«Manuel de la Escalera tuvo una vida novelesca que merecía ser rescatada»
El historiador Alfonso Oñate presenta hoy en el Ateneo el libro dedicado al escritor y traductor que pasó 23 años en cárceles franquistas
Un cúmulo de casualidades pusieron al gaditano Alfonso Oñate (Arcos de la Frontera, 1981) frente «al personaje» al que ha terminado dedicando ocho años de ... trabajo y un libro: 'Manuel de la Escalera. Desde la celda al olvido' (Materiales por Derribo, 2022). Lo presenta esta tarde (19.30 horas) en una de las instituciones con las que estuvo relacionado el singular protagonista, el Ateneo de Santander.
«Él me encontró a mí», dice el autor, como también ha dejado plasmado en el prólogo de su volumen. Se cruzaron a raíz de otro libro. 'El cura y los mandarines', de Gregorio Morán. A partir de ahí se hizo con algunas de las obras de De la Escalera. «Soy historiador y me llamaba la atención que, estando familiarizado con la memoria histórica, no me sonara su nombre». En sus textos, página a página, encontró a «un escritor fantástico».
En ese hilo de casualidades, en Cádiz se le acercó una mujer a preguntarle lo que sabía de 'Manolo'. Era una librera gaditana que en su día conoció a Escalera en Madrid y le puso en contacto con otro Manolo, apellidado Calvo, albacea de Escalera, que dio lugar al inicio de la investigación y al que está dedicado el libro.
Saltando de archivo en archivo, hasta una veintena, Oñate visitaba Santander en sus viajes de vacaciones, acompañado de la familia. En ese recorrido por diversas instituciones encontró mucho o casi nada. Por ejemplo, en el Archivo Militar de Madrid o Ferrol fue fácil porque allí estaban sus expedientes de los juicios militares a los que fue sometido, pero la huella era escasa. Reconstruir su biografía «no fue sencillo» pero la meta era clara: rescatarlo de un triple olvido; el de la cárcel, la Transición y el del tiempo.
En México, país de nacimiento de Escalera, hijo de indianos, se dice que hay dos tipos de muerte: la física y la que llega cuando ya no queda ni el recuerdo. «En el caso de Manuel, se le aplicó la llamada damnatio memoriae que practicaban los romanos», condenando al olvido todo lo que representó.
Entre otros motivos, estaba el hecho, según Oñate, de que «sus textos no se ajustaban a lo que marcaba la Transición». Una actitud que resume como «de amnesia e impunidad». Pero Manuel de la Escalera escribió en 1944 'Muerte después de Reyes', publicado en 1966, en el que narraba las vicisitudes que vivió en el corredor de la muerte de la prisión de Alcalá de Henares -también pasó por la de Tabacalera, El Dueso o Burgos, hasta sumar 23 años de cautiverio-. «No se ajustaba al espíritu de la Transición». Como curiosidad; fue la intercesión de José María de Cossío la que permitió que la condena a muerte se transformase en cadena perpetua.
El libro de Oñate comienza con su infancia en México y sigue su periplo hasta su muerte, en 1994 en Santander. Entonces, el movimiento memorialista «no había cobrado aún la fuerza que tendría después» y el personaje quedó «completamente olvidado, por desgracia». Defiende Oñate que «en un país que mirase sin rubor a su pasado, 'Muerte después de Reyes' sería de obligada lectura en los institutos», con gran valor «no solo documental, sino literario». Lo sitúa a la altura de los libros que escribió Primo Levy sobre el holocausto nazi.
En sus casi cien años de vida, el mexicano-santanderino «fue testigo de excepción de algunos de los hechos más importantes del siglo XX dentro y fuera de España». Él mismo, que ejerció de escultor sin éxito en la vanguardia parisina, cumpliendo uno de sus sueños de ser parte de aquella escena incipiente; hombre de cine en los tiempos de la República y la Guerra Civil, que vivió la revolución cultural en Barcelona y la social cuando regresó a México, escritor, traductor «importantísimo»... «Tuvo una historia novelesca, fascinante», señala Alfonso Oñate, quien destaca su independencia y su carácter consecuente, rebelde e insobornable «por el que hubo de pagar un alto precio».
En la capital cántabra tuvo «un importante peso cultural», como fundador del Cine Club Proletario y el del Ateneo, del que era vocal. No tiene claro Oñate si Santander tiene presente en su memoria colectiva la figura del polifacético personaje. Lo que sí ha percibido es «que había admiración hacia el personaje, pero quienes sabían de él eran conscientes de que se le debía algo, que el tiempo no le había tratado bien ni se le había puesto en su sitio». Con este libro aporta su granito de arena «para que salga del olvido».
Ha querido que su labor de investigación fuera «lo más exquisita posible», enfocada desde «la sencillez, la modestia y el rigor». No ha sentido responsabilidad, sino que ha hecho su trabajo por un personaje «que merecía ser rescatado». Ahora le gustaría «que sus libros se leyeran y su valor fuera reconocido; que no se olvidé lo que significó». También reivindica su independencia y a esa gente «que perdió la guerra, pero mantuvo la dignidad en las cárceles franquistas en unas condiciones extremadamente duras».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.