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DMúsica

Los Estanques y El Canijo, fumata blanca

La sala Niágara acogió la semana pasada el primer concierto de la gira conjunta del nuevo proyecto entre la banda cántabra y el exvocalista de Los Delinqüentes

Jueves, 15 de mayo 2025

Habemus papam. Y habemus banda. El Canijo de Jerez y Los Estanques abrieron en la sala Niágara de Santander su gira conjunta con 'Lágrimas de plomo fundido', un álbum que, sin haber salido al mercado, ya huele a culto. Este proyecto, que recoge los sonidos que transitan la península ibérica de norte a sur, cuenta con la colaboración de El Volcán Música, el sello discográfico que se encarga de la edición, distribución y promoción de este primer trabajo conjunto, que se erige como una apuesta por la fusión que dará mucho de qué hablar.

Fue un concierto sorpresa, pero no por ello silencioso; durante la cola de algo más de una hora para acceder a la sala -con capacidad para cerca de un centenar de personas-, algunos asistentes comentaron que, a las cinco y media de la tarde, ya había parroquia haciendo cola, con más intuición que información, como si la ciudad oliera que algo estaba por venir.

A las 22.00 se apagaron las luces y comenzó el cruce de cables: el aire flamenco del Canijo y la maquinaria cósmica de Los Estanques se fundieron sin pedir permiso, como si llevaran una vida tocando juntos. La sala, hasta arriba y sudando entusiasmo, respondió como si esto fuera ya la tercera parada de la gira y no el primer disparo.

Uno de los momentos más serios -en el buen sentido- lo protagonizó Víctor Iniesta, que se descolgó un solo con guitarra española para dejar claro que en esta propuesta no todo es juerga y pedalera. Íñigo Bregel, desde su rincón de teclas, pidió silencio con tono entre resignado y pedagógico: «Hay que aprender a comportarse en un bolo». Lo repitió más de una vez. Con desigual éxito.

Hubo proclamas repetidas durante la noche («habemus papam», «qué ricas las anchoas»), una versión insólita de Los Chichos coreada como si viniera en el ADN del respetable, un murmullo de los perros que no solo se proclamó como el nuevo single de la banda sino como un sentir colectivo, y esa forma tan suya de hacer que la mezcla más improbable -andaluz errante + pop progresivo cántabro- suene tan natural como pedir una ronda más.

Esto no fue un concierto redondo. Fue mejor: un caos calculado, una verbena con cerebro. Si esta es la primera parada, más vale ir cogiendo entradas para lo que viene. Y si no quedan, al menos que no falten las anchoas. Porque recordad: tal y como dijo El Canijo, «antes de estar vivo, has estado muerto». Y algunos, tras lo del jueves, todavía estamos decidiendo en qué fase del tránsito quedarnos.

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