Miguel Borrego
El músico acompaña a la Oscan en el concierto 'Territorios Imaginados' con el que se abre hoy la temporada de clásica en el Palacio de Festivales
Santander está en la lista de ciudades favoritas de Miguel Borrego. El internacional violinista, Premio Nacional de Música 2013, la conoce bien; aquí estuvo tocando ... dentro del cartel del FIS. Ahora regresa, como solista junto a la Oscan en el concierto que ofrecerán hoy en el Palacio de Festivales (20.00) como inicio de la temporada de música clásica.
-Viene a acompañar a la Oscan en algo nuevo para la formación: abordar partituras sinfónicas
-Qué emoción y qué responsabilidad más bonita. Estoy encantado de participar en un, digamos, proyecto nuevo, en algo que haga crecer a la orquesta también.
-Responsabilidad y emoción, ¿son conceptos sobre los que pivota su labor sobre el escenario?
-Siempre es una responsabilidad y quizá después hay que tratar de dejarlo a un lado para dejarse llevar por la emoción para comunicar y para desnudar el alma.
EL CONCIERTO
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'Territorios imaginados' Hoy, a las 20.00 horas, en el Palacio de Festivales, a cargo de la Oscan y Miguel Borrego.
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Programa 'Sinfonía Española, Op. 21' de Lalo y la 'Sinfonía del Nuevo Mundo' de Dvorák.
-Cuando logra desnudar su alma, ¿está cumpliendo el objetivo de su profesión?
-Fíjate, nos enseñan de pequeños a ponernos metas y yo creo que más bien hay que hacer camino. Mi meta es el sentirme realizado. Hay metas más concretas, como conseguir puestos de trabajos, pero creo que hay que ir momento a momento, con esos pequeños logros para uno mismo.
-Respaldar a una formación como la Oscan en este nuevo paso, ¿también es hacer camino?
-El camino, por supuesto, está en todo lo que haces, desde el estudio hasta el ensayo. Todo es un camino y una enseñanza llena de pequeños avances.
-El concierto incluye una pieza, la 'Sinfonía Española' que necesita, tal y como ha explicado, equilibrio, pues pide sensibilidad, pero también virtuosismo.
-Eso es. Tiene mucho ritmo, muchas melodías. Es como ahondar en nuestras raíces, con un enfoque folclórico, melódico. La verdad es que es un concierto estupendo, a donde siempre es muy agradable volver y sacar ese pedacito de lo que tenemos cada uno.
-Si nos vamos a las suyas propias, ¿A dónde nos iríamos?
-Mi padre es de Sevilla, tengo muchísima familia allí y mi madre de Mallorca. He respirado las dos, quizá un poco más Sevilla porque he ido más, también a colaborar con orquestas y tocar. Me hubiera encantado haber nacido allí.
-En un mundo global en todos los campos, ¿aún sigue siendo necesario irse a las grandes ciudades para formarse?
-Hoy en día lo tienes todo cerca, en el ordenador, para aprender. Pero, en mi época, podías ser muy brillante en Madrid y si te ibas fuera eras un don nadie. Era imprescindible irte para darte cuenta de todo lo que te quedaba por aprender. Hoy todo eso lo puedes ver con las redes y en muchas provincias hay grandes maestros, pero aún así hay que moverse, mirar en otros sitios, también fuera de España.
-Con su larga trayectoria, ¿usted sigue aprendiendo, sigue formándose?
-Por supuesto y lo que me queda aún. Mi hermano sufre una enfermedad degenerativa en la mano que le está impidiendo tocar y, como decía mi mujer: hay que ver qué ingrato; te llevas formando desde los siete, desde los ocho años, en nuestro caso que empezamos por esa edad más o menos, para que ahora ocurra esto. El camino de la formación es muy largo.
-De usted se ha destacado su versatilidad, pero ¿cómo se definiría a sí mismo?
-Quiero tratar de ser honesto conmigo mismo, con la música que tengo enfrente y saber que hoy en día se han tocado tantísimas veces todas las obras que muchas veces se trata de buscar cuatro pies donde solo hay cuatro.
-¿A qué se refiere?
-Quiero decir que se desvirtúan ciertas cosas por tratar de ser original y no lo veo necesario. Cada uno tenemos nuestra personalidad que nos hace diferentes y únicos. También nuestro sonido, nuestra sensibilidad y eso hace que cada interpretación sea absolutamente distinta y que no sea necesario inventar cosas a veces fuera de lugar. Por eso, intento ser honesto conmigo mismo y con la partitura que tengo enfrente, respetarla.
-¿Cuáles son sus debilidades, los compositores a los que nunca puede decir no?
-Es tan difícil...Tocar Bach o Mozart es como lavarse las manos todos los días, una necesidad. Es serenar tu mente, como ponerse a meditar. Los grandes románticos me gustan mucho, quizá por cómo soy.
-Ha tocado en los mejores auditorios del mundo. ¿Qué ideas se ha llevado como ejemplos?
-En los países nórdicos, desde hace 30 años, apostaron por la cultura, eso quiere decir también poner dinero. Y ahora los más grandes solistas vienen de ahí. Directores, intérpretes, compositores... Ese país hace 40 años no estaba como está ahora culturalmente hablando. Y aquí nos perdemos mucho con los formalismos. Somos el país de los papelitos, que tienen más peso que la sabiduría. Aún así, hoy tenemos un nivel extraordinario, a pesar de esos formalismos o de las ataduras que se imponen en las enseñanzas. Habría que darle una vuelta a todo esto, porque igual que sale mucha gente buena, mucha se va fuera también.
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