Heridas de la existencia
Poesía ·
En 'Cantos del abandono' Beatriz García se aprecia un impulso irrefrenable por exponer las tortuosas entrañas de la emoción con un lenguaje despojado de vestiduras retóricasDespués de leer 'Cantos del abandono', la nueva entrega de Beatriz García Fernández (León, 1965) no es impropio preguntarse si podemos juzgar un libro por el tipo de consuelo que nos brinda y si son las palabras, escritas con tenacidad, el medio más adecuado para dar forma tanto al lamento como a la esperanza. De «palabras abandonadas / [que] cubren la ciudad» nos habla el último poema del libro, un libro compuesto por poemas sin título que confiere una cierta unidad al conjunto, como si en lugar de una suma de cantos, fuera un canto único en el que la autora flexibiliza los patrones formales para ajustar su prosodia a un ritmo personal de enorme eficacia que, pensamos, supera la capacidad semántica del ritmo convencional. Hay que tener en cuenta que la poeta busca comunicar percepciones a través de conceptos del orden natural como proceso de cambio y transformación íntimos. Esta búsqueda, ya iniciada por los poetas del Romanticismo europeo, se basa en el poder de la metáfora, en el pensamiento analógico que es capaz de relacionar, por ejemplo, la niebla con un estado de ánimo que fluctúa entre el abatimiento y la regeneración personal, una dicotomía que, por otra parte, está presente en otros poemas del libro: «En las tardes de invierno / creo escuchar el rumor de su canto ―–el pájaro calla– / enseguida se precipita la niebla ―lo vacía todo― / la soledad nos rodea / somos invisibles». Como se ve, gracias a una habilidosa descripción visual consigue relacionar el tema que da origen al poema con la imagen que lo significa.
El arte del poeta consiste en distinguir las metáforas poéticamente verdaderas de las que surgen impelidas por una mera proliferación de similitudes arbitrarias, con un ... sentido más que dudoso, y esto solo lo puede hacer desde el convencimiento de que existe una cierta lógica también en esa parte irracional en la que se sustenta el acto poético. En 'Cantos del abandono' no se escatiman las abstracciones, es cierto, y esto podría dar lugar a esa arbitrariedad ya mencionada, pero Beatriz García Fernández, observa con detenimiento lo que sucede a su alrededor y ve en ello, en los elementos naturales, como si fueran un espejo rasgos de su identidad, por eso es capaz de desnudar el pensamiento, de volcar su desesperanza: «Desde el lado más oscuro / a la deriva de tu identidad / por qué / no inventarte sombra / que me lleve / a un día claro / a la búsqueda de certezas / a ese lugar / donde ni escuchas ni oyes / y sola va y viene la música / en un silencio escondido / que vaga / no se pierde // y al fin despierta arriba / en / la / luz».
'Cantos del abandono'
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Autora: Beatriz García Fernández
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Editorial: Editorial: Eolas
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Páginas: 64
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Precio 12 euros
Resulta además llamativo el uso de la pausa versal como forma de ralentización del discurso, como manera de controlar el caos de una mente que necesita dar rienda suelta a sus temores, pero a la vez, sujetando las riendas. La ordenación del lenguaje en una métrica asistemática confirma, además, el estado de ebullición latente que precede a la escritura y la necesidad de que esta anule el fin destructivo de la lamentación. Parece haber en Beatriz García Fernández un impulso irrefrenable por exponer las tortuosas entrañas de la emoción con un lenguaje despojado de vestiduras retóricas, eligiendo hábilmente las transiciones entre estados emocionales –de «La quietud de las imágenes, los espacios, siempre atravesados por una melancolía feliz, o una tristeza fallida» habla Miguel Ángel Curiel en el prólogo–: «En este aire sin palabras / las piedras construyen su propio grito / en esta tierra abierta a pedazos / mi voz camina hacia ti». Sufrir, soportar el dolor para sobrevivir y hacerlo con serenidad, sin algarabía.
La poesía de Beatriz García trasmite, pese a la «melancolía feliz» –o gracias a ella, según interpretemos el afortunado oxímoron–―esa serenidad necesaria para que el lector se sumerja en el mundo del poema, en el mundo de la página porque la poesía es la puerta a ese mundo al que a veces entramos casi como si fuéramos absorbidos por la página misma, descendiendo a pleno pulmón al espacio en blanco que media entre las palabras y sus silencios. Hay que bucear entre las palabras y las pausas, hay que llegar al final del poema y volver atrás para leerlo de nuevo antes de acometer la lectura del siguiente porque la ausencia de puntuación permite que el significado último quede solapado por una interpretación parcial de quien lo lee. Quizá este enmascaramiento, esta ambigüedad sea solo una defensa de la poeta contra la confusión de la existencia, en cualquier caso, no refleja la realidad tal cual es, sino que la reinventa, y eso es lo que debe importarnos.
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