«Eurípides fue un revolucionario capaz de humanizar a un monstruo como Medea»
El artista, que ha versionado y está al frente de 'Medea', la obra que se estrena en el FIS el próximo miércoles, aborda el retrato de un mito «secuestrado por su dolor y por su orgullo»
Eurípides revolucionó el teatro haciendo un retrato muy humano de los antiguos héroes de la mitología clásica. Por primera vez, los llenó de dudas y ... de contradicciones, explica Iñaki Rikarte, autor de la adaptación y director de 'Medea' la obra que se estrenará en el Palacio de Festivales los próximos días 13 y 14, a las 20.00 horas, dentro de la programación del Festival Internacional de Santander (FIS). Con una larga trayectoria que ha pasado por diversas compañías y que ha sido premiada, entre otros galardones, con dos Max, un Talía y un Godot, el director aceptó el reto de la compañía cántabra La Machina de ponerse al frente de esta obra que, según él mismo subraya, le conmociona en cada ensayo. En uno de ellos hace un alto para atender a El Diario Montañés y desvelar algún detalle de un montaje que «muestra en toda su crudeza a un ser humano que razona mientras está secuestrado por su dolor y su orgullo».
–Medea es un mito que sigue latiendo con fuerza siglos después. ¿Qué le ha llevado a revisitarla ahora?
–Una llamada de La Machina. Me lo propusieron y me pareció muy interesante el punto de partida. Es una obra que tiene 2.500 años. Por otro lado, yo nunca había trabajado en una tragedia ni la había dirigido, así que me pareció una de esas oportunidades que no se suelen dar.
–¿Qué ha descubierto de la obra de Eurípides?
–Leyendo bien la obra vas viendo poco a poco es una historia que nos sigue incumbiendo.
–Pero en su versión, ha optado por ambientarla en los años cincuenta. ¿Por qué en este momento histórico?
–No es exactamente en los años 50, aunque sí en la segunda mitad del siglo XX, pero tampoco veo tan importante ubicarla en una década concreta. Mi idea era aterrizarla en un momento reconocible para nosotros. A lo mejor es un prejuicio, pero reconozco que pensar en los velos, las túnicas y las máscaras de aquella época me pareció que podía generar una gran distancia con el espectador. Para mí, lo importante de 'Medea' y otras obras de su época es que lo que cuentan tiene que ver con la esencia de lo que somos. Y en eso no he querido correr riesgos y empezar con una realidad tan alejada de la que conocemos.
«Para mí lo importante de este texto y de otras obras de su época es que lo que cuentan tiene que ver con la esencia de lo que somos»
–¿Qué es lo que más va a sorprender al espectador?
–Creo que aunque conozca la pieza, lo que más le va a sorprender es la propia historia. Es algo que nos pasa a nosotros que llevamos ensayándola seis horas al día desde hace meses y nos sigue conmocionando.
–¿Qué les conmociona?
–Toda la obra es un viaje emocional encabezado por un ser humano absolutamente secuestrado por sus pasiones y ese viaje es la gran apuesta del espectáculo, no tanto lo que aportemos nosotros, sino lo que es esencialmente el texto de Eurípides.
–¿Cómo director que le ha resultado más difícil de abordar?
–Me ha costado encontrar el tono. Una de las primeras cosas que me pregunté era cómo defender ese lenguaje poético de Eurípides. Al final a nosotros nos han llamado para hacer la obra y a la vez nosotros llamamos al espectador para que venga a ver cómo sucede ante sus ojos. Cómo hacer que esto suceda en el escenario es el gran reto, sin duda.
–¿Su Medea tiene más de monstruo, o más de víctima?
– Yo veo a Medea como un personaje que explora la parte más oscura de un ser humano con unas características concretas. Te diría que lo que más la define es su orgullo. Es un ser profundamente orgulloso, hasta el punto que en un momento dado el coro le advierte que el orgullo es el mayor causante de los males entre los mortales.
–Así es cómo la ve usted. ¿Cómo cree que la veía Eurípides?
