«España está en deuda con las mujeres que han sido las grandes maltratadas»
José María Goñi rescata en 'La Española de Montmartre', que presenta hoy en el Ateneo, la vida oculta de Francisca Calpe, testigo y partícipe de la vanguardia parisina de la primera mitad del siglo XX
La mujer del cuadro mira hacia un lugar que no se ve. La cántabra María Blanchard la pintó en 1913, en uno de esos ... retratos que demuestran que fue una artística única. En el lienzo, una se sus grandes amiga Francisca Calpe, cuyo nombre quedó borrado del relato oficial y que regresa ahora al primer plano gracias a 'La Española de Montmartre' (Bookman Novela), la obra que José María Goñi, su nieto, presenta esta tarde en el Ateneo de Santander, a las 19.00 horas.
Pero el libro no nace del cuadro, sino de un secreto familiar que permaneció enterrado durante generaciones. La revelación llegó cuando la madre del autor - escritor y diplomático, con una larga trayectoria en el ámbito de las relaciones internacionales y los medios de comunicación- cumplió 90 años y, rodeada de hijos, sobrinos y nietos, decidió por fin contar la historia que ella y sus hermanas habían considerado «indecorosa» y por tanto digna de ocultar. «Nos quedamos helados porque no imaginábamos que aquella historia podía ser tan interesante», recuerda Goñi. «Era uno de esos secretos de familia que todos intuíamos, porque no podía ser que cada uno tuvieramos un apellido distinto, pero cada vez que intentábamos entrar en ello recibíamos silencio absoluto por parte de nuestra madre y tías». De aquel relato nació la necesidad de rescatar la vida de Francisca Calpe, una mujer adelantada a su tiempo, formada gracias a un padre culto que quiso darle una educación que entonces se consideraba impropia para las niñas.
La presentación de esta tarde contará con una mesa coral compuesta por Francisco Gutiérrez Díaz, historiador y escritor; Eva Guillermina Fernández, directora general de Cultura y Patrimonio Histórico del Gobierno de Cantabria; Ángel Martínez, filólogo y poeta; Mónica Esquivel, redactora e investigadora; y el propio José María Goñi. Todos ellos acompañarán el acto de una historia que, más que novela, es restitución: la recuperación de una mujer cuyo rastro quedó diluido entre silencios familiares y una vida que se salió de los márgenes de su tiempo.
Francisca Calpre nació en 1875 en un pequeño pueblo de Castellón desde adolescente destacó por rebelarse contra los roles que su tiempo reservaba a las mujeres y la búsqueda de libertad. A los 23 años, empujada por «su ansia de conocer el mundo», se trasladó a Barcelona. Allí la atrapó la Semana Trágica y, en medio de la convulsión, conoció a Carlos Túrrez el pintor que sería uno de los granes amores de su vida, exalumno de un jovencísimo Picasso. Perseguidos por su implicación en la revuelta, ambos iniciaron el camino del exilio hacia Francia, como tantos españoles de una época difícil atravesada por la miseria y la solidaridad popular.
La pareja se instaló en el mítico Bateau-Lavoir en Montmartre, epicentro de una vanguardia donde convivían precariedad, genialidad, amantes, camaraderías y dolores. «La Belle Époque era muy bonita, pero era muy dura. Allí solo se comía cuando se vendía un cuadro», recuerda Goñi. En ese ambiente, Francisca encontró amigas decisivas: Fernande Olivier -musa y pareja de Picasso- , Isabel Güell -marquesa de Castel de Ríos y bisabuela de Agatha Ruiz de la Prada- Clotilde Narcisse y, especialmente, María Blanchard, cuya amistad fue honda. Fue Blanchard quien pintó ese retrato que también ilustra la portada de la novela, un cuadro realizado apenas dos meses después de que Francisca y Carlos perdieran a su hija, muerta de hambre y miseria en París. «María Blanchard estaba especialmente orgullosa de él porque no se parecía a nada de lo que había pintado antes y porque logró plasmar el dolor que reflejaba el rostro de mi abuela», revela el autor.
El libro, explica también, es «una historia verídica, aunque novelada». Una novela que se permite diálogos ficticios para iluminar el trasfondo real de una vida marcada por la tensión entre libertad y sometimiento. «Estoy especialmente orgulloso de haber logrado un travestismo literario: la historia la cuenta Francisca, y todos los lectores coinciden en que no se nota que está escrita por un hombre», afirma. Su propósito fue penetrar en la voz de su abuela, darle la palabra que su época le negó y recuperar el punto de vista de las mujeres que estuvieron detrás -o al lado-de los grandes nombres de la vanguardia.
Porque esta, ante todo, es «una novela de mujeres». Mujeres que vivieron lo que no se estudia en los manuales de arte: cómo se relacionaban, qué comían, cómo se divertían, qué miedos arrastraban. «Francisca concilia amor y tragedia, es el símbolo de una feminista libertaria y al mismo tiempo sometida», explica. En ella se encarna la paradoja de tantas vidas: el deseo de independencia frente a las estructuras sociales que la limitaban. «Es un homenaje a Francisca, pero también a todas las mujeres que en tiempos tan difíciles tuvieron que sacrificarse y pagar un precio muy alto para arañar un poco de libertad», añade. Y subraya: «Este país tiene una deuda con todas ellas. España ha maltratado a nuestras madres, abuelas y bisabuelas durante mucho tiempo».
¿Y qué le preguntaría a su abuela si pudiera hablar con ella ahora? Goñi no duda: «Primero la abrazaría. Después, le preguntaría sí le habría gustado conocer a sus bisnietos». La presentación de hoy servirá también para mostrar otra faceta del autor: Su labor en la fundación Arte y Palabra, que impulsa bibliotecas de montaña en pequeños pueblos para fomentar la lectura entre los niños.
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