La melodía alternativa del inicio de curso
Alejadas de los núcleos urbanos, las escuelas y academias son una herramienta fundamental para la enseñanza musical y prueba de ello son los ejemplos de veteranas iniciativas que han formado a cientos de personas durante décadas
La enseñanza musical tiene en las academias un engranaje fundamental en el desarrollo de los jóvenes músicos del futuro. Cantabria cuenta con numerosos y destacados ... ejemplos de la labor imprescindible que realizan estos centros. El Diario Montañés retrata cuatro casos que ejemplifican esta realidad a la perfección.
Santa María de Cayón Escuela de Música Moderna y Clásica
«Somos una pequeña familia y estamos orgullosos de ellos»
Fue algo muy novedoso aquí en el valle», explica Rocío Millán sobre los inicios del centro que dirige; la Escuela de Música Moderna y Clásica de Santa María de Cayón.
Existían otras opciones como balonmano, danza, fútbol o atletismo pero «nunca había habido una escuela de música como tal». Ella, acordeonista, decidió dar el paso. Se había trasladado al valle en 2001 y era su ilusión, que «con mucho sacrificio» se hizo realidad. Y la realidad quiso que poco después de abrir llegara la pandemia. Siete meses cerrados «a cal y canto» en los que estuvieron a punto de abandonar. Cambiaron algunas cosas y con dos socios y compañeros, relanzó, pasada la crisis, aquel proyecto ubicado en la calle Eusebio Gómez, con una 'EM' que anuncia su presencia.
La respuesta de los habitantes de la zona fue muy buena. «La gente valora mucho tener una escuela de música». Los primeros años fueron un bum y poco a poco ha ido llegando hasta su sede de Sarón alumnado de zonas limítrofes, como Villafufre, Selaya, Solares o, sobre todo, Castañeda. En total, entre 80 y 100 alumnos al año de todas las edades. Colaboran en algunas actividades con el Ayuntamiento y hacen conciertos durante el curso para el público del municipio. Este año, como novedad, introducen la pandereta.
Si tuviera que destacar alguno de los rasgos de la escuela, Rocío menciona su carácter familiar. El profesorado es joven, en algunos casos llegado incluso de fuera de Cantabria, que compagina el verano con trabajos en orquestas u otras formaciones y en invierno «vienen a quedarse y apuestan por la escuela». Tienen mucha experiencia y «hay mucha conexión profesor alumno».
Entre la demanda del alumnado, siempre prima más la música e instrumentos modernos; batería, guitarra eléctrica… «Eso les llama la atención». De las aulas ha salido también algún combo, esto es; agrupaciones de rock que forman los alumnos y ya han dado sus propios conciertos. «Somos una pequeña familia, tenemos mucha conexión con los alumnos y estamos bastante contentos y orgullosos de ello».
Rocío Millán, directora, defiende que la música «enseña herramientas para la vida», que son claves en las zonas rurales
Lo que manda es la motivación al aprendizaje «más que alcanzar un nivel en sí», algo que van adquiriendo con la práctica. No es un camino fácil, «pero cuando llegas y ves las caritas de los niños y las ganas de hacer música, es una gran satisfacción».
A ello se añade la importancia de este tipo de propuesta es núcleos rurales. «Las personas del municipio tienen que tener los mismos servicios que en una gran ciudad; es muy importante para el desarrollo, porque la música no enseña solo a tocar instrumentos, sino otras herramientas útiles para la vida. Las zonas rurales no se pueden perder».
Los planes de futuro pasan porque la escuela se mantenga por sí misma, que sigan llegando alumnos y y que se viva «como lo que estamos intentando sembrar: algo positivo, alegre, donde vienes a aprender, pero también a hacer amigos».
Los Corrales de Buelna Escuela Alicia Triguero
«Intentamos favorecer el amor y la implicación con la música»
Hace un par de años, la Escuela Municipal Alicia Triguero adoptó su nombre definitivo tras ser durante su etapa previa la Escuela de Música de Los Corrales de Buelna. Funcionaba como un aula externa de la Escuela de Música de Torrelavega hasta que, digamos, se independizó. Era el año 2000 y desde entonces han formado a más de 700 alumnos.
El rasgo diferenciador del centro es la atención individualizada a ese alumnado, de distintos grupos de edad, de la mano del equipo de profesores. A ello se suman los grupos de combo y las actividades que hacen fuera del centro, aparte del las clases.
