadizo. Tampoco el dramatismo toma caminos arriesgados y el filme se mece en una frontera entre la superficie del enunciado, el entretenimiento y las zonas de confort que los propios intérpretes y sus personajes acaban por trasladar al espectador. El cineasta de 'Danzad, danzad malditos' nunca acaba de creerse que ese hombre, 'El jinete eléctrico', sea el adalid representativo de un western moderno. No obstante, Pollack se mueve como pez en el agua en su retrato del hombre íntegro y exprime con ardor guerrero los encuentros y desencuentros entre sus criaturas. Certero y siempre con el renglón adecuado, clava el bisturí en el centro de la sociedad de consumo, las multinacionales, la publicidad del vale todo, la comunicación al servicio del poderoso. Frente a ello el jinete persigue la libertad del caballo y añora el paisaje perdido. Ese friso, bien arropado en la fotografía y la música, está presente en el ideario del poema que pudo haber sido. A cambio, cabalgamos con la destreza narrativa del cineasta. Rebeldía y redención como coordenadas de un despertar a través de la conciencia de que un mundo se acaba.
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