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Carmen Montón en el Parlamento. Javier Lizón (Efe)
Montón, un cambio «por coherencia»
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Montón, un cambio «por coherencia»

Con sólo tres meses en el cargo, la exministra deja una larga lista de proyectos pendientes

Laura Garcés, Álvaro Soto y Ramón Gorriarán

Madrid

Martes, 11 de septiembre 2018

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Cuando Carmen Montón dijo -hace un año y medio- que cambiaba de posición «por coherencia» debió convencer a los suyos de entonces y a los de hoy: pudo mantenerse en el gobierno valenciano y finalmente fue elegida por el de España. Con el primer gobierno de Pedro Sánchez fue nombrada ministra de Sanidad.

La mujer de Burjassot (Valencia) llegó al gabinete como licenciada en Medicina y Máster en Estudios Interdisciplinares de Género por la Universidad Juan Carlos I, pero esta última acreditación le ha valido también la salida. Antes, había sido consellera de Sanidad desde junio de 2015 en el gobierno valenciano liderado por el socialista Ximo Puig.

Avalada por su trayectoria en la Consejería de Sanidad de la Comunidad Valenciana, donde peleó contra los modelos de privatización sanitaria, Carmen Montón llegó al Ministerio con la cartera llena de planes: poner en marcha un registro estatal de profesionales sanitarios que estaría operativo en el primer trimestre de 2019; culminar la regulación de la prescripción enfermera; la recuperación del derecho de mujeres solas y lesbianas a acceder a las técnicas de reproducción asistida en el Sistema Nacional de Salud; la eliminación de los copagos; el impulso a la salud mental; la lucha contra la lacra de los suicidios; medidas para que la homeopatía no fuera considerada como medicamentos, reimpulsar la ley de dependencia; el pago de las cuotas de los cuidadores; la universalidad de la sanidad; y una ley para la protección de la infancia. Pues bien, en los tres meses en el cargo, a Montón le ha dado a tiempo solamente a llevar a cabo las dos últimas medidas.

La universalidad fue una de las banderas del Gobierno de Pedro Sánchez y Montón fue la encargada de desarrollarla a través de un Real Decreto que en el Congreso obtuvo 177 votos a favor, los mismos diputados que habían apoyado en junio la moción de censura de Sánchez contra Mariano Rajoy. Entonces dijo la ya exministra que de esta manera se «dignificaba» la acción política y se «eliminaban» las desigualdades, al permitir que los inmigrantes sin papeles volvieran a tener derecho, aunque en la práctica, los sistemas sanitarios de muchas comunidades ya los atendían.

El legado final de Montón llegó el pasado viernes en el Consejo de Ministros, que dio luz verde a la Ley de protección frente a la violencia contra la infancia. El objetivo, dijo Montón, era «proteger a los niños y niñas que la sufren en nuestro país». Montón anunció entonces que la ley iba a contar con el apoyo de las ONG y de las entidades sociales y también con la opinión de los propios menores.

Procedencia

Cuando el 28 de septiembre de 2016 dimitieron 17 miembros de la ejecutiva del PSOE para forzar la caída de Pedro Sánchez, Carmen Montón, secretaria de Igualdad, se mantuvo fiel al secretario general. Desde entonces, su vínculo es de acero. Tenía papel difícil porque su jefe natural, Ximo Puig, estaba en la operación derribo que capitaneaba Susana Díaz, pero se mantuvo fiel al 'sanchismo'. Su ejercicio de equilibrio es digno de estudio. Respaldó a Sánchez contra el criterio de Puig, y un año antes había apoyado a Puig para que se convirtiera en el líder de los socialistas valencianos contra la opinión de Sánchez. Nadó, guardó la ropa y obtuvo recompensa doble, consejera de Sanidad de la Generalitat valenciana con Puig, y ministra del ramo con Sánchez. Acertó en sus apuestas.

Consellera de marcado perfil político, no pocos habían visto en el suyo un trabajo alejado de la gestión sanitaria y con profunda carga ideológica. Fue diputada de la octava, novena y décima legislaturas en el Congreso. En sus propias palabras, la lucha por la igualdad ha marcado su vida política. Su labor se caracterizó por una clara oposición a la colaboración público privada, aunque en algunos campos mantuvo las externalizaciones.

La polémica la acompañó en otra ocasión hasta el punto de que el presidente del Consell tuvo que intervenir para calmar los ánimos, como en el cambio de modelo para la derivación de pacientes al Instituto Valenciano de Oncología. La situación obligó a la mediación del presidente, pero Montón nunca consideró que se tratara de una desautorización y siguió adelante.

Emprendió el viaje a Madrid tras un recorrido jalonado de tropiezos en los tribunales al ver cuestionadas propuestas de referencia como la retirada del copago, la universalización de la sanidad, la jubilación forzosa, el reparto de medicinas a residencias y el proceso de reversión de los hospitales públicos de gestión privada. Algunos asuntos siguen a la espera de respuesta, otros ya han supuesto varapalos para su gestión. Pero ha podido con ello, incluso con las diferencias con Mónica Oltra, vicepresidenta del Consell y titular de la conselleria de Igualdad, departamento que algunos apuntan que en un primer momento era el que a Montón le habría gustado.

Siempre política

Licenciada en Medicina, estudios que terminó mientras era diputada en el Congreso, nunca ejerció. Prefirió la carrera política que había iniciado con apenas 23 años cuando fue elegido concejal de su pueblo, Burjassot. Cinco años después, en 2004, pisó por primera vez las alfombras del Congreso tras hacerse con un escaño por Valencia y enseguida se labró un nombre. Encandiló a José Luis Rodríguez Zapatero que le confió la defensa parlamentaria de dos de sus proyectos emblemáticos, la reforma de la ley del aborto y la del matrimonio homosexual.

También Alfredo Pérez Rubalcaba reparó en aquella diputada de aspecto frágil y voz juvenil, y se la lleva a la comisión ejecutiva federal del PSOE como vocal. Con Pedro Sánchez asciende a secretaria de Igualdad. La guerra fratricida de los socialistas de hace dos años parecía haber puesto fin a su meteórica carrera. Ximo Puig le puso además la cruz por no plegarse a sus órdenes. Pero una reconocida gestión en la Consejería de Sanidad salvó su la cabeza. Batalló contra la privatización de la sanidad pública; recuperó la sanidad universal recortada por Mariano Rajoy -meta que también se propuso y consiguió en su breve paso de cien días por el Ministerio- y liquidó los copagos farmacéuticos. Se convirtió en la bestia negra de la medicina privada y de los laboratorios.

Sanidad era uno de los pilares del proyecto de Sánchez y la reclamó a su lado para alivio del presidente de la Generalitat valenciana. Estaba considerada una de las ministras más progresistas, su intensa actividad en las fiestas del orgullo gay dio fe de su compromiso con el colectivo LGTBI. Vivía días de vino y rosas hasta que afloraron los detalles de un máster que hizo porque quería especializarse en igualdad. Era un mérito curricular más que acabó por dinamitar su carrera política.

Hábil en la comunicación y en el traslado de mensajes supo responder y dejar de hacerlo sin que casi se notara en Valencia, pero no ha podido responder de manera adecuada con la polémica sobre su máster. Quizás, también por coherencia, ha abandonado su puesto de ministra de Sanidad.

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