Para Triguero, fundadora y directora que pone su nombre a la entidad, uno de los momentos favoritos es el inicio del curso. «Me encanta cuando me dicen las ganas que tienen de volver empezar, de tocar en las audiciones o la ilusión con la que preparan sus canciones para los pequeños espectáculos musicales que realizamos», celebra sobre sus alumnos.
Destacan en su carta de presentación, la importancia de los progenitores en este proceso formativo. «Necesitamos que los padres les ayuden en casa, les animen, porque aunque den clase en la escuela, debe haber una práctica y ganas de formar parte de la colectividad para tocar con otros compañeros». Un complemento para la formación como tal, que ponga la música como un elemento común de la vida familiar.
Clases de piano, de flauta travesera, de acordeón, de batería, de violín, de canto, de guitarra eléctrica, acústica, ukelele y también pandereta o requinto forman parte de su propuesta educativa, abierta a la demanda de los alumnos. En un curso tuvo tres matrículas para saxofón «y hubo profesor para ello». Si alguien lo pide, la escuela lo intenta para que nadie se quede con las ganas. También es posible optar a clases de lenguaje musical, agrupaciones instrumentales «para experimentar la práctica musical en conjunto», e iniciación, pensada para los más pequeños, de cuatro a seis años, mezclando música y movimiento como una especie de juego educativo en el que toman parte en la actualidad siete docentes.
Es importante que los padres «les ayuden y les animen en casa», señala la fundadora, que da su nombre a la entidad
Defiende Triguero que, si bien el enfoque de la música en las escuelas «no tiene nada que ver con el de los conservatorios», el resultado «no es solo música para aficionados, sino que se aborda con el mismo rigor y profesionalidad». Después, a los que se les queda «pequeñito», les animan y ayudan a ingresar en otras entidades de formación superior. «Lo que intentamos en la escuela es favorecer el amor y la implicación por la música con los instrumentos que les gusten».
La Escuela de Música Alicia Triguero colabora con la coral del municipio, en los conciertos de Santa Cecilia, festivales de Navidad o las fiestas de San Juan, realiza audiciones musicales y recitales. Son parte del tejido cultural y mirando hacia delante, aspiran a «seguir creciendo».
Cabezón de la Sal Academia de Música Marina Peña
«Tiene que haber centros donde puedan aprender y divertirse»
Aquí no empiezan el curso, porque, en realidad, tampoco lo terminan; «Estamos abiertos todo el año», detalla Marina Peña, directora de la academia que lleva su nombre en Cabezón de la Sal.
En verano, tras los ya tradicionales conciertos de clásico y moderno, llegan a la zona alumnos de fuera, que durante sus vacaciones quieren continuar con su formación. A partir de septiembre vuelve el curso regular, pero sí que notan que «desde la pandemia, va llegando gente por goteo de continuo», jóvenes y adultos, sobre todo.
Peña es una pionera de estas iniciativas. Su escuela dio los primeros pasos hace más de 40 años. Ella era entonces una estudiante de piano que, al fallecer su padre, en lugar de marcharse, decidió quedarse en Cabezón y empezó a dar clases particulares. Los alumnos aumentaron, le propuso a una compañera sumarse como profesora, más tarde le pidieron clases de guitarra, insonorizó el garaje de su casa, instaló cabinas, se le quedó pequeño, alquiló un local… «Fue una cosa progresiva y…hasta el día de hoy», dice.
El rasgo distintivo de su academia es «el amor por lo que hago –afirma rotunda– Me parece fundamental; hay que enseñar a los alumnos a amar la música». Y además, la dedicación; «Alguien que cierra la persiana a las ocho y se olvida no hubiera llegado a tener el mismo alumnado». Son cientos las personas que han aprendido a tocar un instrumento en sus aulas. Y no solo en Cabezón; Marina Peña fue la fundadora de la Escuela Municipal de Piélagos, que comenzó con 60 alumnos y acabó con casi 400 y cuatro sedes en diferentes pueblos del municipio a lo largo de sus 18 años de dirección. Por si no fuera suficiente, también daba clases en un colegio de Santander.
