La búsqueda de la regata perfecta
Apasionado de la vela. El título mundial completa un palmarés imponente de un enamorado de este deporte, del que llama la atención su capacidad de análisis y su competitividad
Sorprende que en la imagen que le identifica en el whatsapp, Diego Botín Le Chever (Santander, 25 de diciembre de 1993), aparezca surfeando. Cogiendo un ' ... tubo' de manual. Le encanta ese deporte. Es su pequeña vía de escape para alguien que es más que es un enamorado de la vela y que siempre busca esa regata perfecta. «Que no existe», siempre dice él en las entrevistas. No importa. Él la buscará mientras esté encima de un barco.
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Botín y Trittel son los mejores del mundo
El imponente físico del nuevo campeón del mundo (1.83 metros), junto a su ya alter ego Florian Trittel, se ve enseguida superado por un rasgo que llama la atención en el santanderino. Esos ojos lo observan todo, lo analizan todo, lo procesan todo. «Es que eso es desde bebé. Le llamábamos el Buda», añadía entre risas su madre, Severine, al recibirle en el aeropuerto cuando Diego venía de Francia el año pasado con su medalla de oro olímpica. «No paraba de observar». Los ojos transmiten la información a un cerebro que lo procesa todo a una gran velocidad, más que necesaria en barcos como el 49er o el SailGP. Todo va muy rápido y hay que acertar a la primera. Pero ese 'ordenador' también sabe procesar despacio. Diego Botín se ganó la plaza para sus primeros Juegos, los de Río, en el agua tras un proceso que comenzó con un recurso ante la Española. Y en una entrevista con El Diario para hablar de su clasificación olímpica, se le preguntó por ese tema espinoso. La respuesta tardó más de un minuto en salir de su boca. Para decir las palabras que exactamente quería decir.
Antes, el Mundial de casa, el de 2014 en Santander, había visto a un chaval que junto a su amigo Pablo Turrado y otros regatistas cántabros -uno de sus entrenadores actuales, Álvaro del Arco, entre ellos-, velaba armas en una gran competición. Veinteañeros intentando fijarse en todo lo que hacían los mejores. En un rato distendido y sin viento con el que navegar, un técnico de la Española freía a preguntas a los chavales. Para el profano, hablaba en una lengua extranjera. Solo uno se atrevía a contestar a cuestiones tan técnicas. Diego. Ese mismo entrenador, al acabar el Mundial, miraba con sus ojos azules a la muchachada cántabra. Y lanzaba una frase. «No le pierdas nunca de vista», mientras esos ojos azules miraban a Diego. «¿Y por qué?», interpelaba el periodista de El Diario. «Porque va a ser muy bueno». La frase se apuntó en mármol. Aquellos ojos sabían lo que decían. Vaya si lo sabían.
Tras los Juegos de Río en 2016, una enfermedad complicó su vida e hizo peligrar su carrera deportiva
Desde entonces, la figura de Diego Botín no ha parado de crecer. En 2018, un primer título europeo abrió el palmarés. Luego han llegado otros dos más, dos platas mundiales, dos bronces... El 2 de agosto de 2024, si no hizo con Florian Trittel esa regata perfecta con la que sueña, le faltó muy poco. Primeros en la medal race de los Juegos de París. Campeones olímpicos a lo grande.
Pero entre medias, también ha habido sustos. Y serios. En un episodio del documental 'Racing on the edge', Diego señalaba que «tras los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro me diagnosticaron una espondiloartritis, una inflamación de la columna vertebral que me impedía dormir por las noches. Algunos médicos decían que podía acabar incluso en una silla de ruedas si no se curaba bien». Eso cambió su forma de ver la vida y el deporte. «¿Ganar? Sí, es genial. Pero al final lo importante es cómo lo haces. Si sientes que te has esforzado, que has mejorado y has llegado al siguiente nivel como persona y en todos los aspectos, eso es lo más poderoso».
Pero lo de ganar... Eso es algo que siempre está presente. Tras el oro de Marsella, el objetivo de toda una vida, vino un bajón. Como si se desinflase un balón. «La medalla me ha calmado. Y no sé si eso me preocupa. Pronto sabré si es bueno o malo», señalaba hace casi un año. Desde entonces, ese barco de SailGP que gobierna y en el que navegan también Florian y su pareja, Nicole Van der Velden, ha ocupado la mayor parte de su tiempo. Hasta hace bien poco, en el que Diego y 'Flo' se han vuelto a subir a un 49er para preparar el Mundial de Cagliari. Se acabó esa calma que dio la medalla olímpica. Diego y Florian ya tienen el gran título que les faltaba. Aunque Diego Botín seguirá buscando esa regata perfecta. Quizá sea en Los Ángeles, en 2028. En otros Juegos Olímpicos. Este título mundial da mucha moral para ir a ellos.
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