Hay cosas a las que nadie se acostumbra
El horario, las 17.00 horas, complicó tanto la asistencia que no acudieron al campo ni siquiera algunos de los aficionados que tenían entrada para el partido
Desangelado. El Sardinero está desangelado se mire por donde se mire. Y es que además de estar casi vacío no consigue meterse en ... la rutina del fútbol al que estaba acostumbrado. Tanto es así que ste miércoles no fueron al campo ni los que tenían entrada. Ahí es nada. Antes de que el partido de este miércoles fuera aplazado -por el positivo de Andrade- habían retirado su localidad 1.965 aficionados y acudieron al campo 1.696. Si ya es difícil todo, por la pandemia, un miércoles a las 17.00 horas es mucho más. Esta temporada le están cambiando los hábitos al viejo Racing y también a sus incondicionales. Le hacen jugar a la hora de los filiales -domingos a las 12.00 horas- y ahora entre semana a las 17.00 horas. «¿Pero quién va a venir?», reclamaba un socio de los de siempre. ¿Yo porque estoy jubilado?», asentía Justo Arenal, que a sus 70 años se reía un tanto de esta nueva normalidad. Como para no.
Con poco más de 1.500 espectadores en las gradas, este miécoles se oía todo lo que decían los presentes. Casi se podía intuir los murmullos de los habitantes de la zona noble, el palco de El Sardinero, que parecía un ecosistema alejado del resto; lleno casi hasta la bandera, presentaba, de no ser por las mascarillas, una estampa de otros tiempos. Alfredo Pérez, el presidente, junto a su 'pareja' de baile en el Racing, su socio, Pedro Ortíz, rodeado de los consejeros. Por fin tuvieron un partido tranquilo en su casa. Y dos filas más abajo, en constante conversación, Pedro Menéndez y José María Amorrortu, los 'jefes' de lo deportivo, que con el resultado de este miércoles ya pueden empezar a hacer borrón y cuenta nueva para el año que viene. Nerviosos y activos, no paraban de hacer gestos con los manos.
El equipo fue aplaudido en el centro del campo por la Gradona, la zona más animosa de la grada, en la que se echó de menos a más del triple de los presentes. Sus cánticos y sus ánimos se están reservando para tiempos mejores. Sin atascos fuera, al acabar el partido no daba la sensación de que se había jugado un partido en El Sardinero. Si acaso un entrenamiento... La nueva normalidad ya cansa, y el racinguista está como loco porque se acabe todo y le devuelvan a lo de antes. A lo que le enamora.
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