La alquimia del poema
Un brillante uso del lenguaje figurado y una densa textura verbal que no rehúye la mesura, componen el nuevo volumen de Nilton Santiago, 'Vocación de naúfrago', Premio Juan Gilbert
Sin sacrificar su agudeza verbal e intelectual ni, por supuesto, su perspicaz análisis de la realidad. Nilton Santiago (Lima, 1979) ha conseguido describir los hechos del mundo real imbuidos de una atmósfera de irrealidad que los hace mucho más atrayentes. «La luna es la brújula de los trenes desorientados», escribe en 'Dos versiones de un poema de Szymborska', el primer poema de 'Vocación de náufrago', libro con el que obtuvo el Premio Juan Gil-Albert, otro galardón más que añadir a su currículum literario.
'Vocación de Náufrago'

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Autor Nilton Santiago
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Premios Premio Juan Gil Albert
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Editorial Visor
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Páginas 104
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Precio 12,00 euros
Esta hermosa metáfora no es más que el anticipo de lo que nos encontraremos en el resto de los poemas. Un brillante uso del lenguaje ... figurado una densa textura verbal que, sin bien no rehúye del todo la mesura (lo veremos en los numerosos ejercicios de metapoética que menudean en el volumen), sí es más proclive al ornato y a la digresión y, pese a este dispendio retórico, lo que trasmiten los versos de Santiago dista mucho de enajenarnos de la realidad, al contrario, nos familiarizan con ella, sus poemas nos arraigan en su visión del mundo, un mundo poblado de seres anómalos ―«El ciego que ve», por ejemplo, se titula la última sección del libro―, de situaciones extrañas creadas quizá en un mundo onírico, pero no en el sueño―«Diego cayó por el hueco del ascensor»―, de percepciones cargadas de una tensión contenida, como la que sugieren estos versos: «Mientras intento, otra vez, conciliar el sueño, / no dejo de pensar / en este raro animal sin huesos / que vive en ese imposible equilibrio / entre corazón y mente».
Los poemas de este libro, pese a estar divididos en secciones, giran en torno a las mismas preocupaciones y a temas similares. Lo hipotético, lo posible, lo real y lo fantástico ―«Trump, las bombas sobre Gaza / y el zorro que acabamos de ver en el bosque / ocupan nuestras bocas»― el conflicto identitario ―«Ciertamente, ser es fragmentarse en el otro»―, encuentros con lo desconocido (al bucear, en el poema «La isla sin peso», por ejemplo) y, sobre todo, el análisis de la propia esencia del poema. Son, como decíamos, muchos los que indagan en su naturaleza y lo hacen desde ángulos diferentes. No tarda Nilson Santiago en preguntarse «¿El poema es el agua que se lleva el reflejo /de lo que creemos ser?». Evidentemente, deja que el lector encuentre la respuesta, quizá porque, en el fondo, desconfía de esas palabras que se comportan «como el perezoso» y se ponen «a tiro en el poema para que la[s] nombres, / para que la[s] invoques». Si el poeta debe aprender a mirar para extraer de la realidad lo que se escaba a la mirada acomodaticia, el poema debe ser tanto el espejo como la lente que nos mira por dentro: «También el poema nos ve / por el mismo ojo por el que lo vemos», afirma Santiago. Incertidumbre identitaria y lenguaje se funden, además, en versos como estos; «Somos también / cuando somos un lenguaje que se rompe?». Da la impresión de que el poeta se construye a medida que avanza en la escritura y que las palabras son la argamasa que solidifica ese avance. Debemos, además, subrayar el talento de Nilton Santiago para dotar de verosimilitud cualquier situación, por extraña o irreal que nos parezca. No cabe duda de que sabe transmitir múltiples sensaciones al describir la atmósfera que envuelve sus propias escenas, desde cierta ternura resignada a la aversión que produce la violencia gratuita, pero estas sacudidas emocionales que mezclan lo sentimental con lo melodramático, aparentemente contradictorias, dan forma al sentido final del poema, rematado en numerosas ocasiones con preguntas o afirmaciones sutilmente ambiguas, como esta: «Por fin entiendo / por qué hay que huir del yo / para encontrarlo».
La poesía, para Santiago, parece ser el refugio de una mente que huye de la linealidad de pensamiento y de la memoria y apuesta por la simultaneidad temporal y de la experiencia, de ahí que convivan en sus poemas figuras arquetípicas como la abuela, la madre o el padre y escenas de la infancia con situaciones de la actualidad. Lo cierto es que este ensamblaje funciona a la perfección porque las numerosas preguntas encajadas en los poemas nos invitan a indagar en los hilos que unen tan distintos tiempos verbales. En todo caso, lo más relevante de 'Vocación de náufrago' es que, tanto en sus versos claramente afirmativos ―sentenciosos incluso― como en los alusivos, en los cuales, mediante imágenes y acciones que mezclan la inteligencia con la invención, logran desestabilizar nuestra capacidad de sorpresa, asistimos a un ejercicio estimulante de poesía, de buena poesía, que refleja la inquietud que produce el acto creativo en la misma página y el diálogo con ese otro yo que nace de los escombros del lenguaje.
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