Andris Nelsons
El maestro letón dirigirá los dos últimos conciertos del FIS, al frente de la Gewandhausorchester de Leizpig, con Isabelle Faust, el sábado, y Christian Gerhaher y Julia Kleiter el domingo
Director Titular de la Boston Symphony Orchestra (BSO) y de la Gewandhausorchester Leipzig (GWO) y ganador de un Grammy, Andris Nelsons (Riga, 1978) es uno ... de los más renombrados e innovadores directores del escenario internacional actual. Con una cita doble recala en el Festival Internacional de Santander, donde dirigirá a la formación alemana junto a la violinista Isabelle Faust (sábado) y la soprano Julia Kleiter, Christian Gerhaher y el Orfeón Donostiarra (domingo) en los conciertos que cierran esta edición.
-¿Cómo influyó en usted su temprana inmersión en la música?
-Letonia tiene una gran tradición coral y mis padres son músicos, así que tuve la suerte de crecer rodeado de música desde muy pequeño. Cuando tenía cinco años, mi familia me llevó en Riga a una representación de 'Tannhäuser', de Wagner, y aquella experiencia se convirtió en un recuerdo fundacional. Todavía puedo revivir la impresión que me produjo escuchar los primeros compases de la obertura. El poder hipnótico de esa música, capaz de hablar directamente al corazón y de agitar las emociones, me sobrecogió de tal manera que no me abandonó nunca más.
-Aunque comenzó como trompetista en la Ópera Nacional de Letonia, finalmente decidió dedicarse a la dirección. ¿Qué le llevó a dar ese paso?
-Siempre quise dirigir, y mientras estudiaba trompeta también recibía clases de dirección. La primera vez que subí al podio para ensayar con una orquesta sentí que aquello era lo natural, el camino que debía seguir. Aun así, agradezco mucho la oportunidad de haber tocado en una orquesta: me permitió comprender de primera mano su dinámica interna y la importancia de que el director se comunique con claridad para conectar de verdad con los músicos.
-Ha sido director musical en Letonia, Alemania, Birmingham, y actualmente titular tanto de la Boston Symphony Orchestra (BSO) como de la Gewandhausorchester de Leipzig. ¿Cómo ha influido cada etapa en su evolución como músico?
-Cada posición que he tenido la suerte de ocupar me ha aportado algo distinto y valioso para entender qué significa ser director. Cada orquesta es un universo propio, con sus tradiciones, su historia, su repertorio fundamental... y también con la necesidad de construir vínculos con sus músicos. Aún sigo aprendiendo cada día, pero me considero afortunado por mantener una relación tan especial con dos formaciones de primer nivel mundial como la BSO y la Gewandhausorchester, compuestas por músicos extraordinarios y, además, grandes seres humanos.
-Acaba de dirigir en Leipzig un ambicioso festival dedicado a Shostakóvich, con obras como la Octava, la Séptima o 'Lady Macbeth'. ¿Qué sintió al enfrentarse a ese ciclo completo?
-Shostakóvich me ha marcado desde la infancia. Con este festival queríamos celebrar el ciclo de sinfonías que grabamos en Boston con la BSO, rendir homenaje al 50 aniversario de la muerte del compositor y, al mismo tiempo, crear una nueva ocasión de encuentro entre la BSO y la Gewandhausorchester, que mantienen una alianza estrecha desde hace años. Así, la BSO viajó a Leipzig y planteamos un proyecto único: en poco más de dos semanas interpretamos las sinfonías completas, los conciertos, la ópera 'Lady Macbeth de Mtsensk', música de cámara y otras obras. Participaron la BSO, la Gewandhausorchester y una orquesta formada por jóvenes de Leipzig y Tanglewood. La Séptima, por ejemplo, la tocamos con músicos de Boston y Leipzig juntos en el escenario. Fue una experiencia muy significativa: ver cómo ambas orquestas se unían a través de esta música poderosa fue de lo más emocionante. Y el entusiasmo de los jóvenes músicos resultó inspirador, añadió una dimensión nueva a todo el festival. Ha sido una inmersión total en el universo de un genio y una vivencia que jamás olvidaré.
-Respecto al sonido de Leipzig, destaca su ligereza y transparencia, en contraste con el tono más oscuro típico de muchas orquestas alemanas. ¿Cómo trabaja esa paleta sonora?
-No se trata tanto de moldear el sonido como de abrazar el carácter propio de la orquesta, cuidarlo y cultivarlo. La Gewandhausorchester posee una cualidad maravillosa de claridad y ligereza que nace de su historia y su repertorio. Pero también tiene la capacidad de desplegar timbres profundos, oscuros y ricos, según lo exija la obra. Estas cualidades no pueden imponerse desde fuera, crecen de manera orgánica. Para un director, descubrir ese sonido es uno de los grandes placeres del oficio; y nuestra responsabilidad es asegurarnos de que siga siendo parte esencial de la identidad de la orquesta en el futuro.
-En un mundo con plataformas digitales, públicos globales y formatos inmersivos, ¿qué oportunidades y desafíos existen para acercar la música clásica a las nuevas generaciones?
-Las plataformas digitales y la tecnología son una gran puerta de entrada, pero al final nada sustituye la experiencia del concierto. Es ahí donde surge la magia, donde la música habla directamente al alma. También es esencial la educación: si los niños crecen en contacto con diferentes músicas, tocando instrumentos y escuchando, adquieren el privilegio de una lengua nueva, una forma distinta de experimentar el mundo. Ese es un regalo inmenso que debemos ofrecerles.
-Después de tantos años en los podios internacionales, afrontando proyectos exigentes ¿qué mantiene viva su motivación?
-Siempre la música. Aún hay tantas obras que explorar y tantas maneras distintas de acercarse a cada partitura... Eso me impulsa a seguir adelante. También lo hace el trabajo con los músicos: compartir ideas y transformarlas en una realidad colectiva durante el concierto es una experiencia muy nutritiva. Y, finalmente, la alegría de compartir todo ello con el público, algo tan poderoso como imposible de describir.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión