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Gaye Su Akyol.
Música, hologramas y tragos de raki

Música, hologramas y tragos de raki

Gaye Su Akyol, la nueva revelación de la escena turca, es una vocalista que actúa al frente de un trío enmascarado y cita a Nirvana entre sus influencias

Carlos Benito

Martes, 22 de noviembre 2016, 20:03

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En Turquía parece natural lo que, en otros lugares del mundo, puede sonar a forzada impostura. La ubicación y la propia estructura del país, recostado en una esquina de Asia y con la punta de un pie bien clavada en Europa, hace que allí las culturas (y, más específicamente, lo que nos interesa aquí: las músicas) convivan y se mezclen con insólita fluidez, estableciendo los lazos profundos de quienes llevan mucho tiempo tratándose. La psicodelia es seguramente el ejemplo más claro: los grupos de Estados Unidos o Gran Bretaña se afanaban y se afanan a menudo en impregnar sus canciones de cierto orientalismo, a menudo torpe y superficial, mientras que sus equivalentes turcos se limitan a abrazar con entusiasmo sus dos tradiciones, la rica música clásica otomana y el rock and roll. De esa suma salieron algunos de los discos más estimulantes e inagotables de la década de los 70.

Gaye Su Akyol es el último ejemplo brillante de esta hibridación. La vocalista, de 31 años, procede de Estambul, la ciudad que Napoleón veía como capital del mundo, y su formación musical bebe de fuentes muy dispares. De niña estuvo expuesta a la generosa ración de música clásica turca (un género vocal acompañado de instrumentos como el laúd o la cítara) que programaba la televisión nacional, pero a esa dieta sonora no tardaron en añadirse sonidos contemporáneos. Todavía estaba en primaria cuando se entusiasmó por el 'Nevermind' de Nirvana, propiedad de sus hermanos mayores: «Cuando lo escuché por primera vez, mi cerebro explotó. Entonces descubrí a otras bandas de Seattle, y después a gente como Nick Cave, Joy Division, Sonic Youth y Einstürzende Neubauten». Curiosamente, el siguiente paso en esta evolución un tanto caótica fueron los hippies Jefferson Airplane: «Eso me llevó a la psicodelia y el surf. Lo que hacían todos ellos parecía encajar con cantantes turcas de más edad que me encantaban, como Selda Bagcan y Müzeyyen Senar». El círculo se había cerrado.

Con los camellos

Nuestra protagonista es hija de Muzaffer Akyol, reputado pintor, y durante mucho tiempo persiguió vocaciones ajenas a la música. Se licenció en antropología y trabajó como artista plástica, pero a la vez se introdujo en la fecunda escena 'underground' de su ciudad: primero, se dio a conocer como parte del proyecto electrónico Seni Görmem Imkansiz, y después estableció una alianza con el versátil trío de rock Bubituzak, que se convirtió en su banda de acompañamiento. Las máscaras con las que cubren sus rostros los tres músicos se han convertido en una impactante seña de identidad de los conciertos de Gaye Su Akyol, junto al vaso de raki, el anís turco, que la cantante siempre procura tener a mano. Su primer álbum, Develerle Yasiyorum (algo así como Vivo con los camellos) ya constituyó una revelación, pero con el segundo, el recién editado 'Hologram imparatorlugu' ('El imperio del holograma'), ha dado el salto a la relevancia internacional. A la crítica le fascina su compleja identidad sonora, de resultados tan embriagadores como los de su aguardiente.

Quizá sus paisanos distingan otras proporciones, pero para el oyente occidental la música de Gaye Su Akyol es fundamentalmente turca, con sus rizos melódicos, sus ritmos intrincados y una instrumentación en la que no falta el 'oud', ese laúd de mástil corto fundamental en la tradición de tantos países. Pero, a la vez, hay canciones que, en lugar de seguir la senda convencional, se desvían decididamente hacia territorios más propios del rock and roll: quizá el ejemplo más obvio sea 'Eski Tüfek' ('Una vieja mano'), con una guitarra twang que de pronto se lanza a un pasaje surf. La inspiración para el álbum tampoco tiene mucho que ver con las esencias clásicas: «Mi punto de partida es la posibilidad que han estado debatiendo los físicos teóricos de que el mundo entero pueda ser un gigantesco holograma», ha explicado la artista en una entrevista con 'Reorient', aunque esa inquietud cósmica está acompañada de un eco más mundano: «Me parece que, tanto en el plano individual como en el social, las personas están actuando menos como ellas mismas y más como versiones o imitaciones de sí mismas». Las letras son todas en turco, aunque las traducciones al inglés permiten apreciar su talento poético, que abarca desde lo amoroso hasta lo político: «Me siento inmortal a tu lado, / como si el mundo fuese a ser un lugar seguro / si me tomo otro raki doble», dice una de ellas.

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