
La cántabra Fuencisla Vaquero conquista Europa
La atleta logra una plata y un bronce en el Europeo OCR de Lisboa bajo temperaturas abrasadoras que rozan los 40 grados
Hay quienes se tuestan al sol en la playa y hay quien se asan por dentro subiendo las gradas de un estadio con una garrafa de veinte litros en brazos. A Fuencisla Vaquero (Santander, 1987) le tocó lo segundo. La cántabra, curtida en entrenamientos de más duros y con una voluntad no conoce rendición, ha regresado de Lisboa con dos medallas colgando del cuello y las piernas aún tiritando del esfuerzo. Bronce en la carrera corta –4 kilómetros con 25 obstáculos–, plata en la larga –15 kilómetros y 40 obstáculos–. Y todo eso, en un Europeo de OCR (Carreras de obstáculos) en el que lo fácil fue desfallecer.
El campeonato se celebró en el Estadio Nacional de Jamor, a las afueras de Lisboa. Cuarenta grados a la sombra, eso cuando la había, y obstrucciones a cada paso. Para este Continental la ciudad lusa se transformó en una prueba de resistencia clásica, pero con trampa. Porque en el OCR, además de correr, hay que trepar, arrastrarse, cargar peso, colgarse de estructuras imposibles y mantener la concentración a ritmo de tambor de guerra. Y quien falla, paga. No hay red, ni margen, ni ventilador que alivie.
La primera medalla de Fuencisla llegó el viernes, en la distancia corta. Sobre el papel eran cuatro kilómetros, pero la realidad acabó sumando 4,8 «con las pulsaciones a 200 casi toda la carrera», confiesa ella. A esas alturas, ni el reloj ni el cuerpo entendían de exactitudes. La temperatura era ya un rival más, y uno de los duros. «Cometí un fallo que me hizo pensar que me quedaba fuera del podio. Me tocó hacer la penalización final, cargando una garrafa de 20 litros escaleras arriba en el estadio… Pero lo di todo», recuerda. Al final, tercera. Y con el bronce, la sensación de haber arañado una gesta a golpe de determinación.
Veinticuatro horas después, aún con el calor atrapado en los huesos, la camarguesa volvía a calzarse las zapatillas para afrontar los 15 kilómetros del circuito largo, donde los obstáculos eran más y la exigencia se multiplicaba por las altísimas temperaturas. «Fue un poco más relajada en cuanto al ritmo, pero hacía aún más calor. No podías permitirte fallos. Ni el cuerpo, ni la cabeza», explica. Ella no falló. Ni una penalización. «Fui adelantando a compañeros de tandas anteriores, gente que se descalificaba o se retiraba», cuenta. Y cruzó la meta segunda, con la plata en la categoría AGGG 35–39. Sin un error. Sin ceder.
Una voluntad férrea
La hazaña tiene aún más mérito si se tiene en cuenta todo lo que había detrás. Semanas duras, entrenamientos sin tregua y además, la organización de una prueba propia de OCR por parte del club deportivo al que pertenece. «No llegaba en las mejores condiciones», admite. Pero hay quien compite y hay quien resiste. Ella hace las dos cosas. Ahora toca descansar. «Seguiremos entrenando el calor, que los del norte estamos más acostumbrados al frío…», bromea entre risas. Esta educadora social, que entrena a diario por su sueño y busca financiación para costearse los desplazamientos, no para de marcarse retos y busca sortear las dificultades con la facilidad con que arrastra ruedas gigantes y escala pirámides en cada carrera que compite. En Lisboa lo ha conseguido. Y lo ha hecho a base de sudor, escaleras y una voluntad que ni el sol más salvaje pudo derretir.
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