En busca de las líneas originales
'Fragmentos', la nueva obra de Javier Sánchez Menéndez, está integrado por un conjunto más o menos extenso de reflexiones que se asemejan al aforismo
Aunque esté integrado en una colección de poesía ―de las similitudes y divergencias entre poema y aforismo hay mucho que debatir, pero ahora no viene al caso―, la nueva entrega de Javier Sánchez Menéndez, 'Fragmentos', tal y como su título indica, está integrado por un conjunto más o menos extenso de reflexiones que se asemejan más al aforismo, en su acepción más laxa, esa que desestima el concepto de brevedad, que al poema, y como tales se pueden encuadrar en ese proyecto en marcha en el que Sánchez Menéndez lleva trabajando hace ya bastantes años. El aforismo se ha convertido para él no sólo en una forma de expresión adecuada para poner orden en su pensamiento sino también en un motivo de investigación del que han nacido ensayos como la serie 'Fábula' y 'El libro de los indolentes', investigación, por otra parte, que no escasea en estos fragmentos, como puede comprobarse en este, que lleva más lejos la conocida sentencia de Ludwig Wittgenstein en la que afirma que «de lo que no se puede hablar es mejor callares» : «Todas las cualidades pueden captarse, pero no pueden expresarse, ni siquiera leerse. Existe una línea real que separa la interiorización de la creación y del entendimiento».
'Fragmentos'
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Autor Javier Sánchez Menéndez
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Editorial Colección Año XXV. Detorres Editores.
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Páginas 98
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Precio 12 euros.
Por otra parte, la apología de una moral acorde con los mejores atributos de la condición humana está siempre muy presente en la obra de ... nuestro autor, y en estos textos se puede apreciar también esa defensa numantina de la virtud: «¿La razón natural o el principio? Todo pasa por la virtud, por la transformación de nuestro ser en un fluir constante. De nada sirve interrumpir nuestros deseos. Dejemos de ser yo para convertirnos en nosotros». Otro de los temas predilectos de Sánchez Menéndez, como poeta que es, se refiere a la propia poesía, a su práctica y a su inasible esencia, y este texto que transcribo se inclina por desechar esas ideas de claro sesgo romántico de la escritura en las que vida y poesía se funden. Él apuesta por elegir una por encima de la otra: «La poesía como forma de vida (contemplación y lectura). El poeta debe renunciar a la vida para fundirse con la poesía.
O lo que es lo mismo: para crear poesía hay que abandonar la vida», una visión esta muy controvertida que admite muchas matizaciones y con la que necesariamente muchos lectores estarán en desacuerdo, porque, si es cierto que la verdadera poesía es mucho más que un mero ejercicio estético, es una disciplina del pensamiento compatible con diferentes modos de vida, ¿hasta qué punto es también una decantación de la personalidad? En esta misma línea va este otro fragmento que, cuanto menos, resulta paradójico: «La poesía no habla de sí misma, la poesía toma conciencia de la poesía para de ser poesía, o para ser poesía siempre». Este tipo de juegos conceptuales es muy habitual en nuestro autor y su origen está, probablemente, en la amalgama de interferencias y de influencias que se perciben en su escritura, valga como ejemplo este fragmento: «Es conveniente vivir en conversación con los vivos, pero también con los difuntos», de indudable adscripción quevediana.
Más arriba mencioné la constante reflexión sobre el aforismo que Javier Sánchez Menéndez viene desarrollando y afirmé que en este libro, a pesar de no estar encuadrado en el género ensayístico, podemos leer unos juicios pocos complacientes con la supuesta Edad de Oro del género: «No, no estamos en un nuevo Siglo de Oro de aforismo. Por más que algunos se empeñen, no lo estamos. Nos ponemos a analizar las causas por las que algunos piensan que existe y sacamos algunas conclusiones. La primera es la autojustificación. Un error claro, un error de base. Nadie es capaz de asimilar que lo que escribe estaba ya escrito con anterioridad, por otros que además lo hicieron mucho mejor». Como se ve, un juicio categórico y no exento de autocrítica, que, además, se ve refrendado por la denuncia de la poca calidad de los aforistas actuales –no se menciona nombre alguno–― y por la proliferación de sucedáneos en las redes sociales.
Por lo demás, y corroborando la no oculta abundancia de lecturas, aparecen en este libro multitud de autores de muy variada procedencia de los que se han extraído no pocas enseñanzas, desde Flaubert a Rilke pasando por Dante, Jorge Santayana o Cervantes –con citas suyas se abre y se cierra este volumen–―, por citar solo algunos. Como afirma el paratexto de Lillian Hellman que ocupa la contracubierta, el 'pentimento' es una forma de arrepentimiento porque se pinta encima de lo pintado. Otro tanto se puede aplicar a la escritura. Esa «forma de ver y volver a ver» será la que reformule muchas de estos fragmentos, bien replicando sus afirmaciones, bien ampliando sus significados o simplemente modificándolos. En ese proceso interminable se encuentra inmerso Javier Sánchez Menéndez, quien convierte la duda y de la imprecisión en el motor de su escritura.
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