«Alguien que cierra a las ocho la persiana y se olvida, no hubiera llegado a tener el mismo alumnado», dice Peña
Siempre con ideas entre manos, este año quiere empezar a dar clases de música en inglés para los más pequeños. Fue la primera también en dar clases para padres y bebés, mandando a los profesores de la Academia a Madrid para formarse a tal fin.
Ahora, la plantilla de la academia suma ocho personas y cuentan con titulación del Trinity College de Londres, que examina de música clásica y rock pop; guitarra, bajo, batería y voz. También imparten extraescolares en el colegio Ramón Laza, entre las que se incluye Música y movimiento, en las que trabajan el sentido del ritmo, el oído o la afinación para los alumnos de infantil con instrumentos de pequeña percusión.
«El conservatorio está pensado para quienes quieren dedicarse profesionalmente a la música» sostiene Marina Peña, «pero tiene que haber aulas y centros donde el programa no sea tan rígido y tan estricto, sino que vengan a divertirse». Y esa fórmula para que los niños no terminen aburriéndose, también se puede aplicar a los adultos. Como curiosidad; aquí comenzó su carrera como cantante David Bustamante.
Con el arranque de septiembre, a la aventura de Cabezón se sumaron también las clases en la Casa de Cultura de Reocín. Suma y sigue.
Castro Urdiales Academia Titxu Mardones
«Quiero que la música les haga ver la diferencia entre el bien y el mal»
Treinta años llevan abiertas las puertas de la Academia Titxu Mardones que siempre se define como autónoma, porque aquello de pianista, que también lo es, le suena «muy rimbombante», pero lleva toda una vida unida al instrumento. Mientras cuenta su historia, organiza horarios y estancias en su centro de Castro Urdiales, un negocio «muy pequeñito» con gran arraigo en el municipio.
Teresa, Titxu, estudió la carrera de música en el conservatorio Crisóstomo de Arriaga, en Bilbao y es «uno de esos millones de personas que somos mitad vascas, mitad castreñas», relata. Hace tres décadas había varias personas dando clases, sin tener aún la carrera acabada «un poco a las bravas» y a ella la animaron a aprovechar su formación y ser profesora, pero no lo hizo hasta tener su título entre manos. «Me alegro de esa decisión», defiende. Apareció entonces Alfonso Barahona, que había sido su profesor y la invitó a hacerse cargo de su academia en Castro. «Para mí era como un sueño, estaba todo como hilvanado». No tenía que hacer inversión, contaba con diez alumnos de partida y la casa familiar en Castro. «Empecé a trabajar y siempre me ha ido muy bien, porque he tenido muy claro que lo que quiero para mí, lo quiero para los demás». Desde entonces ha acercado al mundo de la música a cientos, ahora en un espacio ubicado en la calle Aranzal. Piano, solfeo, armonía, acompañamiento y música de cámara.
Es muy crítica con el papel de los conservatorios. «Es un manejo de cuatro». También con su resultado. «He tenido alumnos que han acabado el grado medio con unos programas ridículos en los que no aprenden a tocar nada, solo obtienen un título». En su academia, «planteo lo primero un aprendizaje desde la responsabilidad, el orden, cumplir programas, pero también desde el amor a la música», frente al hartazgo de otros sistemas «en los que terminas la carrera y no vuelves a tocar el instrumento».
Afirma Mardones que con «programas ridículos», los alumnos de conservatorio no aprenden a tocar, «solo tienen un título»
Con tan larga experiencia, Mardones ha dado clase a padres y a sus hijos. «Con la música se trata de que te anide en el alma y el profesor te acompañe; formamos parte de su vida y supone enseñar directo al corazón».
Como educadora, su mayor logro es «que sean buenas personas, que la música les ayude a ver la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal», afirma. Es más, afirma Mardones que «cualquier decisión que tomas en tu vida está basada en la música» con el mensaje de que los compases, por sí solos, no valen nada; necesitan al resto. Y ella les traduce ese mensaje vital: «Quiero que vean que lo que la música necesita lo van a necesitar ellos en la vida, tanto para ser personas felices como padres educadores de niños felices».
La Academia descansa durante los meses de verano. Años atrás realizaron colonias de verano o, en el año Leonardo Rucabado interpretaron varias de sus obras o tocaron por el 200 aniversario del nacimiento de Beethoven. «Siempre estamos buscando cosas; le dedicamos mucho tiempo y vemos que la gente lo valora».
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