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Poesía

Las leyes posteriores

'La ley primera' de Nicole Brezin es un libro sensible, sin estridencias, hondo, que nos acompaña en la contradictoria aventura de vivir y que incluye una llamada a la esperanza

Viernes, 17 de octubre 2025, 07:23

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La cita de José Hernández que encabeza este conjunto de poemas nos desvela el significado de un título tan contundente como 'La ley primera'. Dicen así los versos de 'Martín Fierro': «Los hermanos sean unidos / porque esa es la ley primera». Y es que la fraternidad es uno de las fuentes inspiradoras de estos poemas. Otros, no menos importantes, son la infancia, el desarraigo, los efectos distorsionadores del tiempo y el amor, porque este es fundamentalmente un libro de amor, pero, como dice en el paratexto Cristina Peri Rossi, «no de ese amor pasional, que es delirio y exaltación, sino del amor al origen, a la patria, a la infancia y sus hallazgos, descubrimientos, heridas, sus identificaciones y sus pérdidas». La propia prosodia de estos poemas, su lenguaje y sus efectos retóricos recalcan incluso que el amor no precisa de un lenguaje excesivamente elaborado, sino que se expresa mejor en actos sencillos de afecto, de generosidad y de sacrificio.

La escritura es, por lo demás, una forma de preservar lo vivido, una manera de guardar en la memoria de papel aquellos fragmentos del pasado ... sustanciales en nuestra vida, de ahí que Nicole Brezin (Buenos Aires, 1993) emprenda la reconstrucción de unas emociones cuya herida aún no parece cicatrizada: la irrupción de unos hermanos que trastocan en entorno familiar y provocan en la, hasta entonces, la hija mayor, la pérdida de su paraíso particular: «Yo era la mayor y había sido destronada; / nunca pude perdonar ese arrebato, el modo / en que su llegada cambió mi vida: / la doble postergación, la doble / novedad acaparando los brazos / que hasta entonces me habían protegido». No es preciso etiquetar este tipo de poesía, pero lo que sí parece evidente es que contradice el ideal poético de Keats, quien persigue reprimir la propia identidad para avanzar hacia la otredad. En estos poemas se produce una identificación entre el personaje lírico y el autor innegable y la toma de conciencia de la realidad y de los actos que la conforman se va instalando en la mente del creador a medida que la historia prospera casi diríamos de forma lineal, aunque la memoria ―–«También la memoria es / un lugar donde poder querernos»–― no pueda evitar la rememoración de un tiempo y de un lugar que se han dejado atrás, no sin una humildad dolorida, de ahí procede, probablemente, esa sensación de despedida constante que se advierte en muchos de estos poemas.

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