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Es difícil concretar con exactitud cuánto tarda un uniforme de Birla Carbon en llegar al final de su vida útil. Pero si hubiera que dar ... un plazo sería, de media, más o menos un año. Es entonces cuando se da por hecho que esos trajes ya han cumplido su servicio y acaban en la basura. O, más bien, así era hasta hace algo más de dos años. Desde entonces, la empresa decidió rescatar toda esa tela para darle una segunda vida. Un pequeño gesto, pero al mismo tiempo trascendental, de economía circular que pronto saltará al estrellato. Porque muchos de esos uniformes se verán sobre los escenarios ya que van a servir de atrezo para la compañía de danza urbana de Santander Dance&Art. Todo gracias a la iniciativa que la diseñadora de moda Andrea Cereceda (su marca es Drew Cereceda) ha realizado en Cesine con un grupo de seis alumnos.
El contenedor que estaba instalado en la planta de Gajano de Birla Carbon antes era poco menos que un ataúd que llevaba directo a todos los uniformes de Birla Carbon a su desaparición. Ahora tiene un cartel que anuncia 'Ropa sostenible' y se ha convertido en una puerta que concede a las prendas una jubilación en activo, un retiro dorado. «Somos una fábrica que buscamos residuo cero y esta es una iniciativa más dentro de esa estrategia». Lo explica Óscar Presmanes, compliance manager de Birla Carbon Spain, que es el mismo que calcula el dato de que, más o menos, los trajes de la plantilla tienen una vida útil de un año. «La ropa que utilizamos tiene unas propiedades de seguridad que tenemos que mantener y hay que lavarla y secarla frecuentemente con unas determinadas temperaturas, así que de media no suele superar los dos años en uso». Es ahí donde se fraguó el contacto con Cereceda, a la que desde hace dos años se le envía toda esa ropa para su reutilización.
Es un claro ejemplo de 'upcycling'. O lo que es lo mismo, de reciclaje, y que sirve también para ejemplificar otro término cada vez más en boga: economía circular. El aprovechar algo que para otro ya no es más que un residuo. «A nosotros no nos supone un ahorro pero tampoco un coste porque tenemos la gran suerte de que el taxista que colabora con nosotros cuando el contenedor ya está lleno, avisa a Andrea y se lo trae». Lo que sí es para Presmanes es «un gesto educativo orientado a preservar el planeta y los recursos al tiempo que se crea conciencia en más gente». De manera directa en los trabajadores de Birla Carbon de Gajano y también en los alumnos de Cesine, pero de alguna manera llegará igual al público que podrá ver los uniformes en escena. «Somos una grandísima multinacional con 185.000 empleados en todo el mundo, pero no todos los proyectos tienen que ser a gran escala, también tenemos pensamiento local», detalla Presmanes.
La segunda vida de los uniformes de Birla Carbon empieza en el aula de Cereceda de Cesine, un atelier que prácticamente se ha reconvertido en quirófano. Casi de manera quirúrgica se rescatan las partes de las telas que sí son aprovechables y que posteriormente se unirán unas con otras con el bisturí de la creatividad para generar una prenda completamente nueva. Una prenda que coge vida con partes de varias que ya habían muerto. Algo así como un Frankenstein (en el sentido más descriptivo y menos peyorativo del término). «El upcycling lleva mucho trabajo de desmontaje para ver qué partes sirven y cuáles no porque están muy desgastadas», incide Cereceda, que eso sí explica que «los trozos que no sirven para confeccionar se preparan para trapos de limpieza».
Es un compromiso con la sostenibilidad «medioambiental y social» con el que la diseñadora ya ha trabajado en su marca desde la raíz y que ahora ha querido llevar a las aulas con sus alumnos para que se impregnen. «No confeccionar con un metro de tela liso entero sino con partes es más complicado, pero te hace ser más creativo y es una oportunidad de hacer cosas más interesantes», recalca la joven. Explica que con la compañía de danza se ha trabajado «como si fueran clientes reales», por lo que los estudiantes de moda han debido escuchar sus necesidades y han desarrollado el proyecto desde la base: su ideación, diseño y desarrollo. En ese proceso se decidió mantener los atributos reconocibles de las prendas, es decir, no se ha alterado su color con tintes, por ejemplo. En su lugar se ha apostado por un concepto que los respete y resalte para poder transmitir mejor ese mensaje de reaprovechamiento. Incluso se han utilizado los elementos reflectantes de seguridad de las prendas porque «en un escenario es muy interesante poder jugar con la luz y el movimiento», remarca Cereceda. Así que las prendas bailarán luciendo con orgullo y sin ocultar el mensaje que les ha dado una segunda vida.
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