Mujeres al servicio de vidas ajenas
El Movimiento Cultural Iguña ha promovido el rodaje del documental 'Las que fueron a servir', premiado y muy aplaudido
Se podría escribir un libro por cada historia de las mujeres que sobrevivieron a la posguerra como empleadas domésticas en hogares más o menos pudientes, ... donde se asomaron al abismo que separa servir y ser servido. Aceptaron, bebiendo lágrimas, dejar su familia para ir a vivir con desconocidos que, de una forma u otra, se convirtieron en sus 'dueños'. Entendieron que así descargaban parte de la mochila de preocupaciones que afligían a los suyos, en caseríos en los que abundaba el frío, el miedo y la necesidad.
Salieron de sus casas con un hatillo de recuerdos y poco más, con la esperanza de aprender algún oficio que les permitiera medrar en una sociedad poco propicia para las mujeres jóvenes, como reconocía Elena Ruiz, de Villasuso de Anievas.

Ella es una de las protagonistas del documental 'Las que fueron a servir', promovido por el Movimiento Cultural Iguña y dirigido por Patricia Hernández. Un relato en primera persona de la vida de ocho mujeres, Juana Gutiérrez, Natividad Martínez, Rosario Martínez, Encarna Hoyos, Carmina Villegas, Josefina y Felisa de la Concha y la propia Elena Ruiz, la misma historia de miles de jóvenes que dejaron sus pueblos en busca de un futuro mejor, «enfrentándose a destinos inciertos como empleadas domésticas, acarreando duras experiencias de trabajo, soledad y sacrificio».
Lo cierto es que desde que se estrenó el 7 de marzo de este año en un abarrotado Teatro Municipal de Los Corrales de Buelna, el trabajo ha seguido llenando salas, logrando el reconocimiento del público y la crítica allá donde se proyectaba. El último hasta ahora en el Festival Internacional de Cortometrajes de Torrelavega, donde se llevó la Estela Dorada al mejor cortometraje cántabro, en un festival colaborador con los Premios Goya. El Concha Espina se rindió ante las biografías de ocho mujeres de los valles de Iguña y Anievas al servicio de vidas ajenas, con mucho trabajo y pocas ganancias para sobrevivir en tiempos difíciles. Pero también ha ocurrido fuera de la región, con la Mención de Honor en el Festival Diversidarte, Das Artes Inclusivas, en Galicia, o la Mención Especial en el Festival de Cine Rural y Montaña de Cervera de Pisuerga (Palencia).
En definitiva, un documental que es mucho más que las vivencias particulares de las protagonistas, de sus anécdotas, de sus lágrimas. Es el reflejo de un momento histórico en el que esas mujeres se vistieron el mandil y se pusieron el mundo por montera, o por cofia. Niñas, algunas, que partieron, la mayoría, hacia Torrelavega o Santander, que por aquel entonces quedaban muy lejos. Otras se trasladaron a Madrid, y alguna, como Josefina, a París, donde fue planchadora en la Embajada de Mónaco, por conocer el idioma tras haber estado en Francia de niña.
Encarnita Hoyos no tenía quince años cuando su padre acordó con unos conocidos de Los Llares que fuera a cuidar a sus dos hijos en la casa que tenía esa familia en Torrelavega. No le importó, porque en ese acuerdo ella tendría las tardes libres para aprender costura, corte y confección. Pero, como con tantas otras, no fue así, trabajó de la mañana a la noche, sin descanso, cuidando a los pequeños, fregando, planchando, limpiando. Todo empeorado con la constante sombra de la madre de la esposa, su auténtica pesadilla durante los seis meses que duró ese primer trabajo. Hasta que unos parientes de su madre necesitaron de una chica para el cuidado de su hogar y allí se marchó. Y allí encontró la complicidad de la señora, fue una más de la familia, y sí, tuvo las tardes libres para aprender costura.
Nunca perdió de vista a los niños que cuidó. 40 años más tarde Encarnita enfermó y tuvo que ir al hospital de Sierrallana, donde le anunciaron que había que intervenirla quirúrgicamente. Antes, el cirujano la hizo una visita para tranquilizarla y ella reconoció al médico: «Yo te he tenido en mis brazos de pequeño». Era el hijo mayor de la primera familia para la que trabajó. Él también tenía memoria: «¿Eres Ita verdad?». Y sí, era Ita, la Encarnita que le cuidó de pequeño con un cariño sin plazo de caducidad.
Fernanda Sanz, la hija de Carmina Villegas, habla del reflejo en la pantalla «de una realidad olvidada y silenciada a lo largo de muchísimos años», el trabajo siempre impagable y muchas veces mal pagado de las mujeres. «Mucha miseria, privaciones, sin poder elegir ni decidir, sin acceso a una formación académica o laboral, con mucha escasez y sin herramientas para poder ni imaginar un cambio en sus vidas».
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