Sarkozy, auge y caída de un presidente carismático
Tras haber dirigido con gran ambición el país galo entre 2007 y 2012, el político ahora preso en La Santé ha arrastrado a la derecha tradicional hacia el declive a causa de sus casos de corrupción
El mito de Ícaro resulta idóneo para describir la trayectoria de Nicolas Sarkozy. Su ingreso en prisión este martes -siendo el primer exjefe del Estado ... galo en ser encarcelado en la historia de la Quinta República- supone la caída definitiva hacia el infierno (político) del que fuera presidente de Francia entre 2007 y 2012. A pesar de haber llevado las riendas del país vecino con gran ambición y de haber logrado que resistiera al impacto de la crisis financiera de 2008, su reputación quedó, primero, manchada por su gusto por el lujo. Y luego se ha visto arruinada por sus condenas judiciales en tres casos de corrupción, siendo la trama libia el más grave de todos ellos.
La ambición, el carisma y la poca moralidad resultan las tres características de este dirigente, cuya biografía no se corresponde al molde habitual de los presidentes en Francia. Nació en 1955 en París en el seno de una familia compuesta por un inmigrante húngaro y una madre francesa con raíces griegas. En 1978, se licenció en Derecho en la Universidad de Nanterre -la misma facultad donde empezó el Mayo del 68- y pocos años después logró el título de abogado. La mayor parte de su trayectoria profesional, sin embargo, la ha dedicado a la política, tras convertirse en 1983 en el alcalde de Neully-sur-Seine, localidad de la periferia oeste de la capital y una de las más ricas de Francia.
Su paso al frente del Ministerio del Interior durante el segundo mandato de Jacques Chirac (2002-07) resultó clave en su ascenso hacia el Elíseo. «¿Estáis hartos de esta banda de delincuentes asquerosos? Os vamos a librar de ellos», dijo en octubre de 2005 poco antes de que estallara la revuelta de las banlieues de ese año. Esas famosas declaraciones resumieron su estilo directo, sin tapujos y con tintes populistas. Aunque esa retórica le ayudó a la hora de contener a la extrema derecha de Jean-Marie Le Pen en los comicios presidenciales de 2007, supuso un punto de inflexión respecto a la derecha postgaullista, que hasta entonces se había caracterizado por una orientación más humanista e intransigente con el nacionalismo radical.
La presidencia de Sarkozy estuvo marcada por la crisis de 2008. Aunque su promesa de «refundar el capitalismo» quedó en agua de borrajas, su gestión sí que evitó que Francia sufriera unos recortes tan duros como los que se produjeron en España, Italia o Grecia. Eso no impidió, sin embargo, que se enfrentara a una oleada de manifestaciones multitudinarias en 2010 en contra de una reforma de las pensiones. A pesar de que intentó ganar algunos puntos de cara a la opinión pública con su matrimonio en 2008 con la cantante Carla Bruni, no le ayudó su connivencia con las élites económicas; por ejemplo, con el famoso episodio de sus vacaciones en el yate de Vincent Bolloré, propietario de Vivendi.
Sin reelección
Los affaires resultaron la puntilla final a la presidencia de Sarkozy, que no logró ser reelegido tras perder ante el socialista François Hollande en 2012. Las informaciones del diario digital Mediapart sobre la presunta financiación ilegal de su campaña de 2007 con fondos de la dictadura libia de Muamar el Gadafi contribuyeron en su derrota electoral. Aparte de ese sombrío caso, el exmandatario ha sido condenado con penas de cárcel por haber corrompido a un juez y por la financiación ilegal de su campaña de 2012 a través de un sistema de facturas falsas. Aún pueden juzgarlo por otros dos casos: el del supuesto soborno al intermediario Ziad Takieddine y el de la concesión a Catar del Mundial de fútbol de 2022.
Esta larga lista de problemas con la Justicia no solo ha contribuido al deshonor de Sarkozy, sino también al declive de la derecha tradicional en Francia. Sus militantes le dieron la espalda en las primarias de noviembre de 2016 en que quedó tercero y precipitaron su retirada oficial de la política. Desde entonces, los dirigentes del conservadurismo galo no han roto completamente el cordón umbilical con su antaño líder. Y ese espacio no levanta cabeza, atrapado desde hace ocho años en una pinza entre el macronismo y la ultraderecha de Marine Le Pen.
«La República francesa es una monarquía republicana en que el sufragio universal da un estatus especial a los expresidentes», afirma el politólogo Jean Petaux en declaraciones a este medio. Esto explica, según este analista, la influencia que ha conservado Sarkozy estos últimos años respecto a una parte significativa de las élites políticas y económicas galas. Pese a sus múltiples condenas y su ingreso en prisión, ha conservado la aureola de un exjefe del Estado.
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