Relinchos en Palacio
El asturiano Rodrigo Cuevas, apuesta del FIS por los nuevos formatos, ofreció un recital intimista, a guitarra, piano y voz, repasando romances y coplas tradicionales y poniendo en pie al público que ejerció como corista invitado
Cuando Rodrigo Cuevas salió al escenario, cantando a capella desde bambalinas, y se apoyó en el piano, proyectando su voz a través de la caja ... de resonancia, estaba lanzando un mensaje. Una mirada distinta a la manera habitual de relacionarse con un instrumento y su sonoridad. En una cita referencial, el FIS, donde, desde hace 74 años, se escucha a Brahms, Schubert o Bach, durante dos noches ha sido el turno de Rosa Moscoso, de la Tía Petra, de Miranda del Castañar, de Edelio, de Robledo de Sanabria o de Mª Esther de Pontevedra.
«No sabíais lo que veníais a ver, ¿eh?», bromeó el asturiano al público tras la primera canción. Y no le faltaba razón. Quienes esperaban ver al Cuevas excesivo desplegando su 'Manual de Romería', se encontraron a un intérprete austero, casi monacal en su estética, a guitarra, piano y voz –qué voz sin artificios– reivindicando aquellas canciones cuya «magia» fue aprendiendo durante sus años de investigación de tú a tú, pegado al fuego, entre conversaciones con muchos que ya no están. De ahí el título del espectáculo; 'Al pie del llar'. «Imaginemos que esta sala es una cocina», invitó. Y todos se acomodaron en torno al hogar.
Eligió Cuevas 'La serranita' «una pieza que no se canta mucho» o 'Cesteiros', propia del límite entre Asturias y Galicia, en faba o eonaviego, celebrando «la suerte de tener dos lenguas propias» en su tierra. Ya desde el principio animó al respetable a corear los estribillos de estos cantes populares, que tienen en la sencillez, no exenta de metáforas, uno de sus rasgos. Con humor y crítica, también habló. «Que triste que tengamos que compartir país, ciudad o pueblo con tanta gente incapaz de empatizar con quienes pasan hambre a diario o con quienes están siendo exterminados», lamentó, arrancando los aplausos del público. Del público del FIS, recordemos.
Con la 'Ronda de los carros', el asturiano recorrió la sala Pereda, entonando entre las butacas, sin acompañamiento musical, con parsimonia, la mano en el pecho y un chorro de voz cristalino. Y los asistentes, ya disfrutando su rol de coristas le acompañaron. Cantó la directora general de Cultura, Eva Guillermina Fernández, cantó la vicerrectora de la UIMP, Matilde Carlón, el chef Jesús Sánchez, el escritor Jesús Ruiz Mantilla o el poeta Regino Pardo. Cantaron caras nuevas en una sala que promete grandes momentos en esta nueva etapa del festival. Tanto cantaron que al final de la ronda se escuchó un relincho típicamente cántabro en Palacio. Ver para creer.
Recuperando la calma, abordó Rodrigo Cuevas su romance favorito, el de Faustinita y Redondo, porque, como dijo, «Cómo nos gusta un drama, siempre que sea ajeno» y una copla de ciego dedicada «a los STV que ven cómo los madrileños con dineros vienen a rondar a sus mozas». Otra coplilla del mismo género dejó clara la tradición habanera de la capital cántabra. Tras lamentar que ya no se ponga a los niños nombres de los de antes, como Isolina, Isaura o Eladio, el final del recital llegó con 'Manuel se llama mi amante'. Y aquí ya no hubo coros; aquí hubo solos. En los acordes repetidos de la música tradicional, a modo de juego con el que introducir los versos a gusto del consumidor, cinco espontáneos, desde sus asientos, pusieron su voz al servicio de la tradición. «Qué guapo que os animarais a cantar», dijo Cuevas, al que se le escapaba una media sonrisa con cada nuevo valiente. Como media sonrisa lucía desde su lugar, discreto, Cosme Marina, comprobando que las apuestas pueden salir bien. El FIS anunció cambios. Y como toda promesa, para tener un valor, debe convertirse en hecho. Estas dos noches, ocurrió. El festival se abrió a nuevos perfiles, manteniendo la calidad, pero reivindicando la diversidad. Acercándose a públicos que lo sentían ajeno. Siendo más de todas.
Tras poner a la sala Pereda en pie, Rodrigo Cuevas regresó con un bis en el que interpretó la emocionante 'Rambalín', composición propia dedicada al transformista gijonés Alberto Alonso, 'Rambal', asesinado en 1976. Y de nuevo, aplauso unánime, público en pie y ovación de varios minutos. «Sobrevivimos gracias a la cultura, no al dinero», defendió el folclorista. Su labor de recuperación, divulgación y puesta en valor del patrimonio inmaterial de este país no tiene precio.
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