
Edurne Portela y José Ovejero
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Edurne Portela y José Ovejero
Como si de un maridaje entre ficción e historia se tratase, Edurne Portela (Santurce, 1974) y José Ovejero (Madrid, 1958) cogieron los ingredientes de un ... siglo entero, sazonados con dos países y aderezados con la vida de cinco personajes principales unidos por una revolución, para servir 'Una belleza terrible' (Galaxia Gutenberg). Una novela recién publicada que presentan este viernes en La Vorágine (19.30 horas).
-¿Tienen una visión conjunta de lo que es 'Una belleza terrible'?
-Edurne Portela (E): Es muy buena pregunta; nunca lo hemos hablado. Creo que sí. Ha sido un proceso en el que hemos estado inmiscuidos los dos en una simbiosis creativa muy peculiar. Al final nunca sabes lo que hay en la cabeza del otro, pero la idea es bastante compartida.
José: Si no, habría sido muy difícil llevar al final la novela.
-Con tanta documentación, ¿Cuánto de trabajo previo han necesitado?
-José Ovejero (J): Casi diría que no ha habido trabajo previo. Me explico; hemos investigado muchísimo, pero íbamos escribiendo al mismo tiempo. Decidimos que, según íbamos viendo un personaje o un momento, escribíamos, sabiendo que más tarde tendríamos que corregir, según fuésemos encontrando nuevos datos e informaciones. Nos parecía una forma de irnos aproximando como cuando conoces a una persona: al principio tienes pocos datos, te haces una idea y te cuentas una historia que luego vas corrigiendo.
-¿Se han ido sorprendiendo en ese proceso por lo que encontraban sobre los personajes?
-E.: Muchísimo. Empezando por el personaje principal, Raymond Molinier, que al principio nos daba la sensación de ser un poco crápula, medio aventurero, medio estafador y según le íbamos conociendo y viendo lo que hizo hasta su muerte, nos sorprendimos de la lealtad y el compromiso que tenía con lo que consideraba una causa justa. Nos pasó con otros personajes en diferentes grados, pero todos nos sorprendieron de alguna manera.
-J.: Sí, íbamos encontrando cosas que nos confirmaban lo que sospechábamos. Molinier era un trotskista al pie de la letra, incluso cuando Trotsky lo echó del partido. No imaginábamos que a sus casi 80 años, cuando llega la Perestroika, una de las primeras cosas que hace es intentar que se reivindique en la Unión Soviética la figura de Trotsky. Una fidelidad que nos sorprende hasta el final, pero al mismo tiempo es coherente con el personaje.
-¿Esperan que esa sorpresa alcance también al lector y amplíe sus puntos de vista sobre las lealtades y las causas?
-E.: Esperemos que sí, porque en el proceso de la escritura nuestro deseo es que el entusiasmo que sentimos, las ganas de saber más y más, se contagien a través de la narrativa. En un tiempo presente tan desesperanzado y preapocalíptico, este tipo de ilusión viene bien. Es un tiempo propicio para pensar que hay vidas que se dedicaron a hacer del mundo un lugar mejor para todos.
-J.: Creo que es algo que nos han transmitido bastantes lectores, que han compartido la emoción. Puedes estar de acuerdo o no con las cosas que hicieron, pero al final, esa especie de fe y capacidad de sacrificio y de aceptar un montón de tragedias personales para conseguir algo que creían bueno para el mundo, es algo que acaba emocionando.
-¿No tanto la idea como la defensa de ese idealismo?
-E.: Sí, siempre teniendo en cuenta que no es rédito personal, sino pensar lo que es mejor para la sociedad entera, incluso sus enemigos políticos. Hay una especie de generosidad de base que para mí los hace especialmente singulares y válidos.
-Entre tantos personajes, ¿cuál ha sido el criterio para elegir precisamente a este plantel?
-J.: Es una historia inacabable, muchas décadas, en dos continentes, con personajes muy distintos... Con cada uno de los secundarios nos íbamos deteniendo y pensando que sería otra novela, pero no puedes escribir la de todos. Cogimos al central, Molinier, por su cercanía a Trotsky y por el carácter peculiar del individuo, pero también nos importaba dar espacio a las mujeres que trabajaban codo con codo con él y no aparecen en la historia o lo hacen para mal. Rescatar esas voces nos parecía algo importante, pero nos ceñimos a esas cuatro mujeres que están con Raymond en distintos periodos de su vida, tres de ellas también en la lucha política.
-E.: Al final se convierten en coprotagonistas. No nos hemos dedicado a contar páginas, pero yo creo que ocupan el mismo espacio que el personaje central.
-A Molinier se le atribuye la frase: «Las palabras fueron mi primer acto de compromiso». ¿Esta elección es también, en cierto modo, el suyo?
-J.: A los dos nos interesa una literatura que trabaja con la memoria. No de la misma manera, porque hemos trabajado de una forma distinta, pero nos interesa esa recuperación del pasado, no con un espíritu doctrinario, ni de enseñar siquiera, sino por una curiosidad compartida.
-E.: También por un interés hacia esa parte de la historia que se ha ocultado, como la de la participación de las mujeres en las guerras, en las luchas antifascistas... Hay un interés en rescatar esas ideas olvidadas o conscientemente sepultadas. Los dos compartimos una visión crítica de la historia. La idea de Walter Benjamin de que hay que cepillar la historia a contrapelo para encontrar las narraciones ocultas en ella. Tenemos interés en hacerlo y contarlo a través de la ficción.
-En un mundo cada vez más hiperconectado y visual, la Historia se está quedando en un reducto cada vez más oscuro según los intereses?
-J.: La historia ha sido manipulada en todas las épocas. Desde el poder, del tipo que sea, se ha intentado contar una sola parte de la historia. Utilizarla para justificar una determinada forma de estado, un determinado ejercicio del poder o de la opresión. No es nuevo, aunque ahora puede adoptar formas diferentes.
-¿Tenemos pocas revoluciones hoy en día?
-E.:Son otros tiempos. Cuando hablamos de las revoluciones pasadas, están en un contexto que hoy es irrepetible. Para que llegue la revolución primero tiene que haber una mínima resistencia y no la hay, frente al capitalismo feroz o la imposición de una sociedad cada vez más desvinculada de lo común. Es muy difícil articular una respuesta efectiva contra este poder. Estamos en un momento bastante pasivo comparado con otras épocas.
-J.: Las revoluciones ahora mismo se están haciendo desde el poder. En Estados Unidos o Argentina es donde se está dando una revolución violenta, por ejemplo. Desde la base social, es más tiempo de rebelión que de revolución.
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