La ciencia «sin fronteras» de la profesora Eva Nogales
La biofísica española, catedrática en Berkeley, reivindica la investigación como «bastión de la razón y la justicia» en la UIMP
Además de como un estupendo lugar para plantear preguntas «compartidas», Eva Nogales concibe los laboratorios como ecosistemas donde se cruzan las nacionalidades y las procedencias. ... Por el que dirige desde hace casi treinta años han pasado científicos «valientes y generosos» de China, India, Pakistán, Tailandia, Vietnam, Irán, EE UU, México, España o Sudáfrica. La comunicación entre ellos nunca ha sido un problema puesto que en un laboratorio –léase en una excavación, un observatorio, un aula, el taller de un instituto de investigación– sus miembros usan el «lenguaje de la racionalidad y del espíritu crítico, del conocimiento acumulado, y de las hipótesis, que pueden probarse o desmentirse porque no son ni artículos de fe ni doctrinas políticas». Es más, Nogales cree que si la diplomacia en el mundo funcionara como lo hace la ciencia, «este sería un mundo más pacífico, más feliz».
Las palabras de la reputada investigadora española nacida en Colmenar Viejo en 1958, que en EE UU es catedrática de Bioquímica, Biofísica y Biología Estructural en la Universidad de California en Berkeley e investigadora del Instituto Médico Howard Hughes, que cuenta en su haber con decenas de premios, y que está a punto de ingresar en la exclusiva Royal Society de Londres, cobraron este martes especial relevancia en el hall real del Palacio de La Magdalena, donde fue investida doctora honoris causa por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP).
«En un momento como el que estamos viviendo, en el que tu origen nacional puede cerrarte puertas que deberían estar abiertas, que puede discriminarte sin tener en cuenta tu conocimiento, tu talento o tu empeño, la ciencia puede y debe ser el bastión de la razón y de la justicia que no conoce de nacionalismos ni de diferencias culturales», aseveró Nogales en alusión a la Administración Trump, que ha bloqueando fondos e investigaciones, y que trata de que instituciones como Harvard no puedan matricular alumnos extranjeros. Nogales ya consideró el lunes que este tipo de decisiones hacen «peligrar» el sistema estadounidense y que van a redundar de forma desastrosa en la producción científica y en la diversidad de los laboratorios.
Con el anillo, los guantes y el Libro de la Ciencia que la acreditan como parte de la UIMP ya en su poder, Nogales reivindicó en Santander la universalidad de la ciencia. Puso su vida como ejemplo: en 1988, conocer en la propia UIMP a Joan Bordás, que se convertiría en su director de tesis, y obtener una beca del Ministerio empujaron su carrera a nivel internacional, llevándola a descubrimientos pioneros como el «esclarecimiento de la estructura atómica» de la tubulina. «La carrera de la profesora Nogales siempre se ha caracterizado por estar en la cresta de la ola, de la ola que ella generaba en un campo que se gestaba y crecía mientras ella y su grupo pavimentaban el camino», destacó la catedrática María Varela del Arco, encargada de la laudatio.
El rector de la UIMP, Carlos Andradas, glosó igualmente el legado de esta «exploradora de lo invisible», en tanto que Nogales investiga el comportamiento de las partes fundamentales de las células. Su legado científico se refleja en cifras de vértigo: más de 250 publicaciones «con un impacto de más de 40.000 citas», cientos de comunicaciones orales... Habitual de las quinielas del Nobel –hecho «incómodo» al que quita importancia–, sus golpes de timón han fijado «los cimientos de una nueva era, la criomicroscopía y la cristalografía de electrones».
Agradecida, Nogales contrapuso el valor de la «diversidad» –insistió en este concepto, toda vez que, según indicó el lunes, ha sido proscrito en las investigaciones en EEUU– a los «sistemas endogámicos cerrados al cambio». «Necesitamos que cada individuo, independientemente de su origen, su estrato socioeconómico y, desde luego, su género, se sienta una parte valiosa del conjunto», dijo antes de despedirse. «Gracias por el verano de 1988 y el de 2025».
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