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Los ánimos de la Gradona mitigaron el concierto de viento
La zona más animosa del estadio mantuvo el ardor hasta el final, incluso su actitud fue destacada por un Guille Romo con el que el resto del estadio no congenió en los cambios
La parada era obligada. Los artistas de la Gradona dejaron al descubierto parte de su mural en las paredes de la zona norte-oeste. Su ... escudo, sobre fondo blanco, era fotografiado por numerosos aficionados que acudían a los Campos de Sport de El Sardinero. Al dibujo le queda la parte simbólica. La de los jugadores plantados ante la injusticia y que servirá de recuerdo para siempre. Un detalle de distinción. Los polifacéticos aficionados de la Gradona seguirán pintándolo la semana que viene, porque su cometido para este sábado er era otro: animar. Y lo hicieron. Más que nadie. Porque en El Sardinero, si no es por ellos el silencio habría sido matador. Es más, habría facilitado que se escuchasen más nítidos los silbidos con los que el resto del graderío despidió al Racing en los últimos minutos de partido. Cuando el aburrimiento e inofensividad de su equipo desesperó al respetable. De hecho, hasta Guille Romo les mandó un mensaje de agradecimiento. «Han estado enormes. No han callado un minuto».
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El Sardinero y sus aficionados se tienen que acostumbrar a las tardes de fútbol de los sábados. Hay que cambiar el chip. No obstante, el solete y la temperatura invitaron a que los más escépticos se dieran una oportunidad más. Los resultados lo aguantan todo, incluso si el equipo acaba sufriendo ante el Arenas de Getxo y el Calahorra, pero, eso sí, las escaleras del estadio tras terminar el partido se convirtieron en un plebiscito. Como lo fue la manifestación pública de los espectadores cuando al cambiar a Íñigo y a Pablo, a los cántabros, apareció el concierto de viento en las gradas. «Si es que no podemos dar un paso atrás», lamentaba un socio de toda la vida al que por la edad y los años de socio le costaba bajar los peldaños. ¡Qué no habrá visto ese hombre!
Y es que, se diga o no, se camufle o se disfrace, lo cierto es que el racinguista arquea las cejas y se mira extrañado con lo que ve. Como los miembros del Consejo de Administración, que ayer en el palco suspiraban. Los que respondieron, como siempre, los de la Gradona. Ya lo dijo Guille Romo. Da igual que sea sábado y que su equipo juegue mal.
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