Ramón García Mateos
El narrador y poeta salmantino presenta hoy en el Aula de Cultura de El Diario Montañés su última novela, 'Cuando el mundo se llamaba Cerralbo', premio de la Real Academia Española
Cerralbo, un pueblo de El Abadengo salmantino, es el escenario y a la vez el territorio mítico en el que transcurre la última novela de ... Ramón García Mateos (Salamanca, 1960), quien recrea no solo una época sino que pretende capturar la esencia de la España en blanco y negro, e ilustrar el concepto de la infancia como verdadera patria. Publicada por la editorial cántabra Valnera, 'Cuando el mundo se llamaba Cerralbo' ha recibido recientemente el XXII Premio Real Academia Española 2025 por «su maestría al recrear un mundo rural ya desaparecido, a través de los testimonios orales y por la recuperación del lenguaje». Un galardón prestigioso y que además se concede a obras ya publicadas, algo inusual en nuestro país. El libro se presentará hoy en el Ateneo, a las 19.30 horas, en un acto organizado por el Aula de Cultura de El Diario Montañés.
-En unos días, su novela ha recibido mucha más atención que en los últimos meses. ¿Un premio lo cambia todo?
-En esencia, no. Aunque pueda parecer lo contrario. Tras la concesión del premio la novela sigue siendo la misma que antes de recibirlo, con sus virtudes y sus defectos. Lo que sí varía es la percepción de los demás, por eso es tan de agradecer la atención que ya le habían prestado algunos críticos en artículos y reseñas. Tras un reconocimiento de este carácter hay más miradas, y me refiero tanto al mundillo literario como al público lector. Aunque nada que ver con la repercusión mediática de los premios ligados al mundo editorial o de los grandes reconocimientos institucionales.
-Personalmente, a usted no le ha ido mal con los premios...
-En absoluto. Buena parte de mis libros, tanto de poesía como de narrativa, han sido premiados en certámenes nacionales e internacionales. Es un camino tan bueno como cualquier otro para la publicación y la difusión de la obra propia. También he de decir que jamás he escrito nada pensando en presentarme a uno de estos certámenes, el premio es siempre una consecuencia, nunca una causa.
-En cualquier caso, lo de los premios parece una maldición para el 'sistema literario' de nuestro país, ¿no?
-Tras el alboroto de las últimas semanas, podría parecer que sí, pero precisa un análisis más pormenorizado. En primer lugar, hemos de distinguir entre los premios convocados por las editoriales y los de carácter institucional, sean promovidos por instituciones públicas o privadas. El lastre de los primeros puede ser, y hablo de posibilidad porque evidentemente no ocurre en todos los casos, el anteponer el interés comercial al literario, primar el negocio muy por encima de la literatura; el lastre de los segundos sería, siempre como eventualidad también, el sometimiento a determinados grupos de presión, las denominadas capillas o capillitas literarias, que campean a nivel provincial, regional e incluso nacional, o anteponer las razones ideológicas y la coyuntura política a los valores artísticos. De todos estos casos tenemos múltiples ejemplos. Lo sabemos y hemos de ser conscientes de ello. Cuando hablamos del Planeta o del Cervantes no estamos hablando de literatura, por razones distintas, claro, pero hablamos de otra cosa. Sin embargo estoy convencido, por propia experiencia, de que hay otros muchos premios limpios, cuyos jurados valoran con honradez y premian a quien, desde su criterio, les parece el mejor.
-Cerralbo es su escenario pero es también su infancia, eso que llaman la verdadera patria...
-Cerralbo es mi pueblo, un pequeño pueblo salmantino cercano ya a tierras lusitanas. Allí pasé los diez primeros años de mi vida y allí regresé, sin solución de continuidad, hasta más allá de la veintena, mientras vivió mi abuela materna María, que era, sin ella saberlo, el pilar de la familia. La infancia es el descubrimiento del mundo, cuando todo sabe a novedad y maravilla, y es también el momento en que aprehendemos el idioma, cuando recibimos de nuestros mayores la herencia de las palabras, que nos servirán para nombrar el mundo recién revelado. La infancia y el idioma fraguan la argamasa de lo que somos los seres humanos, son la patria más profunda.
-¿Cuánto ha tomado del natural, y cuánto es elaboración literaria?
-Todos los personajes que aparecen en la novela, por el simple hecho de estar ahí son de ficción. Nazcan de la fantasía del autor o crezcan inspirados en personas reales. Son ya seres imaginarios que viven en un pueblo real y reconocible que, sin embargo, escapa de la realidad al sumergirse en la literatura. En ese terreno sería imposible distinguir vida y literatura. Si bien es cierto que buena parte de los personajes son el trasunto de algunos de mis paisanos: no era necesario imaginarlos porque ya los tenía en el armario de la memoria.
-Ese mundo rural que retrata es casi irreconocible hoy día. ¿Cómo hemos podido cambiar tanto en poco más de medio siglo?
-Los de mi generación y criados en el entorno rural hemos viajado de la edad media a la postmodernidad sin transbordo alguno. De no tener agua corriente, y en algunos sitios ni siquiera luz eléctrica, de utilizar los mismos aperos agrícolas que empleaban los romanos, del inevitable sometimiento al poder (civil, militar o religioso, tanto monta) hemos pasado al mundo digital, a la globalización de internet, a los trenes de alta velocidad, a la realidad virtual... De la misma manera que no hubo en España las revoluciones que, durante los siglos XVIII y XIX, modernizaron otros países europeos ni las reformas estructurales que rompieran el anquilosamiento social, pienso por ejemplo en una reforma agraria, tampoco ha habido una transición adecuada entre aquel mundo rural, anclado en el pasado más remoto, y las exigencias de la modernidad. De ese desequilibrio viene la despoblación del campo y la huida hacia entornos urbanos.
-¿Le rechina que ahora se le llame 'la España vaciada'?
-Lo de la España Vacía o la España Vaciada no es más que un cliché que se repite sistemáticamente, sin reflexión alguna, en los medios de comunicación, a raíz de algunos libros y reportajes oportunistas sobre el mundo rural. A partir de ahí se convierte en un tópico sin apenas significación. No obstante, si ser un lugar común sirve para fijar la atención de la sociedad, políticos incluidos, en la despoblación de la España rural y entender eso como un problema que necesita una solución estructural, más allá de medidas anecdóticas y efectistas, entonces, bienvenido sea el cliché.
-Hace unos días bromeaba en sus redes sociales con formar con su editor los nuevos 'Faemino y Cansado'...
-Era un guiño a Jesús Herrán, porque hemos toreado al alimón en numerosas presentaciones y entrevistas. Verdaderamente es encomiable la labor que realizan las pequeñas editoriales, donde se está publicando hoy en día en España la mejor literatura.
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