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Santos González Gutiérrez. DM
Obituario | Santos González Gutiérrez Jugador y monitor de bolos

Un gran jugador de bolos y un apasionado de Casar de Periedo

Borja Cavia

Santander

Lunes, 11 de agosto 2025, 07:16

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Igual, en algún momento, un aficionado podía pasar por la bolera Ramiro González de Casar en día de actividad y podía encontrar que faltaba algún bolo, alguna bola, el pinche o, quizá, hasta el árbitro. El que iba a estar seguro era Santi, que era, junto con la estatua del gran Ramiro, un elemento fijo en cada evento bolístico de la localidad.

Santos González Gutiérrez, fallecido a los 59 años hace unos días en un accidente, había nacido en realidad en Quijas, estaba casado con Rosa y tenía dos hijos, Daniel y Pablo. Trabajador de Talleres Cobo, sus pasiones eran su familia, la finca que poseía y en la que cuidaba cabras y ovejas, y los bolos, a los que empezó a jugar desde joven en su localidad natal, en la peña La Cagigona, junto con su hermano José Ramón, Apolinar Rebolledo, Ángel Riaño, Avelino Riaño o Enrique Gómez, con el que ha compartido miles y miles de horas de bolera. Una dolencia en un riñón le apartó de la competición de élite, pero no de una pasión que le llevó a ser monitor de la Escuela de Bolos de Casar junto con el propio Enrique. «Era un gran jugador, lo tuvo que dejar, pero todavía en la actualidad era capaz de hacer 120 bolos en el social sin coger las bolas durante todo el año», apunta El Gallo.

De carácter alegre, afable, bonachón, de esas personas que transmiten serenidad y buen ambiente allá por donde pasa, Santi vivió la época dorada de la escuela 'sopera', con la que ganaron todos los títulos en categorías menores, un centro en el que todavía seguía como monitor.

Enrique Gómez recuerda multitud de anécdotas de una persona querida allá por donde pasaba y que durante las competiciones se ponía muy nerviosa. «Hace tres años, cuando ganamos Jairo Expósito y yo el campeonato de parejas de Tercera hasta se descalzó, hacía el mismo camino que nosotros del tiro al birle, lo vivía mucho».

Santos González deja una huella imborrable en su familia y sus amigos; queda el legado de una buena persona que tenía, además, un don para los más pequeños. «Le querían con locura, siempre tenía preparada una caja de chucherías si se portaban bien».

Como recuerda Gómez, «su mujer me decía que se nos ha ido la sal de la vida, el que nos hacía reír». Sin duda, se le echará de menos cada tarde de bolos en Casar.

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