–La gran revolución de Eurípides es no hacer de Medea un monstruo y hoy en día eso sigue siendo revolucionario y más en estos tiempos, ¿no? Parece que pisas terreno pantanoso cuando quieres humanizar ciertas actitudes o ciertas acciones y para mí ese es un problema grave que tenemos como sociedad y que el teatro puede ayudar a solventar.
«Creo en la ternura, en el cariño, en el cuidado de gente con la que trabajo porque, también, es lo que me gusta que hagan conmigo»
–¿Esa sería, en su opinión, la enseñanza de Medea?
–A los ojos de hoy, la obra no nos suena a chino. Desgraciadamente todo lo que pasa en la función nos recuerda a casos que estamos viendo en la actualidad. Al final en lo que consiste la obra es en que veamos en el proceso de Medea reflejos de nuestros propios procesos. Obviamente no somos Medea, pero que nos parezcamos en algunas cosas nos resulta perturbador.
–Hablemos un poco de usted. Le sitúan como el director teatral que lo convierte todo en oro.
–Ese es uno de estos titulares que te pueden destrozar la vida. Coincidió con una época en la que hice varios montajes consecutivos y tuve la suerte de que fueron bien. Lo agradezco, claro, pero obviamente es falso porque también hecho muchas otras cosas que no han tenido éxito. Así que...
–¿Cómo ha evolucionado su forma de dirigir desde sus primeros montajes hasta ahora?
–Pues seguramente en que ahora tengo una visión más panorámica del trabajo. Antes me preocupaba porque cada momento fuese genial. Creo que esto les pasa también a los escritores, que cuando empiezan a escribir quieren que cada frase sea genial y eso hace que resulte algo indigesto. Yo estoy aprendiendo a mirar con una perspectiva un poco más amplia los espectáculos.
–Otro cosa que dicen de usted es que defiende la ternura en el trabajo teatral.
–Es cierto que creo en la ternura, en el cariño, en el cuidado de la gente con la que trabajas y es una parte de mi trabajo porque también es lo que me gusta que hagan conmigo. Al final, el teatro es un lugar en el que se trabaja colectivamente y en el que es muy importante que cada uno de lo siempre mejor de sí y que se encuentre cómodo durante el proceso creativo.
–¿Qué le seduce más como director: el texto, los actores, la puesta en escena...?
–Un poco todo. Es cierto que hay una parte previa de este trabajo en la que uno proyecta lo que va a hacer y, según vas trabajando con el equipo artístico y con los actores, se desvía de forma que distinta a la que habías proyectado, pero eso lejos de ser un fracaso es lo mejor de este oficio.
–¿Qué le emociona del teatro cuando se apagan las luces?
–La expectación... El silencio. Me gusta mucho pensar que la gente cuando va a ver la obra no sabe nada de lo que va a ver en el escenario y qué nosotros tenemos algo extraordinario que contarles aunque a veces, tan metidos en los ensayos se nos olvida.
–¿Qué le gustaría que el público sienta cuando salga de ver 'Medea'?
–No trabajo pensando en eso, sino con el objetivo de contar la historia y de construir los peldaños de la escalera, pero no me gusta definir cómo el público tiene que salir del espectáculo. Eso es algo que vamos a descubrir los que lo estamos haciendo la obra a partir del día del estreno y eso, te aseguro, que va a ser una sorpresa para nosotros, porque el público también es cocreador del espectáculo y cada función, cada espectáculo va a dejar una huella en cada uno de nosotros, porque los que hacemos la obra también redescubrimos la función con los que han venido a verla
–¿Cómo está siendo trabajar con La Machina?
–Estoy muy contento. Hasta el punto de que estoy encantado de venir a ensayar. Las condiciones que me he encontrado son estupendas. El texto es muy bueno y, sobre todo, estoy con unos buenos actores que además tienen muchas ganas de trabajar. He sentido que están deseando afrontar un proyecto un poco distinto a lo que habitualmente se está haciendo aquí en Cantabria y a mí me encanta formar parte de ello.
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