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Jorge Dinis, el guarda, listo para empezar el porteo del marco del refugio, con dos horas de caminata por la nieve por delante. J. D.
Dejarse la puerta abierta a 2.325 metros

Dejarse la puerta abierta a 2.325 metros

Cantabria ·

El descuido de algún usuario del refugio de Cabaña Verónica provoca daños y unas jornadas de trabajo extra para el guarda

José Ahumada

Santander

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Martes, 11 de febrero 2020, 14:09

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- Me acabo de acordar, ¿cerraste la puerta del refugio?

- No, ¿y tú?

- No... Vaya, habrá que volver y cerrarla, ¿no?

- ¿Tú crees? Na, no te preocupes, ya subirá alguien y la cierra.

Así se imaginó en Facebook Jorge Dinis, el guarda del refugio de Cabaña Verónica, la conversación entre los montañeros que se dejaron abierta la puerta y que le obligaron a hacer unas jornadas de trabajo extra para volver a dejarlo todo en orden. Debió de ser hace aproximadamente un mes: alguien se dejó la puerta abierta y fijada a uno de los cables que anclan la estructura al suelo, dejándolo todo expuesto a las tormentas y fuertes vientos que azotan el lugar, en pleno corazón de Picos de Europa y a 2.325 metros de altitud. Resultado (resumido): un cable arrancado, una puerta de metal doblada, unas bisagras retorcidas y el guarda obligado a darse una caminata de dos horas sobre la nieve con el marco de la puerta roto a la espalda para soldarlo. «Y menos mal que no fastidió la estructura, porque podría haber tirado parte del refugio. Se olvidan, están cansados, les falta oxígeno... -bromea Dinis-; la gente es buena, pero un descuido, te olvidas una cosita, y ya ves».

El refugio de Cabaña Verónica es uno de los más pintorescos que cualquier aficionado a las cumbres se pueda encontrar: con cierto aspecto de cápsula espacial, este iglú metálico es en realidad una de las cúpulas artilleras del portaaviones estadounidense 'USS Palau', que en su día adquirió la Federación Española de Montaña con tal fin cuando el barco estaba siendo desguazado en el País Vasco. El albergue fue bautizado con el nombre de una de las hijas del ingeniero que tuvo la idea, Conrado Sentíes. La estructura fue desmontada y llevada pieza a pieza a lomos de caballo hasta su emplazamiento actual.

Eso fue en 1961; más de medio siglo después todo lo que llega a Cabaña Verónica se sigue cargando a la espalda, salvo algún viaje de helicóptero que la Federación contrata a precio de oro para subir depósitos y piezas imposibles de portear y bajar sacos útiles repletos de basura histórica.

La puerta del refugio también sufrió daños.
La puerta del refugio también sufrió daños. J. D.

«Se está teniendo muy poco cuidado con refugios que han salvado el pellejo a mucha gente -advierte Juan Antonio Ruiz de Villa, responsable de refugios de la Federación Cántabra-. Tienen que concienciarse de que es algo de todos: las federaciones estamos tirando un dinero que no tenemos. Hay gente de montaña muy solidaria y que echa una mano, y otros que lo son menos, pero esto es un patrimonio de todos y hay cuidarlo».

Ruiz de Villa insiste en el esfuerzo que supone mantener el refugio y en su importancia. «Vamos a poner calefacción, queremos dotarlo de un contenedor para almacenar las bebidas y las cosas, estamos intentando mejorar las comunicaciones para estar en contacto con el 112 -Jorge (Dinis) ha intervenido en bastantes rescates, ayudando a evacuar gente-; colaboramos con Aemet haciendo mediciones para la predicción de aludes... La Federación no es una entidad con ánimo de lucro y todo lo que se hace es con la ayuda de los montañeros, con su tiempo libre. Lo que tiene que hacer la gente es llevarle libros a Jorge, no basura».

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