«Las reporteras ofrecieron una visión de la guerra totalmente distinta a lo conocido»
Bernardo Díaz Nosty plasma en 'Lo contaron al mundo', el papel de las periodistas extranjeras en la Guerra Civil, que presenta mañana en La Vorágine
Casi mil páginas, 916 para ser exactos, ocupa el último trabajo del periodista Bernardo Díaz Nosty, que presentará mañana en La Vorágine (19.30 horas). ... Un profuso estudio en el que tira de la manta de la historia para poner en un lugar visible la labor de las periodistas extranjeras que viajaron a España para cubrir el conflicto que partió al país: la Guerra Civil. La más mediática de la historia hasta ese momento, como señalaba Hugh Thomas.
«No existen antecedentes sobre este trabajo», explica. La historiografía citaba «a cinco o seis americanas». En la época del covid, Díaz Nosty, encerrado como todos en casa, comenzó a viajar virtualmente por decenas de hemerotecas. La cifra fue aumentando. 10, 20, 30...hasta llegar en su compilación a cien nombres de periodistas de todo el mundo. El resultado es 'Lo contaron al mundo' (Renacimiento), el libro publicado en julio y que el escritor presentará mañana en La Vorágine (19.30 horas).
Poco a poco, en esa búsqueda, acumuló hasta 300 volúmenes relativos a esta época -y más de veinte páginas de citas bibliográficas- y a las protagonistas a las que llegó desde la intuición de que faltaba algo por contar. «No solo escribieron en periódicos y revistar; también dejaron testimonios de la guerra en libros y memorias». Tanto ha dado de sí el material, que hasta se ha montado una exposición en París de la mano de la Unesco.
Díaz Nosty tenía experiencia en este campo. Antes de este libro habían visto la luz 'Voces de Mujeres. Periodistas españolas del siglo XX' (2020) o 'Periodistas en el punto de mira. Medio siglo de secuestros y asesinatos' (2021). «Había detectado una bolsa oculta y en eso me paré; cuando llegué a veinte nombres pensé que ya tenía un libro, pero seguían apareciendo», en un goteo de vasos comunicantes porque «unas llevan a otras, se citan entre sí» creando una red. En cualquier caso, como defiende el autor, «lo importante no es el número, sino lo que cuentan». Porque como argumenta el investigador: «es muy distinto a lo que conocíamos sobre la guerra escrita por hombres; es una sensibilidad que no tiene nada que ver con los tanques o los cañones, sino con la piel social, con los enfermos, los niños, con quienes sufren en la retaguardia». Es decir, es «una visión de la guerra totalmente distinta». De hecho, a partir de esta recopilación de perfiles biográficos y fragmentos de lo que escribieron, «hilvanando las reflexiones y las narrativas de estas mujeres» está trabajando ya en un nuevo volumen. «Voy a construir un rompecabezas con veinte estampas de la Guerra Civil contadas por mujeres, que ofrecerá una visión muy diferente».
«Pone la piel de gallina leer las crónicas por la sensibilidad que transmiten»
Una de las periodistas, de nacionalidad francesa, expone que la guerra «es una expresión de la locura de los hombres». En este sentido, Díaz Nosty coincide en señalar que «hay una cultura narrativa de la guerra que es masculina, en la que las mujeres no solo no participan sino que son elementos documentales, como paisajes; están ausentes». Su posición es mínima «cuando eran el 50% de la población y tuvieron un papel decisivo». Entre esos roles que destaca está mantener vivos a los niños o a los enfermos.
En otras situaciones puede darse una situación narrativa más o menos compartida «pero en una guerra, cuando se pone en juego la vida, también la de los hijos, aparecen otras sensibilidades que no están presentes en las crónicas masculinas y esto es realmente determinante». Y, ¿cómo ha evolucionado esa percepción en un mundo que sigue asolado por la violencia? «Se ha corregido en parte -dice el periodista- Hoy en día, la visión masculina se ha feminizado, es más sensible, ya no hay tantas diferencias como entonces». En aquel momento, la visión de la mujer, sea rusa, americana, francesa o búlgara, estaba «muy adelantada respecto a los hombres, en el sentido de que era mucho más humanitaria, capaz de detectar lo que en el futuro se llamaría crímenes de guerra». También ha cambiado, claro, la percepción del lector.
