Ozzy Osbourne, el canon de la estrella del rock
La pregunta es «si vendió su alma al diablo para mantener una fama a la que era más adicto que acualquier otra sustancia»
Si alguien encaja en el cliché de rockero del siglo XX, esa célebre trilogía del 'sex, drugs & rock and roll', es el recién desaparecido Ozzy ... Osbourne. El autoproclamado 'príncipe de las tinieblas', el 'madman', el energúmeno fue una auténtica estrella del rock, empeñado en cumplir paso a paso con todos los cánones del género: de abajo a arriba, y luego más dura será la caída.
Es lo que tiene comerse el mundo con veintipocos, cuando su grupo Black Sabbath –el nombre lo tomaron de una peli de serie B, 'Aquelarre'– debutó en 1970: la crítica y los medios lo ignoraron, pero incendió las calles. Estaba naciendo el heavy metal, que resultó más contagioso que cualquier pandemia mundial; de hecho, más de medio siglo más tarde aún no han encontrado antídoto, y sus incondicionales siguen siendo legión. Y llenando estadios, como hace dos semanas, cuando el grupo volvió a reunirse en su Birmingham natal, 'la fábrica del mundo', bajo el título premonitorio de 'Vuelta al principio'. Claro que la máquina del tiempo solo a medias, porque Osbourne seguía siendo indómito, pero postrado en un trono por el parkinson.
Es lo que pasa si no te admiten en el club de los 27 y te saltas el 'vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver'. Por mucho que en su 'Solución suicida' cantara aquello de «el vino está bien, pero el whisky es más rápido», el Ozzy hedonista amaba demasiado la vida. Sobre todo, la mala vida. Porque la historia de las estrellas de rock tiene una cara B, bastante más chunga que la A, que el paso del tiempo suele llenar de canciones de relleno y juguetes rotos. Pero para desgracia del músico –o su fortuna, al menos económica–, su vida excesiva se cruzó en el cambio de siglo con la MTV y juntos inventaron los realities modernos, donde te siguen riendo las gracias de descerebrado, aunque ya no sabes si se ríen contigo o de ti. ¿Que si Osbourne vendió su alma al diablo para mantener una fama a la que era más adicto que a cualquier otra sustancia? Es cuestión de opiniones, pura visceralidad: o lo amas, o lo odias, como a todo lo que rodea a un artista que se convirtió en personaje. O tal vez en leyenda, por aquello de que los viejos rockeros nunca mueren.
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