Las leyes posteriores
'La ley primera' de Nicole Brezin es un libro sensible, sin estridencias, hondo, que nos acompaña en la contradictoria aventura de vivir y que incluye una llamada a la esperanza
La cita de José Hernández que encabeza este conjunto de poemas nos desvela el significado de un título tan contundente como 'La ley primera'. Dicen así los versos de 'Martín Fierro': «Los hermanos sean unidos / porque esa es la ley primera». Y es que la fraternidad es uno de las fuentes inspiradoras de estos poemas. Otros, no menos importantes, son la infancia, el desarraigo, los efectos distorsionadores del tiempo y el amor, porque este es fundamentalmente un libro de amor, pero, como dice en el paratexto Cristina Peri Rossi, «no de ese amor pasional, que es delirio y exaltación, sino del amor al origen, a la patria, a la infancia y sus hallazgos, descubrimientos, heridas, sus identificaciones y sus pérdidas». La propia prosodia de estos poemas, su lenguaje y sus efectos retóricos recalcan incluso que el amor no precisa de un lenguaje excesivamente elaborado, sino que se expresa mejor en actos sencillos de afecto, de generosidad y de sacrificio.
La escritura es, por lo demás, una forma de preservar lo vivido, una manera de guardar en la memoria de papel aquellos fragmentos del pasado ... sustanciales en nuestra vida, de ahí que Nicole Brezin (Buenos Aires, 1993) emprenda la reconstrucción de unas emociones cuya herida aún no parece cicatrizada: la irrupción de unos hermanos que trastocan en entorno familiar y provocan en la, hasta entonces, la hija mayor, la pérdida de su paraíso particular: «Yo era la mayor y había sido destronada; / nunca pude perdonar ese arrebato, el modo / en que su llegada cambió mi vida: / la doble postergación, la doble / novedad acaparando los brazos / que hasta entonces me habían protegido». No es preciso etiquetar este tipo de poesía, pero lo que sí parece evidente es que contradice el ideal poético de Keats, quien persigue reprimir la propia identidad para avanzar hacia la otredad. En estos poemas se produce una identificación entre el personaje lírico y el autor innegable y la toma de conciencia de la realidad y de los actos que la conforman se va instalando en la mente del creador a medida que la historia prospera casi diríamos de forma lineal, aunque la memoria ―–«También la memoria es / un lugar donde poder querernos»–― no pueda evitar la rememoración de un tiempo y de un lugar que se han dejado atrás, no sin una humildad dolorida, de ahí procede, probablemente, esa sensación de despedida constante que se advierte en muchos de estos poemas.
'La ley primera'
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Autora Nicole Brezin. Prólogo de Luis García Montero
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Editorial Renacimiento.
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Páginas 104
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Precio 15,90 euros
En esta escritura descriptiva y convaleciente, a ratos abstracta y a ratos reflexiva, no se escatiman los juicios negativos y la falta de expectativas de futuro en la patria que ha dejado atrás. No hay reproches sino una especie de autoindulgencia que 'obliga' a la poeta a ser benevolente consigo misma y con sus seres queridos, a ver el fracaso no como una deserción sino como parte del amor y la belleza del mundo, por eso da la impresión de que asistimos a la lucha de dos estados psicológicos rivales que solo en la página pueden mitigar la angustia que suscita su enfrentamiento. Frost, hábilmente, denominó ese estado «disputa de amor con el mundo»―–«amémonos por el bien del mundo», escribe Nicole Brezin–, acaso porque el mundo cambia pero el amor se renueva: «Quién eras, / con qué vida soñabas. // Me miro en el espejo de mi nueva casa, / de mi nueva ciudad (quince meses ya) / y siento como si estuviera reanudando tu vida, / tan parecida a la que fuiste, madre, tan cerca / del viejo París que cautivaste; // y me gustaría pensar que de algún modo / conduzco tu pasado / hacia otra dirección». No este el único homenaje que Brezin realiza a su madre. En su nueva situación se acuerda de ella: «Ella me recuerda que sola / levantó una casa a partir de las cenizas» y la utiliza, quizá en los momentos en los que la nostalgia aprieta, como ejemplo de lucha y perseverancia. La máxima intensidad de 'La ley primera' la encontramos en los momentos en los que la sobriedad expresiva contrasta con el poder de las imágenes, así sucede en poemas como 'Genealogía del daño', 'Luces de Navidad' o 'Poema de la nada', esa nada que acecha desde el origen y que pone en riesgo permanente el amor, «este amor que no había sentido antes».
Pese a tanta incertidumbre, el libro finaliza con una llamada a la esperanza, esperanza condensada en el nacimiento de un hijo que reconcilia a la poeta con quien fue, con su patria, con quien es ahora, con su patria de adopción: «Por tu amor germinó en mi vientre una nueva infancia: la más fuerte raíz / a esta tierra que ya me pertenece», un excelente colofón a un libro que mantiene siempre la tensión entre lenguaje y sentimiento, un libro en el que conversan las partes del yo y de la conciencia en un diálogo que deja al descubierto escenas de ese interior inaccesible que conforma las leyes posteriores.
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