A veces, dice Díaz Nosty, «pone la piel de gallina leer las crónicas por la sensibilidad que transmiten». La alemana Hilde Marchant se lo expuso así al director de su periódico al pedirle viajar al frente: «Voy a contar cosas muy distintas a las que están contando los reporteros». De antemano, antes de sus viajes «ya sentían una pulsión diferente». Como expone en el ensayo, la cultura de la guerra «se asienta en valores de masculinidad hegemónica», de ahí que pese a la numerosa presencia de mujeres periodistas y sus relatos alternativos «el sedimento historiográfico dominante ignore o ensombrezca el papel de los sectores de la población -mujeres, ancianos y niños- alejados de la centralidad narrativa».
«En Santander hay menciones a Matilde Zapata, que fue fusilada, y a Concha Espina»
La mayoría de las periodistas internacionales que llegaron a España se acercaron al bando republicano «donde las políticas sociales son mucho más afines con temas de igualdad», de hecho, «casi todas las oficinas de prensa para extranjeros de la República, estaban encabezadas por mujeres». Esa afinidad participaba también «del temor a que los derechos femeninos sean pisoteados por el fascismo» e integra una visión moderna del mundo «con ideas progresistas y el rechazo del paternalismo clerical como medio de control de la sociedad anclada en el pasado».
Uno de los aspectos más positivos detectados por Díaz Nosty en su recorrido por cientos de archivos es el buen estado de esa memoria «que se ha digitalizado y solo con un par de términos entras en un enorme caudal de periódicos». El libro está, de hecho, trufado de recortes de prensa de todo el mundo y fotografías de la época que ilustran el contenido.
El resultado le ha «emocionado bastante», reconoce. «A medida que iba apareciendo una historia y la iba documentando, había una especie de enamoramiento con ese perfil, que iba avanzando, escribiendo, enviando sus crónicas. Acabas esa historia y empieza otra y hay una emoción consecutiva, secuencial».
Respecto a Santander, solo ha encontrado menciones a periodistas afines al régimen franquista que llegaron tras la toma de la ciudad. Recuperará de su libro anterior, el de las periodistas españolas, a Matilde Zapata, directora de La Región que fue «detenida, sometida a juicio sumarísimo y fusilada» y a Concha Espina «excelente escritora que en esa época escribe cosas terribles en el ABC de Sevilla».
En su ponencia en La Vorágine, Bernardo Díaz Nosty terminará la exposición con la imagen de una mujer corriendo por Barcelona con su perro, después de haber sonado las alarmas, «que puede ser de hace 50 años o de hoy en Kiev». Da para pensar.
El perfil: universitarias, profesionales y asumiendo riesgos
Reino Unido (44) Estados Unidos (38) y Francia (29) son los países de los que procedía el grueso de las periodistas 198 contabilizadas, que sumaban 25 nacionalidades. Algunas como Noruega, Chile, Hungría o Bélgica con una única reportera destinada al conflicto español. Universitarias en la gran mayoría
De las 199 autoras de crónicas y reportajes, 179 viajaron a la zona republicana. De las 20 restantes, 13 estuvieron solo en la zona rebelde, identificadas con la causa, 2 cubrieron la información desde esta zona, sin adhesión, 4 realizaron la cobertura en ambas demarcaciones y solo una estuvo en la zona rebelde en una doble misión de información y espionaje.
Lo que fue un trabajo «profesional o defensa de un ideario», aparece como la iniciativa «excepcional de rebeldes y aventureras, cuando no heroínas».
La relación entre violencia y fascismo o entre guerra y patriarcado, «tal vez supuso un rasgo coincidente entre las periodistas» que más allá de su trabajo «asumieron riesgos evidentes; una contribución explícita al trabajo de las mujeres».
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