El talismán más querido del Racing
El niño Eduardo Botas, un apasionado del fútbol, se convirtió en parte de la familia de los jugadores del Racing de finales de los años veinte
Fue un talismán querido y valioso para el Racing en los finales años veinte del pasado siglo, cuando el club santanderino se convirtió en fundador ... de la Liga en Primera División. Los jugadores le mimaban y asumieron el papel de padres para aquel niño con una infancia difícil, de familia numerosa y sin recursos que no recibía demasiada atención de sus padres. Así que las calles se convirtieron en su casa y en su escuela, y el balón de fútbol y el Racing fueron los puntos de referencia de su sueño y felicidad.
Yo supe de él por primera vez leyendo el 'Archivo Deportivo' de Fermín Sánchez, la obra maestra de la historia deportiva de Cantabria: «Hay en Santander un golfillo llamado Eduardo Botas que pulula por los cafés, que es inteligente, que se presta dócilmente a llevar recados. Se ha hecho amigo de las peñas deportivas y es un furibundo futbolista, mejor aún diríamos un 'santiustista' empedernido».
Eduardo Botas Barrio nació en Santander y la Plaza de Pombo era su lugar favorito para callejear. El fútbol atrapó su ilusión y pronto se despertó en él una devoción por los jugadores del Racing, especialmente por el capitán, el poderoso defensa Ramón Santiuste. Comenzó a acompañar a los jugadores racinguistas y a aclamarlos cuando llegaban a los Campos de Sport. Muy pronto se encariñaron con él. Cuando en febrero de 1926 el Racing se disponía a partir hacia Irún para disputar un partido de Copa contra el Real Unión, el pequeño Eduardo saludaba uno a uno a los jugadores para desearles suerte, pero Santiuste le cogió del brazo y le metió en el autobús para que fuera uno más de la expedición. Fue el principio de una adopción. «Cuando llegaron a Bilbao le vistieron de botones, le enseñaron a saludar, le dieron bien de comer y empezaron a patrocinarle. Pensaban hacerle un hombre de provecho», nos cuenta Fermín Sánchez en su libro.
El pequeño Botas saltó al campo con los jugadores y se sentó en el banquillo al lado de Mr. O'Connell. Era feliz. A partir de entonces fue un habitual de los desplazamientos del Racing. En los hoteles le habilitaban una cuna para dormir al lado de Santiuste, Amós o Naveda y poco a poco los jugadores encauzaron su vida, aunque no pudieron evitar las adversidades que sufriría.
Consiguieron que el Racing le enviara a un colegio de Madrid, pero la nostalgia le venció y se escapó saltando la tapia del internado. Cuando regresó a Santander continuó con el amparo de los jugadores racinguistas que le colocaron de botones en un café del Muelle. Pero el ya joven Eduardo Botas soñaba con ser futbolista y no se le daba mal lo de meter goles. Jugaba en un modesto equipo, el Europa, y luego lo hizo en otros equipos, como el Río de la Pila y el Rayo Cantabria de Rafa Sanz. Cumplió el servicio militar en Madrid y jugó en la Ferroviaria, y cuando surgió la guerra civil le embarcaron en el 'Méndez Núñez', con base en Cartagena, lo que le permitió jugar en el equipo local en Segunda División.
Se incorporó al Rayo Cantabria cuando volvió a su tierra, donde comenzó la tempestad de lesiones que le atormentaría durante toda su vida deportiva. Quizás trajo buena suerte al Racing como talismán, pero no la tuvo con sus lesiones. En un partido contra la Unión Montañesa, el choque con el portero le fracturó la tibia y el peroné. Cuando se recuperó fichó por el Tanagra y le consiguieron un trabajo en la Fábrica de Loza, pero se rompió el peroné en un partido. Su carrera como jugador continuó en Huesca y Ávila, pero no ganaba lo suficiente para mantenerse en la pensión y volvió al Rayo Cantabria, club que le rindió un homenaje en 1943 en el Campo de la Carretera del Faro contra el Racing. Los rayistas, con Botas como delantero centro, perdieron 1-4, y el único gol de su equipo lo metió Botas con un espléndido remate de cabeza en el lanzamiento de un córner.
Siendo jugador del Numancia sufrió fractura de cuatro costillas en un choque con un adversario. Luego jugó en el Parbayón y volvió a fracturarse el peroné. Más tarde, en un partido contra el Vimenor, se rompió el brazo y entablillado quería seguir jugando, pero el árbitro se lo impidió. Dicen que aún encabeza la lista de la Mutualidad de Futbolistas de lesionados con fractura de huesos.
En 1971 se celebró otro partido homenaje que sus amigos le organizaron en los Campos de Sport. Los jugadores del Racing, los veteranos del Athletic Club, Paco Santamaría, Paco Gento y otros famosos jugadores participaron de forma desinteresada en aquel partido que de alguna manera atenuó el deseo frustrado de Eduardo Botas de haber sido jugador del Racing y disputar algún partido de carácter oficial. Fue su mayor pesar que se llevó a un nicho del cementerio de Ciriego en 1975, cuando falleció. Pero nadie le podrá quitar el mérito de haber sido el talismán más querido de los jugadores del Racing que siempre le apadrinaron para abrirse camino en la vida.
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