Manu Justo, el tipo de los ascensos
Subió a Segunda como campeón de Primera RFEF con el Racing, pero no siguió en Santander. Después lo ha conseguido con el Racing de Ferrol y la Cultural, con la que ahora regresa a los Campos de Sport
Callado, reservado y sosegado. El marcado acento gallego con el que salió de Vigo decidido a ser futbolista se fue quedando atrás entre cesiones y ... su etapa en Murcia, donde comenzó a aprender el oficio. Para cuando llegó cedido a Santander en 2021 solo su DNI le delataba.
Aprendió a jugar en las calles de Vigo, donde aparcaba los libros para pegarle a la pelota en la ciudad de las interminables cuestas. Habilidoso y atrevido, en el campo se parecía más a ese chaval pegado al balón al que pronto le entró el veneno y el Rápido de Bouzas le echó el lazo. En Vigo todos los chavales eran del Celta, pero el Rápido era el paso previo. Quién jugaba allí estaba en la rampa y a Manu le hicieron falta un par de años para que los celestes también se lo quedaran. El vestuario del Baltasar Pujales le dio confianza, como a Iago Aspas, que años antes emprendió el mismo camino que Manu, aunque este llegó a Balaidos primero. En aquel barrio, todos querían ser Iago Aspas.
El vigués siguió dando clase en el Rápido y en el Arosa para terminar fichando por el Coruxo, un modesto club metido en la batalladora Segunda B de antes que dinamitaba o ensalzaba futbolistas como una máquina en una fábrica. Allí sus diez goles le hicieron llamar la atención de los equipos con ambición de la categoría. Se fue al UCAM de Murcia, cuando los universitarios tenían las miras altas, pese a su escasa tradición. Allí lo que hizo fue convencer por fin a los responsables del Celta, que lo ficharon para su filial.
Por aquel entonces, Manu, un futbolista ágil, polivalente, con gol y con regate, se había labrado la imagen de resolutivo. Jugó más minutos que nunca y sin ser indiscutible para los celestes, se convirtió en el futbolista número 12. Jugaba y vivía en Vigo, donde nació y donde siempre quiso estar, pero el fútbol es caprichoso y fue el Elche el que le puso un contrato profesional delante. Lo firmó, pero nunca jugó en el Martínez Valero de local, porque el Racing se lo llevó cedido para que se fogueara y lo hizo. Lo trajo Guillermo Fernández Romo en 2021, cuando el madrileño solapaba la doble función de entrenador y director deportivo. Aprovechó las oportunidades como nadie. Se doctoró en los últimos minutos de los partidos. Participó en 35 y solo fue titular en diez. Lijó más banquillo del que merecía, pero su fútbol ofensivo y con la portería rival en la cabeza se escapaba de la pizarra de Romo. Solo se activaba si las cosas iban mal. Desatascador. Marcó siete goles, muchos para lo que jugó y fue en Santander cuando despegó. Ascendió con el Racing a Segunda y se fue a Ferrol, con el otro Racing y volvió a ascender. Marcó doce tantos y fue el máximo goleador del equipo gallego. Este sí le permitió jugar en el fútbol profesional. No fue mucho y con los ferrolanos subió y bajó, pero su historia ascensor continuó, ya que al curso siguiente, con la Cultural Leonesa, repitió el ascenso, el tercero en cuatro años. De nuevo, trece goles; líder de los suyos.
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